~Amor eterno~

109 8 4
                                    

Muchos se preguntan qué sucede cuando morimos. Si volvemos a nacer o permanecemos en el mismo mundo entre las personas que queremos y cuidamos. Algunos incluso creen en las dimensiones o distintos universos.

Las almas abandonan el cuerpo, el lugar físico donde permanecieron durante años, pero nunca mueren, siguen viviendo en un lugar brillante donde no existe el tiempo, tiene distintos tipos de nombres que las personas le dan.

No hay un suelo, ni cielo, tampoco sol o luna. Hay espirales brillantes, luces tenues que se mueven con lentitud por el aire, flotan en aquella nada donde muchas almas se reúnen luego de una larga espera.

–Llegaste...

Una pequeña esfera de luz anaranjada permanecía quieta, mientras otra un poco más grande de color amarilla, se acercaba hasta ella.

–Fue una vida larga, lamento la espera... –Fue la respuesta del recién llegado.

Poco a poco, fueron creciendo aquellos dos orbes, tomando una forma física. Brazos, piernas, un cuerpo desnudo que era envuelto por aquellas luces que iban y venían por todo aquel amplió universo. Sus cabellos se movían suavemente como si estuvieran sumergidos bajo el agua, podían tocarse y ese fue el primer contacto que tuvieron al abrazarse.

–Perdona por haberme ido antes. Tuve un cuerpo débil –Pedía disculpas mientras sus dedos algo transparentes, acariciaban el rostro contrario.

–No es tu culpa Kei. No podía evitarse. Yo sabía que volvería a verte, somos almas gemelas...

–Me alegra volver a verte Kotarou... –La sonrisa en ambos, era auténtica.

En la zona de su pecho, había una luz brillante, sus almas que ahora se sentían completas al volver a estar unidas. Igual a aquel hilo rojizo que flotaba casi envolviéndolos, ligados a sus meñiques y que fue la guía que llevó a Bokuto con Tsukishima, cuando su alma abandono su antiguo cuerpo.

–¿A dónde iremos esta vez? –Le preguntó, antes de ser silenciado, con un dedo sobre sus labios.

–No hay prisa. Permíteme estar así, un poco más. Aquí no hay tiempo, no hay quien nos apresure –Decía Tsukishima mientras se abrazaba al otro, sintiendo la calidez de los dos que por años espero.

–Nuestra hija conoció a un buen muchacho...–Susurró al cabo de un pequeño rato.

–Lo vi. Será feliz, al igual que todos nuestros hijos...–Dijo al contemplar a su alrededor todas aquellas esferas de luz que los rodeaban. Todas tenían un brillo distinto– Amo a cada uno de ellos...

–Son nuestros...–Sonrió Bokuto al posar su mano debajo de uno– Llegará el momento en que encuentren a su alma gemela y estarán así, como nosotros...

–Siendo felices –Completó posando su mano bajo la contraria, viendo juntos aquella alma que brillaba, pudiendo ver en ese instante, como uno de sus pequeños, encontraba a su destinado.

Sonrieron antes de cerrar sus ojos, pudiendo sentir juntos aquel sentimiento.

–Muchos tienen largas vidas...–Comentó viendo los pocos que tenían, porque así lo decidieron.

No muy lejos, podían ver distintas almas enlazadas al igual ellos. Conversaban, se reencontraban y se envolvían en los brazos del otro.

–Me tomó solo una vida para poder encontrarte. Fui afortunado –Bokuto besó los finos labios de su pareja, compartiendo aquel contacto sin prisa alguna, sin necesidad del oxígeno para respirar en aquel lugar.

–Algunas vidas fueron dolorosas. Solo cuando abandonamos nuestros cuerpos, todos los recuerdos vuelven a nosotros... –Recordarlo, dolía en alma y Bokuto, podía sentirlo perfectamente, eran uno.

30 vidas no es suficienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora