~Relación a distancia~

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En distintos países del mundo, los deportes entretenían a muchos aficionados. Admiradores del juego que incentivaba a esas personas a incursionar en esa actividad, aunque no fuera de manera profesional.

Muchos fanáticos que frecuentaban dichos partidos, tenían la oportunidad de comunicarse, desde diferentes partes, mediante un código QR en la página oficial del canal deportivo.

Entre sí, planteaban sus puntos de vista, las injusticias, las buenas jugadas, los cambios del entrenador con los jugadores y mucho más. Había desde jóvenes hasta adultos hablando, intercambiaban opiniones como también explicaban reglas del deporte en que congeniaban.

Como había buenos comentarios, también se encontraba malicia, donde los fanáticos más extremos respondían de mala manera a otras personas. Esos eran expulsados y sacados del servidor, pero el ambiente quedaba tenso.

Ese fue el caso de Tsukishima Kei, que fue víctima de un hombre aficionado que le atacó por las redes y muchos lo apoyaron para quitar a aquel sujeto. No estuvo de acuerdo con un comentario suyo, con respecto al último partido de voleibol, donde sus equipos favoritos, se enfrentaron.

Había sentido algo de miedo cuando fue amenazado, antes de que lo retiraran definitivamente de la página, pero solo una persona fue la que le habló por privado y lo tranquilizó.

Era un joven de Brasil, su nombre, Bokuto Kotarou, tres años mayor que él, pero que, por su personalidad, se le podrían restar algunos. Se comunicaban a través del traductor que disponían de internet, tenía sus obvias fallas, pero fue algo divertido para ambos, aprender un nuevo idioma que jamás creyeron que les interesaría saber.

Sus charlas se centraban en el voleibol, pero con el pasar del primer año, empezaron a saber más del otro, ya sea sobre intereses personales, gustos en lo que concordaban y en otros que no tanto. Aprendían sobre sus culturas, festividades, incluso enviaban fotos, que eran completamente distintas de por sí, de su gente.

En Brasil era muy colorido, mucha alegría, baile, la gente se expresaba de manera muy abierta, en cambio, en Japón, era un poco más distinto. La gente era feliz, la pasaba bien y disfrutaba de sus festividades, pero era más calmada, mantenían ellos mismo el orden y sus decorados eran más tradicionales como también cautivadores.

No mostraron sus rostros hasta pasado el primer año de conocerse por la página de voleibol. Habían acordado, de manera más cómoda, comunicarse por LINE. Tsukishima vio la foto perfil de Bokuto, que, a comparación suya, era una que contenía un dinosaurio. Le resultó un poco divertido dejarle a su imaginación el cómo era él. Se volvió una amistad a la distancia entretenida, pero no se contuvo mucho y terminó activando su cámara y mostrando su rostro al joven de nacionalidad brasileña.

Tsukishima era inteligente y empezó a acostumbrarse poco a poco al idioma del otro. Le hacía preguntas sobre la pronunciación de algunas palabras, el significado y sus modismos que, poco a poco, empezó a comprender después haber investigado un poco por su cuenta.

Bokuto era mitad brasileño por su madre y mitad japonés por su padre. Aunque intentó implementar su idioma natal en él, no hubo demasiado interés, el cual ahora si había y, encantado, le empezó a enseñar. Era en verdad un caos, su pronunciación un asco, pero hacía un esfuerzo que, con las risas de Tsukishima al escucharle, compensaban mucho.

La confianza fue dándose poco a poco, con el pasar del tiempo, y así supo el rubio menor que su amigo tenía una pareja de hace pocos meses. Su relación no iba muy bien y eso afectaba en su estado de ánimo. Le costó poder comunicarse y ayudarlo en su relación, aunque él no era nada experto en eso, pero daba su punto de vista para que pudieran salir a delante aquellos dos.

30 vidas no es suficienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora