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Hoy, me cambió de habitación.

Mi antigua habitación no estaba mal pero hoy me di cuenta de que una de las pocas habitación que siempre permanecía cerrada con seguro, estaba abierta.

Tenía mucho espacio y una bonita vista gracias a su espacioso balcón.

Hasta tenía un par de plantas que parecían ser nuevas, era más que obvio que ésa habitación es para mí.

No quiero molestar a los sirvientes así que me estoy haciendo cargo de trasladar mis cosas por mi propia cuenta.

¿Mis cosas eran muchas?
Para nada, sólo una almohada suavecita y dos vestidos que me dio Nina.

Las dejé sobre mi nueva cama mientras deseaba con todas mis fuerzas que terminé el día y así me pueda acostar.

-¿Qué haces aquí?

Oí una voz molesta detrás de mí y me di media vuelta para ver al ex dueño de mi castillo.

Rodando los ojos y cruzandome de brazos, me hice a un lado para que vea mis cosas.

Él pareció procesar en su pequeña cabezita lo que pasaba y pronto me miró con asombro.

-¿Te estás cambiando de habitación?

¡Aleluya! Sí puede pensar.

Con atrevimiento, agarró mis cosas de la cama y me las dio.

-Éso sí que no, está habitación es mía, siempre lo fue y siempre lo será.

¡Pero que atrevido!

Negandome a que haga lo que se le plazca en mi casillo, le empuje mis cosas en señal de que no me iría.

-¡No seas terca!
Tu ya tienes habitación y no está nada mal, antes solían dormir cuatro empleadas de tanto espacio que tiene.

A mí que, en está habitación pueden dormir ocho empleadas y la reclamó como la dueña del castillo.

-Sé más agradecida, mocosa engreída.

Me dijo ése "caballero" mientras seguíamos luchando para uno recibir mis cosas.

No sé que significa engreída pero la suya por si acaso.

Dispuesta a darle una patada en su espinilla, estaba preparando mi pie izquierdo pero ése tipo tan... osado, rozó sus dedos con mis manos.

Alejandome desconternada con mis cosas en manos, él, sonrió.

-Así está mejor.

De manera presumida se cruzó de brazos y sonrió.

¡Argh! No me gusta cuando los hombres se creen mejor que yo.

Dejé caer mis cosas al suelo y de un saltó, me subí a ésa cama y le saque la lengua a ése tonto.

¡Wow! En verdad esta cama es la mejor, mis pompis me lo agradecen.

-Tienes tres segundos para salir...

Me dijo con su ceño fruncido, aún de brazos cruzados.

¡Uy! Mira como tiemblo y me apuró en salir de MI cama.

-Uno...

Se volteó en dirección de la cama y yo me puse a mover mis pies en el aire ya que no alcanzaban el suelo.

-Dos...

Dio un paso y se acercó a MI cama mientras me miraba con seriedad y yo a él con una sonrisa.

¿Se supone qué por estar serio me vas a asustar?

Pues no, yo hago que se arrodillen hombres mas rudos que tu antes del desayuno.

La luz del castilloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora