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Una máquina sonaba a la izquierda de la cama de hospital de mi padre mientras que otra a su derecha, susurraba. Él había estado bromeando hacia una hora, pero el medicamento para el dolor lo había puesto a dormir. Mi madre, Dylan, Meg y Yibo se apiñaban alrededor de la cama.

Yo estaba atrás. No había lugar para mí.

Yo nunca había estado allí para presenciarlo antes, ese momento exquisito cuando mis pensamientos se convertían en acciones. Ayer mismo, examiné el caos, el caos que yo quería, y me quede impotente mirando como la sangre de mi padre inundaba las escaleras de mármol blanco. Una afligida madre fue detenida, alejada de su familia rota para ser encerrada. Pero ella no era un peligro para nadie.

Yo era un peligro para todos.

Un médico se asomó a la habitación. –¿Señora… Xiao? ¿Puedo hablar con usted un momento?

Mi madre se levantó y metió su pelo detrás de la oreja. Había pasado la noche en el hospital, pero parecía como si hubiera estado aquí durante miles de años. Se dirigió hacia la puerta donde yo estaba, y se deslizó por detrás de mí, con su mano rozando la mía. Hice una mueca.

Las palabras del médico resonaron por la puerta abierta. Escuche.

–Tengo que decirle, señora Xiao, su marido es un hombre afortunado.

–¿Entonces, va a estar bien? –La voz de mi madre se estiró hasta el límite. Las lágrimas brotaron de mis ojos.

–Va a estar bien. Es un milagro que no sangrara hasta morir en el camino hasta aquí –dijo el médico.

Oí un sollozo escapar de la garganta de mi madre.

–Nunca he visto nada igual en todos mis años de práctica.

Mi mirada paso a la de Yibo. Estaba sentado junto a Meg y miraba a mi padre, sus ojos eran sombríos y oscuros. No encontraban los míos.

–¿Cuándo puede venir a casa? –pregunto mi madre.

–En unos pocos días. Se está recuperando de la herida de bala muy bien, y estamos realmente manteniéndolo aquí para observación. Para asegurarnos de que no contraiga una infección y que la curación continúe. Como he dicho, es un hombre afortunado.

–¿Y el señor Laster?

La voz del médico bajó. –Todavía está inconsciente, pero es probable que haya daño cerebral significativo. No creo que despierte.

–Muchas gracias, doctor. –Mi madre entro de nuevo en la habitación y se dirigió a la cama de mi padre. Yo la miraba mientras ella reacomodaba una de las pinturas a donde debía estar.

Le eche una mirada más a mi familia. Conocía todas las líneas de risa en la cara de mi madre, cada sonrisa que Meg tenía, y cada cambio de expresión en los ojos de Dylan. Y miré a mi padre, también; a la cara que me enseñó a montar en bicicleta, que me sostuvo cuando estaba demasiado asustado para saltar a la parte más profunda de la piscina. El rostro que yo amaba. La cara que defraude.

Y luego a Yibo. El chico que arreglo a mi padre, pero que no me podía arreglar a mí. Lo había intentado, sin embargo. Yo lo sabía ahora. Él era el que yo nunca supe que había estado esperando, pero opté por dejarlo ir. Y elegí mal.

Todas mis elecciones habían sido equivocadas. Todo lo que tocaba era destruido. Si me hubiera quedado, podría ser Meg o Dylan o mi madre o incluso Yibo, los siguientes. Pero yo no podía desaparecer, mis padres me encontrarían en horas.

Mi madre suspiro entonces, robando mi atención. Y me di cuenta, yo podría decirle. Podía decirle la verdad acerca de lo que había hecho, con el propietario de Molly y Morales y en los Everglades. Seguramente me internaría.

DESPERTAR • [YIZHAN | PRIMERA PARTE] (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora