Era una civilización viviendo en el interior de bosque. Los territorios extensos estaban divididos, nadie cazaba ni sacaba algo del terreno del otro sin autorización, respetaban muy bien las normas impuestas por sus líderes, hace ya varios años.
Llegado casi al centro de cada territorio, estaba entre los árboles, en el suelo, en cuevas, todo tipo de casas de quienes habitaban allí.
Había personas que tenían colas felpudas, otros largas y de pelaje corto. También había quienes tenían unos rabos pequeños, todo variaba dependiendo la especie que heredaban de sus padres.
Habían de especie carnívora y herbívora. Algunos podían volar con aquellas grandes alas en sus espaldas. Muchos tenían la habilidad heredada de sus especies. Rápidos, lentos, fuertes, letales.
Los días de caza se agrupaban para poder ir en grupo, se dividían entre el extenso territorio, en busca de sus presas. A veces usaban sus formas de animales completas, para poder ir más rápido.
Amaban poder correr, trepar, saltar obstáculos y sentir el corazón bombear rápidamente mientras iban detrás de su presa. Otros eran más sigilosos, estaban entre la maleza acercándose lentamente, intentaban no hacer ruido para no alertar al animal en la mira, antes de saltar a dar el ataque o correrlo a una distancia más reducida.
La presa corría con desespero para poder huir. No veía nada a su alrededor, solo hacia delante para escapar de la muerte detrás suyo.
Unas suaves patas, que pisaban en el suelo de manera sigilosa, seguían de cerca a la presa, tenía que apresurarse y saltar para atraparlo. Solo un poco más.
Estaba a punto de dar aquel brinco, para saltar al cuello del venado que, a pesar de ser de distinto tamaño, podía derribarlo con sus afiladas garras y fuertes colmillos, pero su hazaña se vio interrumpida, por un animal más grande y salvaje.
Ambos cuerpos rodaron en el suelo, un gruñido rabioso proveniente del lobo de gran tamaño que sujeto por el cuello al venado y de un movimiento, se lo quebró. El cuerpo quedó colgando de sus fauces, ahora era peso muerto.
-Esa era, mi presa...-Gruño llamando la atención del otro.
-Estás en nuestras tierras, pequeño zorrito... -Sonrió el lobo, una vez soltó al animal, que cayó al suelo de manera seca.
Las pequeñas patas fueron reemplazadas por manos y pies, volviéndose humano frente al otro que le imitó.
Sus rostros se encontraban cubiertos por unas mascaras que los cubrían casi por completo. Eran de madera fina, talladas y coloridas con los rasgos de su especie. Finalizaba el borde con la mandíbula superior de su forma animal, dejando solo descubierta sus bocas, sus ojos siquiera podían verse, ante la forma de sus máscaras.
-Está en tus tierras, porque tú lo embestiste brutalmente ahí...-Hablaban a una pequeña distancia. Pasar el territorio de la otra tribu, no era algo ilegal, mientras no se robaran nada.
-Iba a pasar de todos modos, esto es estrategia...-Sonrió el macho, antes de inclinarse, para levantar al venado encima de su hombro. Era fuerte- Suerte a la próxima, pequeño zorrito...
El joven de cabello rubio gruño por lo bajo. Sus orejas en su cabeza se echaron hacía atrás en señal de amenaza. No iba a dejar que las cosas quedarán así.
Había muchos animales de presa, que iba y venían entre los territorios. Que uno haya pasado por unos pocos metros las tierras del otro, no lo volvía su completa propiedad, como lo vio el joven lobo.
Pasó apenas una semana, volvieron a ir de cacería la tribu del Norte, donde pertenecía aquel macho lobezno. Eran de ir solos, se dispersaban y no iban en grupo. No formaban estrategia, ni eran sigilosos, todo lo contrario.
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30 vidas no es suficiente
Random30 días Challenge con la pareja BokuTsukki. Imagen de la portada, créditos correspondientes a su artista. Los personajes no me pertenecen. Pertenecen a Haruichi