Capitulo 34

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Kristell

Lloro al escuchar las palabras de la juez, condena de 25 años en la prisión por violencia familiar y la custodia de Sam, se la dan a mis tíos. Veo a mis padres ser llevados fuera de la sala y gritar que algún día se van a vengar. Eso lo dudo, ellos no podrán salir de la cárcel por muchos años.

Por fin soy libre.

Ya no voy a tener miedo de caminar sola por las calles, la inseguridad de hacer las cosas mal y ser juzgada, como en varias oportunidades lo hicieron mis padres, ya no va a existir.

Hace mucho tiempo leí, que era normal tener miedo a cosas nuevas, lo principal. Es no dejarse derrumbar y ser capaz que aún con miedo, puedes afrontar como todo un valiente la dicha de las nuevas oportunidades o amistades que se presenten.

Ser el héroe de tu propia historia.

Le agradezco a los abogados por ayudarme y camino hacia donde está mi novio, el hace lo mismo. En medio del pasillo, nos encontramos y no dejo que hable, simplemente me lanzo a sus brazos y vuelvo a llorar.

Entre en medio de los sollozos, le escucho decir, que todo acabó y como lo prometió. Matthew está conmigo y no se ha ido. Se ha vuelto mi soporte, no estoy segura, si sea bueno querer estar todo el día con él.

En cualquier momento, Matt se va ir a la universidad y no se cuando lo volveré a ver, se que tendremos una relación a distancia. ¿Funcionará? Solo Dios lo sabe.

Es momento de dejar de llorar, lo hago y lo miro a los ojos, veo su sonrisa y como sus manos agarran mi rostro para acercarme a él y besarme. No es momento para que el beso sea eterno, solo dura un minuto, aún así, pude sentir lo que me quiere decir.

Miro a mis hermanas y voy con ellas a abrazarlas, es duro para nosotras, pero estamos juntas y es lo más importante en este momento.

Caminamos hacia la salida de la fiscalía, ahí soy felicitada por lo bien que lo hice y entre el medio de los abrazos es interrumpido por mi tío.

-¿Qué les parece si continuamos con los abrazos en nuestra casa? – propone.

-Buena idea, yo llevo el champán – dice el señor Edgar.

Nos vamos  igual a como llegamos, somos los primero en llegar. Al bajar del carro, veo hacia mi casa, hace más de un mes que no entro. Volteo a ver a mis hermanas y les sonrío para que sepan que todo está bien.

Entramos y la casa se siente diferente, o yo soy la que lo ve así. No hay ningún escalofrío recorrer por mi cuerpo, simplemente la veo como una casa normal.

Sigue igual a como la dejé, lo único que cambió, es el aroma. Percibo un olor a vainilla y lo más seguro que es la idea de mi tía, ella y sus velas aromáticas con olor a vainilla.

Dejo de prestar atención a la casa para dirigirme a donde está mi tía, ella se encuentra en la cocina, picando las verduras, no dudo en ayudar.
Creo que lo hicieron a propósito, pero todos llegan media hora después y con bolsas en sus manos. Mi tío los regaña y sonrío al ver la cara de Joel, piensa que lo dice en serio.

-Es mentira – me acerco a él – Mi tío es muy bromista.

-Si tu lo dices – mira a mi tío con desconfianza.

Ruedo los ojos y sonrío, ambos caminamos para seguir ayudando y no ser regañados. Movemos los muebles para tener más espacio y como todos no entramos en la mesa, decidimos comer en la sala.

Los adultos se sientan en los muebles y nosotros lo jóvenes, en el suelo. Con ayuda de mis hermanas, repartimos los platos de comida a cada uno, las copas de champán, son llevadas por mi tío y dejadas en la mesa de centro.

Mi Hermosa Salvación - TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora