~Ficción~

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—¡Es hora de levantarse! Hoy hace un hermoso día.

Las cortinas impedían el paso de aquellos intensos rayos de luz. Con solo accionar un pequeño botón, las cortinas se abrían de par en par.

Kei apenas abría sus ojos cuando fue cegado. Solo las sábanas le salvaron de seguir siendo asaltado por la intensa luz.

—Vamos Tsukki, el desayuno está listo...—Le decía aquella voz grave, más cerca suyo. Sintió el peso a su lado. Inconscientemente se encogió en su lugar, pero no sintió nada sobre él.

Retiró de a poco las mantas de su cabeza, miró aquellos ojos brillantes y la sonrisa radiante que le dedicaba.

—Buenos días Tsukki.

—Buenos días...—Susurro sentándose en la cama. Frotó sus ojos, aun viendo de a momentos, al parpadear, una mancha en su visión que poco a poco se desvanecía. Frente suyo, la mano contraria le entregaba sus lentes.

—¿Qué haremos hoy? Es tu día libre.

Tsukishima regresaba del baño. Estaba mejor peinado, sentía su aliento fresco a menta y su rostro limpio, como cada mañana.

—Debemos hacer las compras. La despensa está vacía —Comentó viendo hacia la alacena, antes de darle una mordida a su tostada— Está rico...

—Crujiente, pero no demasiado —Sonreía el de hebras bicolores— Hoy permanecerá soleado y despejado.

—¿Lo dijeron en las noticias? —Le preguntó viendo su asentir— Me gustaba cuando fallabas en tu pronóstico...

—Yo no me equivoco —Hizo un puchero ante sus palabras.

—Lo sé. Ya no te equivocas más. Estuvo delicioso, iré a prepararme para ir de compras.

—Yo lavaré —Se ofreció y juntó todo para poder dejarlo limpio.

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Sus ojos se abrieron y miraron a su alrededor. Se levantó de la cama y miró el reloj a un lado.

—Pronto llegará de trabajar —Sonrió, para proseguir a ir a la cocina y preparar la cena.

Pasaron las horas y no había noticias del rubio. Se empezó a inquietar, había intentado llamarle, pero su teléfono daba al buzón de voz, indicándole que estaba apagado. La comida se había enfriado ya por tercera vez. Iba a recalentarla de nuevo, hasta que escuchó la puerta ser abierta.

—Tsukki, bienvenido, estuve esperándote...

Su sonrisa desapareció al verlo en ese estado. Apestaba a cigarrillo y alcohol. Se acercó al instante que vio cómo su equilibrio parecía fallar.

—¡Suéltame! Estás frío...— Gruñó empujando el fornido cuerpo contrario —Tsukki...

—¡No me digas de ese modo! —Le gritó esta vez. Sus ojos estaban rojos al igual que su nariz— ¡No me llames así! —En su mano estaba su maletín de trabajo, el cuál le arrojó.

Reaccionó a cubrirse a tiempo de aquella agresión. Lo miró unos segundos, antes de acercarse y rodearlo suavemente.

—Necesitas un baño frío para que estés más lúcido. Nunca fuiste muy bueno con el alcohol...

—¿Y tú qué sabes? —Le respondió arrastrando las palabras, al igual que sus pies al caminar.

El agua congelada le hizo volver en sí. Quedó temblando mientras abrazaba su cuerpo desnudo. Aun tiritaba cuando le envolvió con la toalla y le llevó a la cama, donde le cambió con ropa más abrigada.

30 vidas no es suficienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora