Capítulo veinticinco

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Lionetta en multimedia

  El día que supe que estaba embarazada fue el más terrorífico de mi vida.

  ¿Sabes, Jackson? Dylan me llamó y dijo que lo sabías. Aún hoy me pregunto cómo llegaste a la conclusión de que no era producto de nuestro amor.

  El dolor de ver nacer a mi pequeña Lionetta fue semejante al que sentí el día que me dejaste, creo que se debe a que tú no estabas allí para verla llorar con esa boquita limpia de dientes moviendo sus piernecitas rosadas y sus deditos diminutos.

  Anne lloró al verla y terminamos siendo tres mujeres sollozantes.

  Aún hoy me pregunto si crees que ella no es tu hija. Y me atormento por las noches cuando le leo su cuento favorito, pensando en si has visto fotografías de ella. Si lo hiciste, entonces creo que te has dado cuenta de tu error y sientes que ya es demasiado tarde.

  Tres años no pasan en vano.

  En tres años Starfire viajaba por el mundo siendo aclamados como la mejor banda del momento.

  En tres años tenía mi propia marca de ropa famosa en Italia.

  En tres años Anne volvió a tener novio.

  En tres años yo aún te seguía los pasos a través de revistas de espectáculo y televisión.

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  ¿Cómo se puede ser una mierda con las personas más importantes del mundo? ¿Cómo se puede caer tan bajo? Me preguntaba aquello siempre que bajaba del escenario y me dedicaba a mirar al vacío sintiéndome roto por dentro.

  Lorelai, ¿viste la noticia donde se me ve golpeando a un reportero por hurgar en mi vida privada?

  Es lo que soy hoy en día. Es lo que me ha hecho la fama y el orgullo.

  Un día te dije que le vendería mi alma al diablo con tal de ser famoso. Quisiera decirte hoy que le daría todo con tal de volver el tiempo y jamás haber tomado la decisión de ocultarme como un cobarde aún cuando vi en aquella niña mi sonrisa.

  ¿Recuerdas el piso diecisiete? Jamás fue alquilado a nadie, seguí pagando la renta junto a los chicos. Siguen allí las sombras de las estrellas que pegaste a la pared, la pintura se ha comenzado a caer, y aquella habitación donde tanto nos quisimos... ya no tiene tu olor.

  Hoy me pregunto si aún guardarás la llave del candado que cuelga de mi cuello. Amaría que hubieses decidido enterrarla. De esa forma jamás olvidaré lo que he perdido por... ¿qué? ¿dinero? ¿fama?

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  ¿Recuerdas a Apolo, Jackson? Ese gato viejo ama a Lionetta con su vida. Le gusta dormir sobre su pecho mientras ella canta.

  Jamás olvidaré el día que decidiste enseñarme sobre la buena música. The Beatles, Queen, AC/DC... en fin. De mí no ha sacado el gusto por la moda, pero ama la música. Su favorita es Alone de Starfire.

  Ella dice que algún día conocerá a su padre y cantará frente a él. Quiere demostrarte lo que heredó, quiere mostrarte que los ángeles habitan en su alma y reúnen multitudes alrededor de ella.

  ¿La oirás, Jackson? Mi único deseo es que no le rompas el corazón. Ella no lo soportaría.

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— Qué nostalgia —susurró Dylan cruzándose de brazos al entrar en el piso diecisiete. Asentí con la cabeza y suspiré profundamente mirando los muebles viejos cubiertos con sábanas blancas, había mucho polvo acumulado y...

— ¿Qué es eso? —pregunté en alerta.

— ¿Qué cosa? —preguntó el idiota de Dylan mirando a su alrededor. Lo hice callar con una seña.

Descendí al cielo de los caídos, mi amor no te encontró —cantó una voz. Miré a Dylan, él sonrió como si supiera quién cantaba. Logré oír una guitarra eléctrica, se trataba de la habitación de Lory.

— Ve a ver —me alentó Dylan. Avancé con cierto temor.

..., aquella rosa muestra de tu cariño se marchitó, estoy perdida, no tengo a dónde ir, dime que vas a conducirme a un lugar mejor —. Me detuve frente a la puerta, tomé el pomo cuando la guitarra tomó fuerza y me tomó desprevenido—. Una noche sin estrellas es como perderte de vista, dime dónde estás, ¿será que puedo encontrarte en el cielo? Quiero ver tus besos una vez más.

  Abrí lentamente la puerta y permanecí de pie en el marco observando la figura femenina de una mujer junto a la ventana. Tocaba la guitarra aún sentada en el piso y su voz... su voz era un timbre dulce y fiero a la vez, lleno de dolor.

¿Cómo voy a olvidarte? No puedo dejar de llorar. No sueltes mi mano, ven a buscarme... —dejó de tocar y lanzó la guitarra lejos de ella. Se levantó de golpe y tan pronto como lo hizo pateó una caja logrando que decenas de fotografías volaran por la habitación.

— Su nombre es Lionetta —susurró una vocecita en mi oreja. Miré a Dylan y giré bruscamente la cabeza hacia mi hija.

  Pateaba todo a su alrededor como quisiera desgarrar el mundo. Entonces la miré mejor, llevaba un pantalón negro, una blusa negra... una guitarra negra. Cajas con fotografías...

— ¡¿Qué se suponía que hiciera en esta mierda de piso, mamá?! —gritó pateando la guitarra. Esta impactó contra la pared.

— ¿Lionetta? —Dylan avanzó bruscamente. Ella giró en nuestra dirección con rapidez y corrió hacia mi hermano para abrazarlo—. ¿Qué ocurrió? ¿Dónde está Lorelai?

  Pero yo sabía lo que había ocurrido. Y no fui igual de fuerte que ella, no me sostenía de pie, solo caí sentado contra la pared y tiré de mi cabello.

— Ella sabía, tío Dylan... sabía que estaba enferma y nunca me lo dijo —su desconsuelo me mataba igual que el saber a Lorelai tan lejos de mí—. Me pidió venir aquí y no sé qué más hacer, no sé... no sé...

  Lorelai.

  Lory.

  Sabías que iba a ayudarla, ¿verdad? Lo hice.

  Sabías que iba a suicidarme, ¿verdad? Tal vez eso no te lo esperabas cuando decidiste enviarla a mí.

  Aún de pie sobre esta silla me pregunto cuánto tardará el collar que me regalaste en terminar con mi vida... da igual.

  Empujar la silla no es difícil.

  Y no es tan rápido como creí.

  Eso alivia un poco mi dolor, ese que siempre fue mi sombra desde que era un niño. Ese que se incrementó cuando nos separamos... ese que me destrozó cuando te supe muerta.

El piso 17Donde viven las historias. Descúbrelo ahora