En la vida hay etapas, momentos que algunos planean experimentar y vivir, otras llegan sin ser anunciadas ni esperadas. A medida que crecemos pensamos, imaginamos y con el pasar de los años, planeamos e ideamos que camino queremos cruzar, o lo que uno mismo arma con esfuerzo y dedicación.
Tsukishima desde pequeño admiró a su hermano y supo que deporte quería practicar. Al crecer, descubrió cual quería ser su profesión, que estudiar y llenarse de mucho más conocimiento. Debía ir a una universidad, en un futuro se mudaría de su casa, en la cual vivía con su madre y tendría posiblemente muchos empleos de medio tiempo.
Su mente estaba constantemente ideando, creía que nada lo podía tomar desprevenido ni hacer que sus proyectos fueran cambiados, hasta que conoció a Bokuto. Fue un camino completamente nuevo el que se abrió paso frente suyo, que lo atrajo y que no supo en que momento empezó a atravesar.
Incluso estando en un sendero distinto, sus objetivos se clavaron a lo largo. En muchos baches que tuvo, Bokuto lo levantaba para que continuara y él también hizo lo mismo por su pareja. Ambos se ayudaban mutuamente, descubrían cosas nuevas juntos y no supo en que momento, sus caminos se unieron.
En su mano brillaba el anillo que se le fue entregado en medio de un juego de palabras. Había sido una boda hermosa y única, de la que fueron testigos sus más allegados. Ambos caminaban, viendo la meta más cercana que se aproximaba. Hubo oportunidades que ignoraron cada uno, que no era el camino para tomar, ni opción a elegir y que quedaron atrás para no volver a aparecer, pero otras que sí, que aún tenían posibilidades.
Bokuto festejó cuando uno de sus sueños más deseados se volvió una meta y consiguió llegar a ella. Su pasión por el voleibol fue su impulso a poder ser titular, en un equipo profesional. El esfuerzo rendía frutos y Tsukishima lo sabía porque también consiguió llegar a su objetivo profesional, al elegir la vocación de historia. Podría entregar todo aquel conocimiento en jóvenes o interesados que visitaran el museo en el que empezó a trabajar.
Fueron dos años únicos y tranquilos que disfrutaron plenamente. Los días habían pasado demasiado rápido, pero Tsukishima no pasó desapercibido aquel camino que se abría a un lado para ir con Bokuto, pero que pasaron innumerables veces de largo. Sabía del anhelo de su pareja, de aquel deseo en su interior y amor a montones para dar.
Vio todo el recorrido que hicieron juntos, las banderas flameantes de sus objetivos cumplidos y supo que sería la locura más grande que haría en su vida. Fue un instante en el que, sin saberlo, se aventuró a que esté la posibilidad de que todo cambiara.
Fue la sorpresa más grande y hermosa que Bokuto pudo haber recibido. No podía parpadear al ver aquella fotografía que, con unas letras escritas arriba, le saludaban y anunciaban que estaba en camino. Lloró mucho, demasiado, a decir verdad, pero cada lágrima era de auténtica felicidad mientras abrazaba al amor de su vida, quien le había dado el mejor regalo que, en su interior, esperaban con un gran deseo.
Todo enfrente de ellos se sacudió para volverse un camino lleno de colores. Uno nuevo con momentos, etapas, miedos, dudas, pero seguían adelante con sus manos fuertemente entrelazadas. La experiencia de aquella dulce y hermosa espera era algo lenta, pero disfrutaron cada instante. No era fácil, ni siempre encantadora, pero se estaban adaptando poco a poco a aquel gran cambio que tendrían.
Fueron seis meses para Bokuto que, con cada revisión, para diversión de su rubia pareja, salía regañando a su pequeño bebé por no dejarse ver. En el séptimo, la única revisión de rutina semanal de Tsukishima, a la que no pudo asistir, supo el sexo, del cual no fue informado. Iba a ser sorpresa para todos en un baby shower que planearon sus amigos, para ellos.
Hinata, Sakusa, Atsumu y Bokuto tenían en sus manos una pelota cada uno. Los presentes veían con emoción mientras filmaban la cuenta regresiva para poder tomar carrera y a la par, siendo una perfecta sincronización, saltar y pegarles a los balones que apenas impactar al otro extremo del suelo, se vio la explosión de color rosa que anunciaba el sexo del bebe.
El emocionado padre fue abrazado y sacudido por sus amigos que le felicitaban por la niña que estaba en camino. Lo dejaron ser libre para buscar rápidamente con la mirada a Tsukishima, quien sonreía mientras le veía con ilusión, ya preparado a ser abordado con suavidad y delicadeza por los fuertes brazos de Bokuto que le envolvieron. Todos los teléfonos que filmaban registraron el beso de los jóvenes padres que estaban encerrados en su pequeña burbuja.
La espera poco a poco iba reduciéndose. Todo estaba listo, tenían aquella bella cuna a un lado de la cama y la contemplaban todo el tiempo a la espera de su princesa, como Bokuto gustaba llamarla.
No fue un día perfecto en que los dolores llegaron. El cielo estaba teñido de gris y la lluvia caía con fuerza mientras estaban en el hospital. Fueron unas pocas horas de espera, antes de poder tener por primera vez a su niña en brazos.
En ese preciso momento, todo su mundo cambió para ambos, ya no eran ellos dos solos. Tsukishima pudo comprobarlo al despertar y registrar en su mente una de las escenas más hermosas que pudo haber visto.
Padre e hija juntos. Los ojos amarillos y llenos de vida del mayor contemplaban a su bebé, la sostenía junto a la cama donde el rubio descansaba. Los rayos del sol se habían abierto paso entre las oscuras nubes e iluminaron aquella pequeña lagrima de felicidad que se deslizaba por la mejilla del animado jugador. Tenía una sonrisa enamorada mientras grababa cada facción de su princesa, mientras ésta dormía con su dedo entre sus pequeñas manos.
Sería un excelente padre, Tsukishima no tenía duda alguna.
Al camino que compartían se integraba alguien más. Su sendero era largo junto a su hija, sostendrían su mano con mucho amor y firmeza para poder levantarla cuando cayera.
La guiarían hasta ese pequeño desvío que la ruta de ellos dos tenía y que sería el que su pequeña tomaría cuando los soltara para empezar su propia vida, mientras ellos continuaban juntos, viéndola ser feliz.
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30 vidas no es suficiente
Random30 días Challenge con la pareja BokuTsukki. Imagen de la portada, créditos correspondientes a su artista. Los personajes no me pertenecen. Pertenecen a Haruichi