..::_ La Leyenda del Charro Negro_ ::..

- - - - - - Capitulo 1: Una deuda. - - - - - -

La ambición y el deseo, son consejeros peligrosos, siembran el mal y causan que las personas nublen su juicio y así cometan los actos más horribles, dignos del mismo demonio.

Dañando a seres inocentes, aun así, nada se compara al miedo, este saca la verdadera cara de las personas ante situaciones fuera de su control.

Hay gente que saca provecho de esto, para tomar lo más valioso de las personas, pero, estos no siempre son bienes materiales.

Era una noche tranquila como muchas otras, la luna brillaba a todo su esplendor, la calma inundaba a aquel lugar, a lo lejos se podía escuchar el aullar de los coyotes, la brisa de la noche era fría, pero refrescante al mismo tiempo, todo era calma y soledad por esos parajes.

Aquella calma era tranquilizadora, aun así, esta paz no duro mucho. Aquel cielo, se fue opacando por negros y gigantescos nubarrones que amenazaban aquel valle, la poca flora que habitaba en aquel lugar, se movía estrepitosamente con el soplar del viento, algunos animales callaron sus cantos nocturnos y corrieron a esconderse en sus madrigueras, en la copa de los árboles o cualquier lugar que les diera refugio esa noche.

Aquel valle se encontraba rodeado por grandes cerros, entre todos estos, uno destacaba de los demás con su imponente altura y silueta. Al pie de este, un antiguo pueblo en ruinas aún se alzaba pese al abandono y la soledad del lugar. Conforme las nubes avanzaban rápidamente, envolvieron en tinieblas todo a su paso, dejando en penumbras aquel sitio.

La oscuridad era su ama y señora, a lo lejos, una luz roja comenzó a emerger de aquel inmenso cerro, la luz era similar a la de la flama de una fogata. Esta salía de una cueva localizada en el mismo cerro, conforme uno se adentraba en el lugar, la oscuridad se desvanecía gracias a esa luz, una serie de túneles poco a poco se iban iluminando con unas antorchas meticulosamente colocadas en las paredes de la cueva, marcando el camino a las profundidades de esta, al final del camino, un gran puente de piedra apareció.

Este puente no era el único, 4 más que se alzaban ahí mismo, conectando las cuevas a una especie de isla, en esta había una edificación parecida a una hacienda de aspecto lúgubre pero lujoso, bajo los pilares del puente, un rio de lava comenzó a brotar de la tierra, la luz de la lava iluminaba ese sitio, dándole una apariencia demoniaca, parecía el mismo infierno.

Los pasillos de aquel majestuoso lugar, poco a poco se iluminaron por sí solos, uno a uno, hasta que finalmente, la luz inundo una gran habitación de tonos rojos y cafés, elegantemente decorada con muebles de madera y terciopelo, junto a una gran ventana, con cortinas de un color rojo sangriento, había una gran silla, sentado ahí, un hombre vestido de charro se encontraba reposando, su traje era de color negro y adornos de oro, con un gran sobrero de los mismos colores, lentamente este se reincorporó de su asiento, abrió los ojos de par en par, estos brillaban intensamente de un color rojo, camino con un paso muy sereno hacia un gran espejo en una de las paredes, el agudo sonido de sus espuelas lo seguía, se detuvo a mirarse en tal objeto unos segundos, tras arreglarse el cabello y el listón rojo que decoraba su impecable traje, se acomodó el sombrero y se dirigió a una gran puerta que, ante la presencia de este hombre, esta se abrió sola.

Conforme avanzaba por los pasillos, todas las puertas se abrían de par en par, una por una, hasta que finalmente llego a una gran puerta adornada con figuras de madera tallada en ella. Al abrirse, esta dio paso a una gran biblioteca con estantes llenos de libros de todos colores y tamaños. Con paso lento pero firme, se dirigió al centro de la habitación.

Las velas que reposaban en las mesas y estantes, se alzaron en el aire por si solas, a la vez que se encendían. La luz que proyectaban las velas, creaba espeluznantes sombras en el suelo y las paredes, moviéndose de un lado a otro, casi parecían tener vida propia.