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El reflejo se torció siniestro en el espejo. El cuarto se inclinó, echándome a un lado. Mordí mi lengua, entonces aseguré mis manos en el lavabo. Cuando miré hacia el espejo, era otra vez mi rostro que devolvía la mirada.

Mi corazón palpitaba contra mis costillas. No era nada. Como en el salón de clases no fue nada. Estaba bien. Nervios sobre el primer día de escuela, tal vez. Mi desastroso primer día de clases. Pero por lo menos estaba tan perturbado que mi estómago olvidó agitarse a la vista de sangre en mi piel.

Agarré un manojo de toallas de papel del dispensador y las mojé. Lo lleve hacia mi rostro para limpiarlo, pero el olor acre de las toallas de papel mojadas finalmente puso mi estómago a revolverse. Me obligué a no vomitar.

Fallé.

Retiré el pelo de mi cara mientras vacíe el magro contenido de mi estómago en el lavabo. En ese momento estoy agradecido de que el universo haya frustrado mis intentos de desayuno.

Cuando termino de secarme, limpio mi boca, hago gárgaras con algo de agua, y lo escupo en el lavabo. Una fina película de sudor cubre mi piel blanca, que además  tiene la inconfundible palidez de un recién vomitado. Una encantadora primera impresión, para estar seguro. Por lo menos mi camiseta escapo de mis fluidos corporales.

Me apoyé en el lavabo. Si me saltase el resto de Álgebra, el profesor podría simplemente enviar un pelotón de matatleticos para encontrarme y asegurarse de que no morí. Así que valientemente saqué el implacable calor de mi cabeza e hice el camino de regreso. La puerta del aula estaba abierta. Olvide cerrarla después de mi brusca salida, y escuché al profesor hablando en voz alta sobre una ecuación. Tomé una profunda respiración y con cuidado entre caminando.

En segundos el profesor estaba a mi lado. Sus gruesas gafas daban a sus ojos la cualidad de un insecto. Aterrador.

–¡Oh, luces mucho mejor! Por favor, toma asiento aquí. Soy el Sr. Walsh, por cierto, ¿no pregunte tu nombre?

–Es Zhan. Xiao Zhan –dije espesamente.
–Bueno, Sr. Xiao ciertamente sabes cómo hacer una entrada.

La clase dejo una risa entre dientes rondando en el aire.

–Sí, un poco torpe, creo. –Me siento en la primera fila, donde el Sr. Walsh me indicó, en un escritorio vacío paralelo al del profesor y cercano a la puerta. Todos los asientos en la fila estaban desocupados, excepto el mío.

La vergüenza me ahogaba, y cada poro de mi piel se sentía dolorosamente desnudo, abierto para la explotación de los ojos saqueadores de mis compañeros de clase.

Traté de no centrarme en el ataque de los susurros que podía escuchar pero no descifrar.

Sonó el timbre, marcando el final de mi primera clase en Carden.

Me quedé detrás del éxodo masivo hacia la puerta, sabiendo que iba a necesitar un libro y una sesión informativa de dónde es la clase del plan de estudios. El Sr. Walsh me dijo amablemente que esperaba y tomase el examen trimestral en tres semanas como todos los demás, entonces regresó a su escritorio a organizar sus papeles, dejándome de cara al resto de mi mañana.

Fue felizmente sin incidentes. Cuando el almuerzo llegó, tomé mi bolso de mensajero cargado de libros y lo puse sobre mi hombro. Decidí buscar un lugar apartado y tranquilo para sentarme y leer el libro que había traído conmigo. Mi engañoso vomito arruinó mi apetito.

Baje las escaleras de dos en dos, caminé hasta el borde de los terrenos, y me detuve en la valla que rodea la gran parcela de suelo no urbanizable. Los árboles se alzaban encima de la escuela, dejando el edificio totalmente en la sombra. El chillido de un ave extraña perforó el aire. Estaba en alguna pesadilla de Jurassic Park, definitivamente. Abrí violentamente el libro en donde lo había dejado, pero me encontré leyendo y releyendo el mismo párrafo, antes de darme por vencido. Ese nudo en la garganta de nuevo. Me apoyé contra la valla metálica, las marcas del metal en mi carne a través de la delgada tela de mi camisa, y cerré los ojos derrotado.

Alguien se rió detrás de mí.

Mi cabeza se levantó mientras mi sangre se congeló. Era la risa de Jay. La voz de Jay.

Me levanté lentamente y me enfrenté a la valla, la selva, enganchando mis dedos en el metal buscando la fuente. Nada más que árboles. Por supuesto. Porque Jay estaba muerto, como Carol. Y Rose. Lo que significaba que yo había tenido tres alucinaciones en menos de tres horas. Lo que no estaba bien.

Me volví hacia el campus. Estaba vacío. Miré el reloj y me volvió el pánico; solo un minuto antes de mi próxima clase. Tragué saliva, agarré mi bolso y corrí hacia el edificio más cercano, pero como a la vuelta de la esquina me congelé.

Jay estaba a unos cien metros de distancia. Sabía que no podía estar ahí, que él no estaba ahí, pero estaba ahí, antipático y con su sonrisa bajo el ala de la gorra de béisbol que nunca se quitaba. Luciendo como si buscase charla.

Me di la vuelta y tomé ritmo. Me alejé de él, lentamente al principio y luego me eché a correr. Miré por encima del hombro una vez, sólo para ver si aún estaba allí.

Lo estaba.

Y estaba cerca.

DESPERTAR • [YIZHAN | PRIMERA PARTE] (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora