~Momento ardiente~

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Todo aquel que conociera a Bokuto Kotarou, diría que es alguien divertido, enérgico, algo bipolar, pero buena persona. Se interesaba por el bienestar de los demás, se preocupaba por su familia, amigos y alimentaba a animales de calle. Gustaba de poder pasar buenos momentos con sus allegados, practicar su deporte favorito y estar con su hermoso novio, Tsukishima Kei.

Quienes los vieran pensarían que eran una pareja dispareja, pero que congeniaban, de todos modos, muy bien. Se podía ver en los ojos de Bokuto el gran amor que le tenía y aunque Kei intentara ocultarlo, el brillo en su mirada no podía pasar desapercibido, como tampoco el pequeño sonrojo en sus mejillas, cuando le robaba un beso.

Muchos quisieran tener a alguien tan romántico como lo era el de cabellos bicolores. Era gracioso, amistoso, quería estar para todos quienes los conociera, sin esperar nada a cambio. Sin dudas, un hombre ideal para algunos, pero Tsukishima sabía algo que los demás no.

Bokuto no era siempre un ser de luz.

El pie del rubio se movía de manera algo ansiosa contra el suelo. Esa noche habían ido a un bar a beber unas cervezas con sus amigos. Bokuto charlaba animadamente con Kuroo y Akaashi sobre su último partido, siempre con emoción.

-¿Te sientes bien Tsukki?, ¿Ya se te subió la cerveza a la cabeza? -Se reía el de cabello despeinado que recibió un pequeño codazo de parte de su pareja.

-Tu tampoco eres muy bueno con el alcohol -Le recordó para que no se burlara.

-¿Te sientes bien? -Bokuto preguntó en voz baja, viéndole asentir, antes de dar un sorbo largo a su cerveza. Terminando el menor por hundirse entre sus manos un instante.

-Debo ir al baño, con permiso...

No les dio tiempo a responder a ninguno de los tres. Lo vieron retirarse con paso rápido hacía el pasillo del bar, donde se encontraban los baños.

Apenas ingresó a los sanitarios, fue a lavarse el rostro. Dejó sus lentes a un lado y se refrescó la cara, logrando ver sus mejillas algo sonrojadas, las cusles secó suavemente con una servilleta de papel. Se sostenía del lavamanos, mantenía el movimiento errático de su pierna mientras mordía su labio, ahogando una queja.

-Maldición...-Susurró antes de apresurarse a uno de los baños. No podía mover bien sus manos mientras intentaba retirarse el cinturón.

-Kei... ¿Qué estás haciendo?

La voz grave y lenta hicieron que el cuerpo del rubio se estremeciera de pies a cabeza de manera automática. Sus piernas temblaban ligeramente y debió morderse el labio con fuerza cuando sintió una descarga recorrerle por completo.

-Abre la puerta Kei...

Su mano de manera temblorosa fue al seguro que había puesto. Lo giró con lentitud para retirarlo, dejándole la oportunidad a Bokuto de entrar. Sus ojos llenos de luz tenían un brillo distinto, uno más oscuro, y su sonrisa radiante ya no estaba.

-¿Qué ibas a hacer? -Le preguntaba mientras ponía el seguro de nuevo.

-Duele Bokuto, ya basta, fue suficiente -Murmuró manteniendo su voz baja ya que no dejaban de estar en un lugar público.

-¿Tú crees? -Sus labios se estiraron en una sonrisa ladina.

Los ojos de rubio se abrieron en grande y por poco caía al suelo de no ser por Bokuto que lo sostuvo a tiempo. La mano del menor cubrió su propia boca para evitar soltar sonido alguno, quedando ahogado todo en su garganta, hasta que se estremeció por completo.

-Ahora si fue suficiente...-Habló el mayor cerca de su oreja, generándole otro pequeño temblor al cuerpo del menor.

Sus manos con tranquilidad se fueron a los costados de su pantalón, logrando bajarlo sin problema alguno. La prenda cayó al suelo con la ropa interior. Tsukishima se aferraba aún de manera débil a su cuerpo, mientras una de las manos grandes de su pareja se paseaba por la suave piel de su trasero, llegando a aquel objeto que retiró suavemente.

Un débil gemido escapó de sus labios, cuando aquel largo vibrador fue sacado de su interior, escuchándose su zumbido fuerte, hasta que Bokuto lo apagó.

-Dijiste que hasta llegar a casa lo aguantarías. Parece que gané de nuevo...-Hablaba Bokuto de manera victoriosa, notándose su regocijo en cada una de las palabras- Esta parte de aquí sigue húmeda y ansiosa... ¿Prefiere este juguete de plástico, antes que a mí? Creo que debería recordarle cual es mejor...

En esa instancia, Tsukishima no podía poner oposición. Su cuerpo estaba acostumbrado aquellos objetos que Bokuto controlaba cuando salían juntos. No eran los único que tenía ni que usaba en él.

En la intimidad, era alguien completamente distinto, le había envuelto en esa placentera experiencia que le llevaba a la locura. Las sensaciones cuando lo ataba, la dulce y exasperante tortura que le recorría todo su cuerpo controlado y manipulado por su gran energía hasta llevarle a tocar el cielo en cada una de aquellas nuevas ideas.

No se dejaban llevar de manera impulsiva. Siempre todo era bien pensado por Bokuto. En la entrada del sanitario, había un cartel que impedía el ingreso por estar fuera de servicio. De ese modo podía darse aquella libertad de embestir el cuerpo adiestrado de Tsukishima que se ahogaba en el placer brindado.

Eso era parte de su juego, de sus diversiones, aunque el rubio no quisiera admitir ser partícipe de todo eso. No aceptaría en voz alta ser el sumiso a pesar de dejar que partes de su piel tuvieran marcas de amarres y azotes. Ni diría de aquel pequeño armario oculto donde conservaba todas las prendas que podían volver loco a su pareja cuando las vestía solo para él.

Nunca se imaginó experimentando aquel tipo de actividades durante el sexo. Bokuto había conseguido que cada pequeña sensación de dolor, su cuerpo la transformara, automáticamente, en un gran placer. Había eliminado la timidez, el decoro, la vergüenza y solo podía sentir ansias cada vez que obtenían algo nuevo con lo que pudiera jugar en su cuerpo.

La razón se desconectaba automáticamente de su cerebro, solo quería sentirse bien como también brindar lo mismo a su pareja. Bokuto estaba orgulloso de su trabajo, nunca olvidaría la primera vez que Tsukishima accedió a que pudiera envolver su hermoso cuerpo con una larga soga roja. Ese fue el detonante de todos los oscuros deseos del mayor que retenía para sí mismo.

Nunca se cansaría de aquel delgado y entrenado cuerpo que respondía solo a él. Que, con tocar en ciertos puntos, podía bajar por completo sus defensas y que se entregara donde sea, como en aquella ocasión. Dejándolo tembloroso y con su esencia deslizándose por sus largas y perfectas piernas.

-¿Qué haremos con esto? No tenemos donde guardarlo...-Había limpiado el vibrador, en lo que Tsukishima se limpiaba dentro del sanitario.

-Puedes ponerlo aquí, hasta que lleguemos a casa...-Sugirió sonriendo. Estaba despeinado, sus lentes torcidos por la reciente actividad salvaje que tuvieron, pero aún tenía energías.

Bokuto sonrió al verle mostrar con descaro su entrada para poder dejar aquel juguete. Nadie podría imaginar tal imagen del rubio en ese estado, solo él tenía ese privilegio.

Tsukishima era el único que sabía cómo era auténticamente Bokuto. Su personalidad era auténtica, su cariño por sus amigos y familiares era real, tanto como su lado oscuro y dominante que solo a él le mostró, con el único propósito de arrastrarlo consigo.  

30 vidas no es suficienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora