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Me acomodé en el asiento, consciente de nuestra proximidad. Yibo metió la mano en su bolsillo y sacó un paquete de cigarrillos, luego un encendedor. Hablé antes de poder detenerme.

-¿Fumas?

Él hizo brillar una pequeña y traviesa sonrisa hacia mí. -¿Quieres uno? -preguntó.

Cada vez que él arqueaba sus cejas de esa manera, su frente se arrugaba de la manera más atractiva.

Evité sus ojos.

-No, no me gustaría uno. Los cigarrillos son repugnantes.

Yibo colocó el paquete en el bolsillo superior de su camisa. -No tengo que fumar si te molesta -dijo, pero la forma en que lo dijo me llevó al límite.

-No me molesta a mí -dije- Si no te importa a ti aparentar cuarenta años de edad a los veinte, oliendo como un cenicero y consiguiendo un cáncer de pulmón, ¿por qué habría de molestarme? -Las palabras salieron de mi boca. Era muy desagradable, pero no podía evitarlo; Yibo sacaba lo peor de mí. Sintiéndome un poco culpable, me giré ligeramente hacia él para ver si estaba molesto. Sólo parecía divertido.

-Encuentro emocionante que siempre que enciendo uno, los estadounidenses me miran como si fuera a orinar sobre sus hijos. Y gracias por tu preocupación, pero nunca me he sentido mal un día en mi vida.

-Que bueno por ti.

-Es bueno, sí. Ahora, ¿te importaría si llevó a esta perra hambrienta, que está en la parte trasera de mi coche, al veterinario?
Y la culpa se había ido. Una corriente de calor se extendió desde mis mejillas a mi clavícula. -Lo siento, ¿conducir y hablar es demasiado complicado?. No hay problema, me callaré. -le respondí.

Yibo abrió la boca como si fuera a decir algo, y luego la cerró nuevamente y sacudió la cabeza. Salió del estacionamiento y nos sumergimos en un silencio incómodo

Cuando llegamos a la oficina del veterinario, Yibo salió del auto y comenzó a caminar hacia el lado del pasajero. Abrí mi puerta, en caso de que él tuviera en mente abrirla. No cambió su forma de andar juguetona; en vez de eso, abrió la puerta de atrás y tomó a la perra. La tapicería estaba misericordiosamente libre de fluidos corporales caninos. Pero, en lugar de colocarla en el suelo, Yibo la llevó todo el camino hasta la puerta del edificio. Ella acaricio su pecho con el hocico.

Traidora.

Mientras nos acercamos a la puerta, me preguntó cuál era su nombre.

Me encogí de hombros. -No tengo idea. Ya te lo dije, la encontré hace diez minutos.

-Sí -dijo Yibo, inclinando su cabeza hacia un lado. -Me lo dijiste. Pero van a necesitar un nombre para registrarla.

-Bueno, elige uno -Cambié de un pie a otro mi peso, poniéndome cada vez más nervioso. No tenía idea de cómo iba a pagar la visita al veterinario, o lo que diría una vez que estuviéramos dentro.

-Hmm -Murmuró Yibo. Él miraba la perra con una expresión seria. -¿Cuál es tu nombre?

Eché mi cabeza hacia atrás exasperado. Sólo quería terminar con esto.

Yibo me ignoró, siguiendo con su momento dulce. Después de una eternidad, él sonrió.

-Molly. Tu nombre es Molly -le dijo a la perra.

Ella ni siquiera lo miró; todavía estaba enroscada cómodamente en sus brazos.

-¿Podemos entrar ahora? -le pregunté.

-Qué carácter tienes -declaró. -Ahora sé un caballero y abre la puerta por mí. Mis manos están ocupadas.

Obedecí, haciendo caras todo el tiempo.

DESPERTAR • [YIZHAN | PRIMERA PARTE] (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora