Capítulo veinticuatro

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  Observé a Dylan tecleando en su móvil mientras sonreía. Que se jodieran él y esos estúpidos mensajitos.

  Comprendía que le tenía cariño a Lory, pero de ahí a enviarse mensajitos cada día era un paso demasiado largo. ¿Qué parte de "chicos, las estamos lastimando" él no entendió? Darle falsas esperanzas de volver a vernos por el apartamento diecisiete solo aumentaba mi inquietud y mi tristeza.

  Mason lucía igual o peor que yo. Al menos él no estaba fumando como chimenea, solo tenía ojeras y se la pasaba componiendo. De lo tristes que estábamos todos ya teníamos la letra de cuatro nuevas canciones.

— Muero de sueño —se quejó Ben mientras frotaba sus ojos rasgados.

— ¡Hola! —Dylan se puso de pie sonriendo—, ¿Qué va? Estaba holgazaneando, el único quejica aquí es Ben —todos giramos la cabeza como perritos con hambre al oírlo hablar con Lory.

— ¿Qué dice? —preguntó Ben con urgencia. Tenía remordimiento desde que no fue capaz de despedirse de ellas—, pone el altavoz, capullo —urgió con nerviosismo. Dylan entornó los ojos e hizo lo que le pidió nuestro buen amigo.

— ¿Y qué tal van las cosas por allá? ¿Te has sentido mejor? —preguntó Dylan sentándose en el sofá junto a Mason, que esperaba noticias sin que Lory se enterara de lo que hacía.

— Claro que sí, pintamos nuestra oficina ayer —, fruncí las cejas ante la respuesta de ella, ¿oficina? ¿De qué me había perdido en esos dos meses? —. Anne está vuelta loca, cree que deberíamos esperar un poco, pero aquí no es fácil decir que no a la gente.

— Así que ya aprendiste el idioma —dijo Dylan con diversión. Miré a Mason, lucía concentrado, esperaba más de Lory, esperaba que dijera más de Anne.

— Es un poco difícil, pero no imposible. Aunque el acento aún no se me da muy bien... —se oyó un maullido seguido de un "¿estás bien?", lo secundó un chillido por parte de Anne. "Puto gato". Eso dijo.

  Bufé, aunque me alegraba saber que Apolo seguía estando con ellas.

  Miré a Mason, sus ojos brillaban de felicidad. Me pregunté si los demás notarían que las lágrimas me escocían la garganta y mi corazón latía a mil por hora.

— Iré a verte en cuanto tenga días libres —prosiguió Dylan riendo por lo acontecido con Anne—, ya quiero ver esa tienda que tienen.

— No es la gran cosa, Dylan. Con lo enfadado que está mi padre seguro manda a que nos asesinen mafiosos italianos —aseguró Lory con absoluta calma.

  Sonaba bastante bien. Casi... feliz. ¿Cómo era posible que ella estuviera así de calmada y yo apenas dejara de temblar por tanto tabaco?

— ¿Te imaginas nos secuestran unos mafiosos italianos? Dios, si es como el de esa peli erótica que está en Netflix me entrego rápidamente —comentó Anne de fondo. Lory se echó a reír junto con Dylan. La mueca que hizo Mason fue de desagrado—. Aunque no me gustaría que me atara, eso es sado y no me va mucho.

  A Lory sí que le va eso del sado, ¿a que sí?

— Con un Christian Grey me conformo, pero que sea como el de la tercera película, el de la uno me da un poquitín de miedo —prosiguió Anne, logrando que Dylan se retorciera de risa.

— Tengo que visitarlas sí o sí, ya no aguanto a estos imbéciles —nos apuntó Dylan como si ellas nos vieran—. Se quejan todo el día, Mason se la pasa componiendo y dice: ¿es que nadie más puede ayudar con esto?, Ben chilla porque le duele la cabeza y Jackson fuma como un burro, hasta le tiemblan las manos.

El piso 17Donde viven las historias. Descúbrelo ahora