Epílogo

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Kristell

A penas estacionó el carro en el estacionamiento del supermercado, me bajó del carro y cierro la puerta. Sam hace lo mismo, aprieto el botón de la alarma y las dos entramos al establecimiento. Agarro uno de los tantos carritos de compras y camino a la sección de carnes.

-¿Me puedes explicar como está el tema de Mario? – pregunto –Te traje conmigo, ya que vi, que estabas incómoda en el departamento.

-Es confuso – suspira. Toma del estante la carne , lo que vamos a llevar y la coloca en el carrito – Desde la última vez que nos vimos y lo besé, cada vez que me quiero acercar a él, me evade y… ya no se si todavía me ama.

-Lo hace Sam, Mario te sigue amando – mientras hablamos vamos llenando el carro de lo que necesitamos para la cena.

-Entonces, porque se comporta así… su actitud, me tiene confundida - sus ojos se llenan de lagrimas – Un día parece que me odia y al otro me invita cenas y hasta pasamos la noche juntos. Es que acaso no sabe que sufro, él no es el Mario del que me enamoré.

Me quedo callada, no se que más decirle. Mario me dijo que aún la ama, pero mi hermana tiene razón, nos está confundiendo a todos y por más que le preguntemos, él cambia de tema.

Desde que no graduamos del colegio, él cambió totalmente y he visto como mira a Sam en cada reunión. Después que Lucas naciera, los dos volvieron a tener comunicación, sin embargo eso no ayuda mucho en que digamos. Perder a alguien, te cambia totalmente, mucho más cuando es tu madre.

Mario era tan apegada a ella y creo que perderla, ha hecho que sus ánimos estén por los suelos. A pesar que profesionalmente está bien, a logrado tener su propio restaurante y en poco tiempo va abrir otro. En cambio, sus sentimientos están muy mal coordinados.

-Cuando lleguemos a casa, habla con él, dile las cosas claras y tendrás la respuesta a tu confusión – le aconsejo.

Me ayuda a meter las bolsas de la compra en el maletero de carro, a esta hora, en la hora punta de Nueva York, no es recomendable manejar. Todos salen de sus trabajos y el tráfico que se genera, es insoportable.

Sam y yo, hablamos mientras que manejo y trato de tomar otra ruta, para llegar más pronto al departamento.

-Mira que hermoso se ve – miro unos segundos, la foto que me muestra desde su celular.

-Soy una suertuda por tener al niño más tierno de todos – en todo lo que resta del camino, no dejo de sonreír, Lucas es mi motivo para seguir adelante y ser feliz.

Gracias a Dios, que las bolsas no pesan, porque sería un martirio subirlas hasta el quinto piso. Hace dos días que el ascensor se malogró y ahora mismo está en reparación. Del bolsillo delantero de mi pantalón, saco la llame y abro la puerta. Al entrar escucho la música favorita de Lucas, no hay nadie en la sala, pero el televisor está prendido.

Sam me ayudar a colocar todo en la encimera de la cocina, la dejo acomodando uno que otra cosa y camino hacia el cuarto de mi hijo.

Suelto un suspiro, al ver todos los juguetes de Lucas esparcidos por toda la habitación, decido dejarlos ahí y luego ordenarlos. Cierro la puerta y camino a mi habitación, ni bien abro la puerta, veo a tres personitas encima de la cama.

Mario se encuentra sentado en la silla que está en una esquina de la cama, le doy una sonrisa al verme entrar a la habitación. Doy unos pasos para ver a mi hijo, que se encuentra acostado boca abajo en el pecho de su papá. Le doy un beso en su cabeza y lo cargo cuando sus brazos se estiran para mi.

-¿Ya tiene sueño mi bebé? – el asiente y ahora soy yo la que tiene su cabeza en mi pecho, más cerca del hombro.

-Mamá – miro sus ojos de dos colores diferentes – Ma... papa - dice con los ojos a punto de cerrarse.

Mi Hermosa Salvación - TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora