Capítulo quince

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  Supongo que desaparecer fue la solución a mi temor de enfrentar a Jackson. Tomé un bolso, tres cambios de ropa y me marché al apartamento de Alex, mi nuevo novio.

  Pasé allí la semana entera, me escabullía en la universidad para no ver a Katy, corría al coche de Alex al salir para no encontrarme con Jackson en la calle pues podría estar fuera de la tienda de tatuajes.

  El grupo se marchó a Seattle el domingo por la noche, Anne estuvo allí para despedirlos, yo me encontraba tumbada en la cama mientras Alex se movía sobre mí. Me atormentó la tristeza de no haber estado allí, pasé la noche entera observando mi celular sin batería mientras Alex dormía a mi espalda.

  Volví al apartamento el día lunes y pasamos con Anne el resto del mes estudiando y diseñando, nuestra sala de estar se encontraba cubierta con telas, instalamos una máquina de coser en la encimera de la cocina y dos maniquíes sobre la mesilla de centro.

  Octubre pasó volando.

  Supongo que, entre la universidad, extrañar a Jackson y tener tiempo para Alex... todo eso ocupó mi cabeza de tal forma que ni siquiera recordaba que volverían el primer día de noviembre.

  Fue aquella mañana cuando la puerta fue golpeada, abrí esperando que solo estuviera Ben y no se tratara del grupo completo. La situación era peor considerando que Anne había salido a comprar gaseosas, cervezas y comida para que preparáramos y los chicos comieran algo cálido que no fuera pizza o cualquier tipo de comida rápida.

  Pero no era Ben.

— ¿Mamá? —pregunté con asombro. Era extraño verla allí, y aún más extraño era verla con ropa ligeramente informal. No utilizaba una falda de tubo ni nada parecido, era en realidad... una madre informal. Una madre que siempre deseé ver, no esa mujer distante frente a mi padre y cálida solo cuando estábamos solas o con mis hermanas menores.

— Lorelai —susurró y avanzó rápidamente para envolverme en sus brazos. En ese momento supe que había algo diferente en ella, que algo iba a pasar.

— ¿Qué haces aquí? —Ella no me respondió de inmediato, no fue necesario que hablara, yo sabía lo que hacía en el momento que la vi vestida de aquella forma tan acorde a su verdadera personalidad.

— Lo lamento tanto —dijo con la voz en un hilo. La apreté contra mí y cerré los ojos con fuerza.

— No lo hagas —besé su mejilla—, no lo hagas, por favor no lo lamentes —. Ella se dejó llevar por el llanto mientras acunaba mi cabeza y me presionaba contra sí, pude sentir cómo acariciaba mi cabello y aspiraba mi aroma.

— Tengo... —me soltó un momento y revisó su bolso, me entregó un sobre—, tengo esto para ti. Pero no quiero que lo leas enseguida, hazlo cuando me haya marchado —sus ojos verde agua brillaron gracias a las lágrimas acumuladas, su mano acunó mi mejilla con dulzura—. No puedo decírtelo, lo que escribí yo... no soy capaz de decírtelo mirándote a los ojos.

— ¿A dónde irás?

— No puedo seguir con tu padre —. Aquello ya lo sabía. Mis hermanas también—. Dejé a Heaven y Clarissa con Frederic, él las cuidará, pero van a necesitarte.

— ¿Saben que te marchas?

— Saben que vendré por ellas —. Pero jamás especificó cuándo lo haría.

  Me abrazó y besó el rostro con su infinita delicadeza y, entre lágrimas, se marchó apresuradamente del apartamento.

  Sostenía aún el gran sobre en mi mano cuando cerré la puerta y lo abrí. Dentro había muchas cosas, varios sobres cuadrados y muy gruesos, uno largo que decía "Lorelai", y otros sobres largos bastante gruesos también.

El piso 17Donde viven las historias. Descúbrelo ahora