Capítulo diez

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Mason en multimedia

  ¿Te has preguntado qué ocurriría si murieras mañana? ¿Estarías satisfecho con lo que hiciste durante el tiempo que viviste? ¿Habría alguien a tu lado, tomándote de la mano mientras das el último suspiro?

  Me hice aquella pregunta la mañana del día jueves, para ser más exacta, el veintinueve de julio. Me dolía un poco la cabeza por haber reído tanto la noche anterior, por haber bebido dos cervezas y dormir torcida sobre el sofá con Ben y Dylan apoyándose en mí.

  Al abrir los ojos vi a Mason y Jack sentados en el otro sofá componiendo una canción, el primero tocaba acordes con aquella vieja guitarra de madera que Anne tenía, el segundo escribía en una hoja de papel arrugada mientras evaluaba cada frase dependiendo de los acordes.

  En ese momento pensé en cómo hubiese sido mi vida de haberme quedado en casa. Si no hubiese llamado a Anne jamás habría conocido a mis amigos, nunca hubiese ayudado a Ben a cortarse el cabello, nunca hubiese entregado a Dylan una braga para que fingiera que ya no era virgen frente a los muchachos, nunca hubiese fumado un porro a escondidas de todos solo con Mason de cómplice, tampoco habría conocido a Jackson y por consecuencia me faltaría la mitad de mi alma.

  Y Anne... si ella no hubiese estado allí para mí, probablemente jamás me habría cortado el cabello, tampoco me habría tatuado, no me habría emborrachado por primera vez, no hubiese fumado hierba, no hubiese conocido a mis amigos, mucho menos habría sido libre. Y le estaba infinitamente agradecida... pero...

  Al ver a Jackson sentado en ropa interior mientras anotaba descuidadamente la letra de alguna canción en esa hoja sucia y flácida... simplemente pensé en que podría perderlo y jamás volvería a tenerlo. ¿Y sí, al perderlo a él, perdía también mi felicidad?

  Quería aprovecharlo al máximo y jamás reprimirme al decir lo mucho que disfruté estando a su lado. No quería envejecer y hablar a mis nietos sobre lo que pudo ser y no fue.

  Así que me levanté de entre Dylan y Ben, me planté frente a Jackson y saqué a relucir la conversación de la noche anterior, la cual trataba más o menos de salir de la ciudad, pero habíamos olvidado el tema como una simple esperanza.

— Vamos —dije con simpleza. Él frunció las cejas y me miró raro.

— ¿A dónde? —preguntó dejando de lado la hoja y el lápiz. Puse los brazos en jarra.

— Al Lollapalooza.

  Durante el viaje en el volvo, sentada sobre las piernas de Jack, con los brazos apoyados en el marco de la ventana y la cabeza sobre estos para sentir el viento contra mis mejillas, solo podía pensar una cosa:

  Quiero enamorarme, quiero amar con toda mi alma a otra persona y aún más fuertemente a mi cuerpo y mi esencia. Quiero salir de viaje, conocer otros lugares, bailar estilos raros de música, sentir el calor del sol sobre mi cuerpo y la frialdad de los copos de nieve derritiéndose en mi cabello. Quiero tener una mascota, un bebé, una empresa de diseño, un amor eterno. Quiero lanzarme en paracaídas, ir contra la muerte y el destino, ser para siempre una niña ansiosa de aventuras, jamás separarme de mis amigos, aprender de la vida, madurar, hacerme fuerte.

  Quiero rasparme las rodillas en busca de mis sueños, subir a un escenario, dormir sobre la espalda de alguien, follar hasta el cansancio, probar comidas extrañas, teñirme el cabello, tatuarme el lugar que quiera, hacer mis sueños realidad, hacer lo que quiera sin importar el qué dirán.

  Quiero vivir. Quiero vivir como quiera. Quiero vivir a lo grande.

+ + + + + + + + + + + +

— ¡Salta, salta! —gritó Jackson sobre la música, de pronto todo se descontroló y me sentía ligeramente perdida. El ritmo era rápido, el sonido alto, el suelo vibraba, la energía recorría mi cuerpo y fue imposible no saltar como él me dijo.

  Gritó con éxtasis, tomó mi mano y seguimos saltando.

  El éxtasis era algo que no deseaba dejar de sentir, era mejor que cualquier droga, mejor que cualquier sesión de sexo. Mis pies tenían vida propia, la tuvieron por las dos horas que pasé saltando, agitando los brazos y la cabeza, gritando y riendo.

  Aquellos momentos eran los que jamás olvidaría.

  Eran algo que todo el mundo debería experimentar, algo que todos deberían sentir.

  Nadie debería llegar a la vejez y decir: siempre quise hacerlo, pero nunca tuve la oportunidad.

  Las oportunidades siempre están, solo tienes que ser valiente para verlas.

  Si hubiese sido una cobarde jamás me habría escapado de casa, jamás hubiese decidido hacer todo por mi cuenta, jamás habría conocido a mis mejores amigos, jamás habría vivido todo aquello.

  Jamás hubiese encontrado al amor de mi vida.

  Jackson no estaría.

  Así que salté, grité, reí y me drogué. Dormimos en una tienda de campaña que pertenecía a Mason, la armamos en una zona donde se permitía y pasamos la noche empujándonos unos a otros. Éramos vagos, en serio, pero unos vagos bastante felices.

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Capítulo corto, lo sé, lo sé. Pero el próximo se viene más largo. Ahora un spoiler:

[SPOILER] No todo es color de rosas. [SPOILER]

El piso 17Donde viven las historias. Descúbrelo ahora