..::_ La Leyenda del Charro Negro_ ::..

- - - - - - Capitulo 10: El pacto. - - - - - -

En la hacienda, todo permanecía en calma, todos dormían apaciblemente en sus camas, incluyendo el padre Chuy, después de tantos días de esfuerzo y trabajo duro, sintió que por fin encontró respuestas a sus dudas. Pero el sueño y el agotamiento lo llevo a caer dormido desde muy temprano.

Valentina y Santiago habían decidido dormir juntos esa noche, ella se encontraba muy perturbada ante lo dicho por el músico, tenia tanto miedo por él, lo quería tanto, había perdido ya a su mamá, a su papá, su hogar, lo había perdido todo. Ahora perderlo a el sería demásiado para ella.

Después de algunas horas, Santiago logró dormir a Valentina en sus brazos, cómo si de un bebé se tratara, el también estaba un poco asustado, pero no podía huir. Mientras Valentina estuviera junto a él, nada lo haría rendirse, no aún. Ambos dormían profundamente abrazados el uno de otro, se sentia tan tibio y seguro estar así, ignorando el peligro que corria el cantante.

Un cuervo de plumaje oscuro cual carbón, se encontraba posado en la ventana de la habitación del muchacho, una leve brisa abrió la ventana lentamente. El cuervo entró y observó al joven unos instantes con aquellos ojos rojos. Solo la luna y las estrellas fueron testigos de aquella escena, en la que aquel cuervo se convertía en una serpiente y se deslizaba dentro del cuarto.

Está avanzó sigilosamente hasta la cama, donde aquellos chicos dormían. Santiago se despertó de golpe, algo o más bien alguien lo había despertado. Podría jurar que escucho a alguien susurrar su nombre. Al levantarse de la cama, se frotó los ojos un poco para despertar, aun era de noche. Cuando volvió un poco en si, observo que la ventana estaba abierta, estaba muy seguro de haberla cerrado.

Al reincorporase de la cama para cerrar la ventana, notó algo negro en el piso que llamó su atención, al agacharse para ver de que se trataba, vio que era una pluma de cuervo justo debajo de la ventana.

El chico supuso que tal vez los niños habían estado molestando a las aves otra vez, eso le molestaba, no le gustaba que mataran o hirieran a esos pobres animales que, a fin de cuentas, solo buscan alimento para sus crías. Justo por eso el otro dia les había quitado las canicas a los niños. Las habían usado como proyectil en una resortera para intentar tirar un nido de golondrinas. Al ver eso, gato les dio una buena regañiza y una leve palmada a cada uno de los involucrados, no le gustaba tener que hacer eso, pero solo así entendían. Cerró la ventana y puso la pluma en el librero.

Tras revisar el cuarto, no notó nada raro, solo le faltaba revisar bajo la cama, una vez que se acercó a ella lentamente lavanto la cobija. Para sorpresa, nada, solo el piso de madera, sus zapatos y una que otra pluma negra, esto le extraño, probablemente la pobre ave había logrado huir. Con la luz del dia podría ver mejor, dio un bostezo y se dirigio a la cama para acostarse. Cuando levanto la sabana, lo que vio, le congelo la sangre.

Ahi, entre las cobijas de la cama, había una enorme serpiente, para ser exactos, una cobra. El muchacho intento no moverse, se quedó lo más quieto posible para no provocar a ese animal. Sin embargo, olvidó que Valentina seguía en la cama, aquel ser miraba fijamente a los ojos del pelinegro, como leyendo su temor.

La cobra era diferente a los otros animales que habian capturado recientemente. Este estaba muy detallado inclusive parecia una especie de adorno hecho a mano con oro y piedras preciosas, lo que más destacaba, eran sus ojos rojos y brillantes en esa oscuridad. El animal comenzó a acercarse a la chica que aun permanecía en la cama, era como si esa serpiente intententara hacer que el muchacho se acercara un poco más.

Santigo no pensó las cosas dos veces, en un movimiento rápido, tomó al animal lo más cerca que pudo de la cabeza, pero no lo suficiente. Fue muy tarde para reaccionar, la serpiente alcanzó a voltear la cabeza y clavar sus filosos colmillos en el hombro derecho del chico, Santiago soltó un grito de dolor que intentó acallar, rapidamente se quitó al animal de encima y lo arrojó con fuerza hacia una de las paredes. Un ardor fuerte invadió la herida casi de inmediato, sentía como su cuerpo comenzaba a arder, como si estuviese en pleno sol de verano en el desierto.