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Cuando Dylan y yo regresamos a la casa, los archivos de mi padre estaban esparcidos por toda la mesa del comedor. Escuchamos los sonidos de nuestros padres discutiendo incluso antes de cerrar la puerta. Hice una señal a Dylan para que la cerrara en silencio.

–Creo que necesitas solicitar una audiencia.

–Las declaraciones de apertura son el lunes. El lunes. Y hay una presentación de pruebas en la audiencia justo antes de eso. La jueza no dejará que me retire. Simplemente no hay manera.

¿Qué está pasando?

–Llama a Henry Laster, entonces. Pídele que te despida. Dile que le darás una referencia. El juez podría permitir un aplazamiento si él lo hace. Él querrá, ¿verdad?

–Lo dudo. Él está dispuesto a terminar con esto. –Escuché a mi padre suspirar. –¿Realmente crees que Zhan está tan grave?

Dylan y yo nos miramos a los ojos.

Mi madre no lo dudó. –Sí.

–No ha ocurrido desde la quemadura –dijo papá.

–Qué nosotros sepamos.

–¿Qué crees que está pasando?

–¿Lo has visto últimamente? Él no duerme. Creo que las cosas están peor de lo que él nos deja ver. Y el hecho de que tú estés en medio de un juicio por asesinato no está ayudando.

–¿Vale la pena que yo sea inhabilitado?

Mi madre hizo una pausa. –Podemos regresar a Chongqing si eso sucede –dijo en voz baja.

Esperaba a mi padre reír. O dar un suspiro de exasperación. O decir otra cosa contraria a eso.

–Muy bien –dijo mi padre, sin pausa. –Voy a llamar a Henry y dejarle saber que estoy fuera.

Mi estómago se retorció con la culpa. Caminé hacia la cocina, pero Dylan me agarró del brazo y sacudió la cabeza en silencio. Entrecerré los ojos.

Confía en mí, musitó con la boca. Los dos nos quedamos quietos mientras nuestro padre hablaba.

–Hola, ¿Henry?... Sí, soy yo, ¿cómo estás? No estoy muy bien, en realidad. –Después procedió a darle la noticia. Oí las palabras “inestable”, “trauma”, y “tratamiento psiquiátrico”. Mis ojos se clavaron en la cabeza de Dylan.

Después de unos minutos mi padre colgó el teléfono.

–¿Y bien? –dijo mi madre.

–Pensará en ello. Es un buen tipo –dijo mi padre en voz baja, mientras mi madre golpeaba los armarios abiertos.

Dylan me acercó a él. –Escúchame –susurró. –Vamos a ir allí y vas a actuar como si este hubiera sido el mejor día de tu vida. No digas nada sobre Morales, ¿de acuerdo? Yo manejaré la situación.

Ni siquiera tuve la oportunidad de responder antes de que Dylan cerrara la puerta detrás de nosotros en un movimiento exagerado.

La cabeza de mi madre apareció desde la cocina. –¡Hola, chicos! –dijo alegremente.

–Hola, mamá –dije, colocando una falsa sonrisa en mi cara. Estaba mareado y trastornado y lleno de culpa y teniendo dificultades para llegar a un acuerdo con el hecho de que ésta era mi vida. Entramos a la cocina para encontrar a mi padre sentado a la mesa. Sus ojos estaban rodeados de ojeras y se veía más delgado que de costumbre.

–Bueno, son mis hijos perdidos –dijo él sonriendo.

Me sequé la frente sudorosa y me moví a darle un beso en la mejilla.

–¿Cómo estuvo tu día?

Dylan me dio una mirada por encima de su hombro.

–¡Fantástico! –dije, con demasiado entusiasmo.

–Zhan ha estado ayudando a planear una fiesta sorpresa para Sussy –dijo Dylan, abriendo el refrigerador.

¿Huh?

–¿Ah, sí? –dijo mi madre. –¿Cuándo será?
Él tomó una manzana. –Esta noche –dijo, tomando un bocado. –Iremos en un par de horas. ¿Ustedes tienen algún plan?

Mi madre sacudió la cabeza.

–¿Dónde está Meg? –le pregunté.

–En casa de un amigo –dijo mamá.

Abrí la boca para sugerir que salieran, pero Dylan me ganó.

Mi madre miró a mi padre. –Tu padre está muy ocupado, creo.

Él le devolvió la mirada. Había miles de palabras no dichas en su mirada. –Creo que podría tomarme una noche libre.

–Genial –dijo Dylan. –Se lo merecen. Zhan y yo vamos a planear un poco, y luego iré a tomar una siesta antes de la fiesta.

Dios, podía besar a Dylan en estos momentos. –Yo también –dije, siguiendo su ejemplo.

Acaricié la mejilla de mi madre y me di la vuelta antes de que pudiera notar el fino brillo de sudor en mi piel. Me dirigí a mi habitación.

–¿Así que ustedes ya están listos para la noche? –llamó mi madre después de nosotros.

–¡Sí! –gritó Dylan. Asentí con la cabeza y me despedí con la mano antes de dar la vuelta a la esquina en el pasillo. Nos encontramos allí.

–Dylan…

Levantó sus manos. –No hay de qué. Sólo… relájate, ¿de acuerdo? Parece que vas a vomitar.

–¿Crees que se lo creyeron?

–Sí. Lo hiciste bien.

–¿Pero qué hay sobre el caso de papá? No lo puede dejar, no por mí… –Tragué saliva y traté de mantener el equilibrio.

–Haré un gran escándalo sobre lo bien que organizaste la fiesta mañana antes de que Yibo llegue aquí. Sobre cuán grandiosa fue tu ayuda con la fiesta.

–Eres increíble. En serio.

–Yo también te quiero, hermano. Ve a acostarte.

Dylan y yo nos dirigimos hacia nuestras respectivas habitaciones. Había oscurecido, el vello en la nuca de mi cuello se levantó al pasar junto a las fotos familiares. Mi volví hacia el otro lado, hacia las puertas francesas que daban a nuestro patio trasero. Con la luz del pasillo, la oscuridad parecía opaca y curiosa, cada vez que me acercaba al cristal, se apoderaba de mí el sentimiento de que había alguien, algo afuera, algo escurridizo, algo arrastrándose, algo, no. Nada. No había nada. Llegué a mi habitación y corrí a mi escritorio, por la botella de Zyprexa que estaba sobre él. Después de una semana, mi madre confió en mí lo suficiente como para mantener la botella en mi habitación. No recordaba si había tomado una esta mañana. Probablemente no lo había hecho. Era por eso todo lo ocurrido con Morales, fue una coincidencia que haya muerto. Ahogada. Una coincidencia. Saqué una pastilla con mi mano temblorosa, y luego la arrojé a mi garganta y la tragué sin agua. Bajó lentamente, dolorosamente, dejando un rastro amargo en mi lengua.

Me quité los zapatos y subí a mi cama, enterrando mi cara entre mis sábanas frescas. Era bien pasada la medianoche cuando me desperté, por segunda vez en mi vida, con alguien golpeando en la ventana de mi dormitorio.

El déjà vu se apoderó de mí, como una manta de lana húmeda, espinosa e incómoda. ¿Cuántas veces tenía que volver a vivir esto? Estaba ciego y nervioso cuando salí de la cama y me arrastré hasta la ventana. Mi corazón llegó a mi garganta cuando llegué a abrir las persianas, preparándome para ver el rostro de Jay.

Pero era el puño de Yibo el que estaba levantado.



DESPERTAR • [YIZHAN | PRIMERA PARTE] (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora