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Me quedé parado allí, completamente aturdido y mirando el campus vacío. El único amigo que había hecho en el poco tiempo que había estado aquí aparte de Yibo, se había ido. Sentí una mano en mi espalda. Me volví. El bello rostro de Yibo era un desastre. Un brillante moretón rojo florecía bajo su pómulo izquierdo, debajo de una maraña de cortes que se extendían desde la ceja hasta la oreja.

–Oh, Dios mío –susurré.

Él emitió una sonrisa pervertida. Luego hizo un gesto de dolor.

–Vamos. Tenemos que irnos. –Me llevó hacia el estacionamiento, mirando atrás sólo una vez antes de que entráramos a su auto. Pequeñas gotas de sangre se formaron sobre sus nudillos, luego cayeron sobre el tablero cuando puso el auto en marcha.

–¿Debemos ir al hospital?

Él sonrió una vez más. Lucía doloroso.

–Deberías ver al otro tipo.

–¿Qué hiciste?

–Oh, una vez que esté curado, debería ser capaz de llevar una vida normal.

Levanté las cejas.

–Estoy bromeando. –puso su mano sobre mi cabeza, revolvió mi cabello suavemente y de nuevo hizo un gesto de dolor. –Estará bien en unos pocos días, lamento decirlo –dijo apretando su mandíbula. –Tiene suerte de que lo dejé con vida. Si te amenaza una vez más, no lo haré. –Yibo volvió su vista hacia la carretera. –Pero mientras tanto, tengo que tomar mi suspensión mañana por esa cosa con Kurt la semana pasada, y si Adrien o April chismorrean... bueno. Voy a hacer buena letra, por así decirlo.

Cuando llegamos al camino de entrada de mi casa, Yibo estacionó el auto, pero no salimos de el.

–Nos vemos el viernes –dijo, levantando sus gafas de sol. –No creo que tus padres deban verme así. No ayudaría a nuestro caso.

–¿Nuestro caso?

Él se estiró para estrechar la parte de atrás de mi cuello, y deslizó su pulgar por el hueco debajo de mi oreja. Mi respiración se cortó con el movimiento.

–Me gustaría estar cerca de ti por un tiempo.

Mi corazón golpeó salvajemente contra mis costillas ante la sensación de su mano en mi cuello. Estaba incoherente. Lo que Jhonny había dicho y cómo Yibo lucía y lo cerca que estaba... los pensamientos se tropezaron en mi cerebro antes de que pudiera entenderlos.

–¿Dormiste con la hermana de Jhonny? –solté. Sin ninguna gracia.

La mano de Yibo se mantuvo en mi cuello, pero una expresión de divertido desdén inundó su rostro.

–¿Qué fue lo que él te dijo?

Bueno, yo había comenzado, ahora tenía que terminarlo. Tragué.

–Que no te gustó que él estuviera con Ziyie, así que lo hiciste por venganza.

Él estudió mis ojos. –¿Y le creíste?

De repente, mi garganta estaba seca. –¿Debería?

Él sostuvo mi mirada, su mano todavía en mi cuello. –Supongo –dijo con voz apagada. Sus ojos estaban tan oscuros, su expresión indescifrable.

Sabía que su respuesta tenía que importarme. Sabía que lo que Jhonny había dicho significaba algo; que yo era, y había sido, un tonto. Debía lanzarme hacia atrás y abofetearlo o por lo menos, salir del auto.

Pero luego su pulgar trazó mi piel y sin realmente darme cuenta, me incliné hacia él y apoyé la frente contra la suya. Sus párpados cayeron ante mi contacto.

–Realmente deberías ir al médico. –Fue todo lo que pude decir. Me odié por eso.
Su sonrisa no fue más que una elevación de una esquina de su boca. Su labio inferior estaba partido. Entonces me miró, y se inclinó más cerca. Sus ojos se posaron en mis labios.

–Estoy ocupado –dijo en una voz baja, haciendo una pausa, deteniéndose allí con sólo centímetros entre nosotros hasta que yo incliné mi rostro más cerca del suyo sin querer.

–No quiero hacerte daño –susurré, a pesar de que probablemente fuera yo quien saldría lastimado.

Nuestras narices se tocaron y hubo un sólo momento, perfecto, doloroso, separando nuestras bocas una de la otra.

–No puedes.

Alguien golpeó la ventanilla del lado del conductor, asustándome terriblemente. Me aparté. Yibo cerró los ojos por un instante, luego bajó la ventanilla.

Dylan y Meg estaban allí, el rostro de Dylan retorcido en una falsa desaprobación, mientras Meg sonreía.

–Lamento interrumpir –dijo Dylan, mirándome. –Sólo pensé que te gustaría saber que Mamá está cinco minutos detrás de nosotros.

–¿Qué le pasó a tu rostro? –preguntó Meg a Yibo, claramente impresionada.

Yibo medio se encogió de hombros. –Estuve en una pequeña pelea.

–Genial. –dijo Meg.

–¿Quieres entrar? –preguntó Dylan a Yibo. –¿Conseguir un poco de hielo para eso?

Yibo miró el reloj. –¿Cinco minutos?

–Ella tenía que parar en la tintorería. Puedes hacerlo si te apuras.

Salimos del coche y los cuatro nos dirigimos hacia la casa. Meg abrió la puerta y corrió hacia la cocina para conseguir hielo para el rostro de Yibo. Dylan revolvió el correo en la mesa apoyada contra la pared.

–¿Qué afortunada institución de educación superior me ha aceptado hoy? –preguntó, mientras mantenía los ojos en los sobres. –Ah, Harvard. Eso es agradable. ¡Y Stanford!.

Yibo miró la pila con atención.

–Y Northwestern. Y NYU. Deberías ir a NYU. Más diversidad. No es saludable tener demasiados genios apiñados en un mismo campus.

DESPERTAR • [YIZHAN | PRIMERA PARTE] (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora