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Por pura suerte, abrí de un tirón la puerta del salón de clase más cercano, el 213, y resulto ser el de Español. Y a juzgar por todos los pupitres ocupados, ya había llegado tarde.

–¿Señor Xio? –retumbó la voz de la profesora.

Distraído y perturbado, cerré la puerta detrás de mí.

–Es Xiao, realidad.

Ya fuera por mi corrección o mi llegada tarde, nunca lo sabré, la profesora me castigó, obligándome a pararme al frente de la clase mientras me disparaba pregunta tras pregunta en español, a las cuales yo sólo podía responder: –No lo sé.

Ni siquiera se presentó; sólo se sentó allí, los músculos crispándose en sus antebrazos venosos mientras presumidamente garabateaba algo en su cuaderno.

Y así continuó por unos buenos veinte minutos. Cuando finalmente se detuvo, me hizo sentar en el banco junto al suyo, frente a la clase, mirando a todos los otros estudiantes.

Brutal.

Mis ojos estaban pegados al reloj mientras contaba los segundos hasta que eso terminara. Cuando el timbre sonó, escapé hacia la puerta.

–Luces como si un abrazo podría venirte bien –dijo una voz detrás de mí. Me volví para enfrentar a un sonriente muchacho de baja altura que vestía una camisa blanca abierta. Debajo había una camiseta amarilla con una escritura que decía: SOY UN CLICHÉ.

–Eso es muy generoso de tu parte –dije, pegando una sonrisa en mi rostro. –Pero creo que me las arreglaré. –Era importante no actuar como loco.

–Oh, no lo estaba ofreciendo. Sólo estaba haciendo una observación. –El chico alejó los dreadlocks* de sus ojos y ofreció su mano. –Soy Jhonny Rush.

–Xiao Zhan –dije, aunque él ya lo sabía.
–Espera, ¿eres nuevo aquí? –Una sonrisa traviesa alcanzó sus ojos oscuros.

Igualé su gesto. –Gracioso. Eres gracioso.
Hizo una exagerada reverencia. –Dicho sea de paso, no te preocupes por Morales. Es la peor maestra del mundo.

–¿Así que ella es así de atroz con todo el mundo? –pregunté después de que estuviéramos a una distancia segura del salón. Recorrí el campus con la mirada buscando gente muerta imaginaria a la vez que cambiaba mi bolso al otro hombro. No había ninguno. Todo bien hasta ahora.

–Quizás no tan atroz. Pero casi. Tienes suerte de que no te tirara una tiza, de hecho. ¿Cómo está tu nariz, por cierto?.

¿Él había estado en Álgebra II esta mañana?.

–Mejor, gracias. Eres la primera persona que me pregunta. O que me dice algo agradable en lo absoluto, en realidad.

–¿Entonces la gente te ha dicho cosas desagradables?

Creí vislumbrar un destello de plata en su boca cuando habló. ¿Un aro en la lengua?. Él no parecía de ese tipo.

Asentí mientras mis ojos absorbían a mis nuevos compañeros. Sabía que había variantes del uniforme del colegio: camisa diferente, blazer, y opciones de falda o pantalones, y chalecos para los realmente aventureros. Pero cuando busqué signos delatores de grupos específicos como zapatos salvajes o alumnos con el cabello teñido de negro y maquillaje a juego, no vi ninguno. Era más que los uniformes; todos se las arreglaban para lucir exactamente iguales. Perfectamente peinados, de comportamiento perfecto, sin un cabello fuera de lugar. Jhonny, con sus dreadlocks, su aro en la lengua y camiseta expuesta, era uno de los pocos destacados.

Y, por supuesto, la persona de aspecto desaliñado de esta mañana. Sentí un codo en mis costillas.

–Entonces, ¿chico nuevo? ¿Quién dijo qué? No dejes a un amigo esperando.

DESPERTAR • [YIZHAN | PRIMERA PARTE] (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora