Traté de abrir mis ojos. Estaban mojados e hinchados, y la oscuridad del mundo a mí alrededor me desconcertó. Podía ver sólo partes. De alguna manera, estaba muy caliente, pero mi cuerpo estaba acurrucado.
–¿Zhan?. –preguntó Yibo. Estaba a centímetros de su cara. Mi cabeza se apoyaba en su hombro, entre la curva de su cuello y su oreja. Ya no estaba dentro del manicomio. O el Centro de Convenciones. Y no sabía cómo había salido.
–Yibo –susurré.
–Estoy aquí.
Él me recostó en el asiento del pasajero y apartó el cabello de mi frente mientras se inclinó sobre mí. Su mano se quedó suspendida en el aire.
–¿Qué pasó? –pregunté, aunque lo sabía.
Me desmayé. Regresaron los recuerdos.
Y ahora estaba temblando.
–Te desmayaste durante mi gran cita. –Su voz era la ligera, pero estaba obviamente preocupado.
–Una baja de azúcar –mentí.
–Gritaste.
Atrapado.
Me apoyé contra el asiento del pasajero. –Lo siento –susurré. Y lo sentía. Ni siquiera podía ir a una cita sin desmoronarme en pedazos. Me sentía como un tonto.
–No hay nada que lamentar.
Sonreí, pero me sentía vacío. –Admítelo, eso fue raro.
Yibo no dijo nada.
–Puedo explicarlo –dije, mientras la niebla en mi cerebro disminuía. Podía explicarlo. Se lo debía.
–No es necesario –dijo él en voz baja.
Solté una carcajada. –Gracias, pero prefiero que no pienses que esta es mi típica reacción en las galerías de arte.
–No pienso eso.
Suspiré. –Entonces, ¿Qué piensas? –pregunté con los ojos cerrados.
–No pienso nada –dijo, con voz llana.
No tenía sentido que Yibo fuera tan indiferente a mi pequeño episodio. Abrí los ojos para mirarlo. –¿No estás curioso? –Esto era un poco sospechoso.
–No. –contestó mientras miraba fijamente hacia delante, aún de pie fuera del auto.
Muy sospechoso. –¿Por qué no? –Mi pulso se aceleró mientras esperaba su respuesta. No tenía idea de lo que él iba a decir.
–Porque creo que lo sé –dijo, y bajó la mirada para mirarme. –Dylan. –dijo después.
Froté mi frente, no estando seguro de haberlo escuchado correctamente. –¿Qué? ¿Qué tiene que ver con…?
–Dylan me dijo.
–¿Te dijo qué?. Tú acabas de conocer…
Oh. Oh.
Me senté recto.
Esa era la razón por la cual Yibo nunca me preguntó sobre mi antigua escuela o mis viejos amigos. Ni una sola pregunta sobre la mudanza, a pesar de que él era relativamente nuevo en Miami, también. Él no me había preguntado sobre mi brazo. Ahora entendía por qué, Dylan le contó todo. Mi hermano no me haría daño a propósito, pero esta no sería la primera vez que actuaba como mi madre. Quizás él pensó que necesitaba un nuevo amigo y pensaba que no podría hacer uno por mi propia cuenta. El idiota se cree perfecto.
Yibo cerró mi puerta y se subió al asiento del conductor, pero no arrancó el auto. Ninguno dijo nada durante mucho tiempo.
Cuando pude hablar de nuevo, pregunté: –¿Cuánto sabes?
–Lo suficiente.
–¿Qué clase de respuesta es ésa?
Yibo cerró sus ojos, y por un instante, me sentí culpable. Miré por la ventana hacia el cielo oscuro en lugar de su rostro. Yibo me mintió. Él debía sentirse culpable.
–Sé sobre… sobre tus amigos. Lo siento.
–¿Por qué no me lo dijiste? –pregunté en voz baja. –¿Por qué mentir?
–Supongo que pensé que me lo mencionarías cuando estuvieras listo.
Contra mi mejor juicio, lo miré. Sus piernas se extendían lánguidamente frente él. Él tronó sus nudillos, totalmente imperturbable. Impasible. Me pregunté por qué se había molestado con todo esto.
–¿Con qué te sobornó Dylan para conseguir que me invitaras a salir?
Él se giró hacia mí, incrédulo. –¿Estás loco?
No tenía una buena respuesta a esa pregunta.
–Zhan, yo le pregunté a Dylan –dijo.
Parpadeé. –¿Qué?
–Yo le pregunté a él acerca de ti. Cuando me pusiste en mi lugar después de inglés. Me enteré de que tenías un hermano y hable con él y…
Lo interrumpí. –Aprecio lo que estás tratando de hacer, pero no tienes que encubrir a Dylan.
La expresión de Yibo se endureció. El farol de la calle por encima de nosotros proyectó la sombra de sus pestañas en sus mejillas. –No lo estoy encubriendo. No querías hablar conmigo y yo no sabía… –Se detuvo y fijó su mirada en mí. –Yo no sabía qué hacer, ¿de acuerdo?. Tenía que conocerte.
Antes que mis labios pudieran formar la palabra “por qué”, él se adelantó.
–Cuando estábamos en el baño ese día, ¿recuerdas? –No esperó mi respuesta. –Cuando estuvimos allí, pensé que te tenía. –Una sonrisa maliciosa apareció por una fracción de segundo. –Pero entonces dijiste que habías escuchado “cosas” sobre mí, y esos chicos entraron. Yo no quería que hablaran chismes de ti. Era tu primera semana. Tú no deberías tener que lidiar con eso, sobre todo cuando nadie te conocía.
Me quedé sin palabras.
–Y entonces te vi en la fiesta en South Beach. Y lo decidí: “A la mierda, soy un bastardo egoísta, a quién le importa”. Ziyie se burló de mí por meditarlo toda la semana, y yo le dije que tú eras la razón. Y luego sólo... se acabó. Así que no, no estoy cubriendo a Dylan. No sé lo que estoy haciendo, pero no es eso. –Miró de frente a la oscuridad.
El cuarto de baño. El club. Yo estaba equivocado sobre todo.
¿O... la equivocación era yo?. Eso, esto, podría ser simplemente otro juego. Era tan difícil saber lo que era real.
Él apoyó su cabeza contra el reposacabezas, su pelo se alborotó. –Entonces, me parece que soy un idiota.
–Tal vez. –respondí.
Hizo una mueca, con los ojos cerrados.
–Pero bueno, podría ser peor. Podrías estar roto, como yo. –No había querido decir eso en voz alta.
–No estás roto –dijo él con firmeza.
Algo dentro de mí comenzó a rasgarse. –Tú no lo sabes. –Me dije a mí mismo que me detuviera… que me callara, pero no funcionó. –No me conoces. Sólo sabes lo que Dylan te dijo, y yo no le dejo a él ver todo. Hay algo malo en mí. –Mi voz se quebró y mi garganta se cerró, un sollozo quería escapar.
Maldita sea.
–Has tenido que pasar por…
Y me perdí. –No sabes lo que he pasado –le dije mientras dos lágrimas calientes se escapaban. –Dylan no lo sabe. Si lo hiciera, tendría que informárselo a nuestra madre y yo terminaría en un hospital mental. Así que, por favor, por favor no discutas conmigo cuando te digo que hay algo seriamente mal en mí. –Las palabras habían salido, pero una vez dichas, sentía cuan verdaderas eran. Podría tomar medicamentos, hacer terapia, lo que sea, pero conocía lo suficiente para saber que los psicóticos no pueden curar, sólo manejar. Y la desesperanza de eso fue de repente demasiado para soportar. –No hay nada que alguien pueda hacer para solucionarlo –dije en voz baja finalmente.
Pero entonces Yibo se giró hacia mí. Su cara era inusualmente abierta y honesta, pero sus ojos eran desafiantes, mientras sostenía mi mirada. Mi pulso se aceleró sin mi permiso.
–Déjame intentarlo.
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DESPERTAR • [YIZHAN | PRIMERA PARTE] (COMPLETA)
FanfictionXiao Zhan cree que la vida no puede hacerse más extraña que despertar en un hospital sin recordar cómo llegó allí. Y esta seguro de que después de todo lo que ha pasado, no podrá enamorarse. Esta equivocado. La historia de un Xiao Zhan adolescente c...