Capítulo veintidós

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— Desde que era un niño he pensado que... es necesario ser fuerte y mantenerse firme para ir contra las patadas que da la vida —susurró mientras sus dedos danzaban pausadamente sobre mi hombro desnudo—. Pero... ¿sabes? Creo que dejarse llevar no es tan malo después de todo.

— ¿Por qué un niño diría una verdad tan... cruda? —pregunté jugando con el candado sobre su pecho.

— No fue fácil crecer sin mi madre —confesó encendiendo un cigarrillo. Bufé y se lo quité de los labios para darle una calada también.

— Supongo que... para ningún niño es bueno crecer sin un padre —murmuré poniéndole el cigarrillo en la boca, lo sostuvo entre sus tientes con suavidad.

— No, no lo es. Pero, al menos la recuerdo. Dylan en cambio... —suspiró pesadamente. Apoyé el codo en el colchón de la cama y lo miré con interés.

— ¿Notaste que a Dylan le gustó mi hermana? —pregunté con diversión.

— ¿Cuál de las dos? Yo las veo iguales.

— ¿Iguales? ¿No notaste lo diferentes que son? —Él negó con la cabeza y volvió a acariciar mi hombro desnudo con sus dedos.

— No miento cuando te digo que solo estoy pendiente de ti —frunció las cejas, exhaló el humo, torció los labios—, ¿sabes? Ahora que lo pienso, nunca te quito la mirada de encima. ¿Debería preocuparme?

— Sí, tal vez —aseguré apoyando el mentón en su pecho. Cerré los ojos sintiendo sus suaves caricias—. ¿Cuándo tienen que viajar de nuevo?

— Tocaremos en Las Vegas para año nuevo —tocó con un dedo mi hombro—, pasaremos allí tres días y luego nos iremos a Phoenix —sumó un dedo—, desde allí recorreremos San Antonio, Dallas y Houston —se sumaron tres dedos más.

— Así que volverán... —esperé una respuesta.

— Pasaremos un mes y medio de gira —se quejó apagando el cigarrillo y volteando para abrazarme contra su pecho. Permanecí inmóvil, permitiéndole apresarme con sus fuertes brazos—. Luego iremos a Nueva York para ponernos a trabajar en el disco. Queremos terminarlo antes de volver aquí —. Suspiré pesadamente.

— Entonces... al menos tres meses —dije con frustración. Jack me besó la frente.

— Más o menos. Tal vez más. Dependerá del tiempo que nos tome terminar el disco.

— Jo-der. Te voy a extrañar —le eché los brazos al cuello, él besó mi cuello y hundió su rostro allí. Nos dormimos abrazados y agotados después de una noche de sexo desenfrenado y ligeramente agresivo.

  Iba a extrañarlo demasiado.

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  El sueño de Jackson siempre fue hacerse famoso cantando, quería que todo el país conociera su nombre. Aún recuerdo el día que le pregunté hasta qué punto deseaba aquello.

— No me importaría venderle el alma al diablo con tal de lograrlo —dijo con suma seriedad.

  Y, supongo, tampoco le importaría dejar atrás a la persona que amaba con tal de triunfar y que una multitud lo idolatrara.

  Jamás pude perdonarle aquello.

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  Lo extrañaba tanto que dolía.

  Siguió doliendo cuando presenté mi trabajo final en la universidad luego de la visita de tres días que nos hizo junto a Mason, los demás se habían quedado en Nueva York alegando que sería un viaje demasiado corto y a la vez agotador.

El piso 17Donde viven las historias. Descúbrelo ahora