Todos tenemos un talento. Algo que no nos caracteriza en sí, pero que puede destacar entre otros. Muchos de esos talentos no eran conocidos por el resto, sino por uno mismo, porque podían no ser relevantes, pero para Bokuto, todo lo era.
Tenía mucha curiosidad. No eran solo talentos, sino alguna otra acción que podría realizarse o tener. Ver en los videos de internet a las personas realizando ese tipo de cosas, era distinto a presenciarlos personalmente. Era una emoción distinta y, para él, era un hobby.
En toda su vida, conoció peculiaridades de amigos y familiares.
Su padre había perdido la sensibilidad en uno de sus brazos, por un accidente de joven y no sentía nada al pellizcarse o golpearlo.
A cada uno que conocía y era de su entorno, le preguntaba y se maravillaba fuera lo que fuera que le mostrasen. Era parte de él ser curioso y pesado al insistir un poco para saber que talento o peculiaridades tenían sus amigos.
Desde la preparatoria, con los equipos que fueron al campamento de entrenamiento, se divirtió conociendo aquello que pocos sabían.
Con Kuroo casi ríe y vomita del asco. Podía tomar leche y que saliera por su ojo, era en verdad increíble, pero no cuando te caía en la boca.
Akaashi lo maravilló con su memoria fotográfica, que puso a prueba muchas veces, e incluso en la actualidad, lo seguía haciendo. Quería que tuviera, aunque sea, un error, pero perdió en todas las apuestas.
Konoha podía voltear sus ojos y que quedaran en blanco, como también doblar sus parpados.
De Karasuno, su vicecapitán Suga, tenía unas buenas habilidades para hacer dibujos. Realizaba unas caricaturas muy graciosas.
Un día, un bolso desconocido estaba entre los de su equipo. Lo abrió para saber de quién era, ver si había una identificación y regresarlo, pero se encontró con un cuaderno y muchos dibujos detallados de diseños de ropa. Asahi, el ace de Karasuno, era el dueño de ese bolso y descubrió que era muy bueno en aquel rubro, incluso le había dicho con total convicción, que eso era increíble y podía dedicarse a ese trabajo.
Había ido con todos, pero solo uno se rehusó a decirle o mostrarle algo. Tsukishima Kei, el bloqueador del equipo de Karasuno. En todos esos años que llevaba conociéndolo, no le mostró ningún talento.
Kei se había mudado a Tokyo y ante su buena relación con Akaashi, se mudaron juntos. Continuaban con sus estudios, también trabajos.
Él estaba jugando profesionalmente y mantenía el contacto con sus amigos cercanos, con quienes salía a beber de vez en cuando.
Tsukishima sabía cocinar, era ordenado, estudioso y no muy hábil para dibujar. Gustaba de los videojuegos que tuvieran historia, distintos finales y se frustraba un poco en aquellos de pelea, principalmente cuando perdía. Sabía gracias a su amigo Yamaguchi que, en la preparatoria, en los talleres, sacó las notas suficientes para aprobar o un poco más, pero no tenía afinidad con ninguna de ellas.
El rubio parecía divertirse por la atención que le daba o sus maneras de buscar algo que pudiera ser particular de él, incluso asegurándole que no había nada interesante para averiguar.
Siquiera estando ebrios, donde el menor se soltaba más, conseguía sacarle ni una palabra o muestra de qué podía hacer. Creía que podría ser algo vergonzoso para el otro o simplemente, en verdad, no había algo que descubrir, pero dudaba mucho de eso último.
Su pequeña insistencia de años empezó a lograr otra cosa que descubrir un talento de Tsukishima. Tenían pequeñas cosas en común y su mirada sobre él, cambió poco a poco. Las salidas a beber no eran siempre con Akaashi y Kuroo, siendo eso oportunidad para la otra pareja, de disfrutar intimidad en la casa de uno u otro.
ESTÁS LEYENDO
30 vidas no es suficiente
De Todo30 días Challenge con la pareja BokuTsukki. Imagen de la portada, créditos correspondientes a su artista. Los personajes no me pertenecen. Pertenecen a Haruichi