Capítulo tres

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Jackson en multimedia

  Jamás sabemos cuándo nuestra vida va a cambiar para siempre. Si me hubiesen dicho que huir de casa acarrearía el evento de sucesos que acontecieron esa noche, jamás me lo habría creído. Principalmente porque jamás había bailado rock alternativo, tampoco había sido golpeada por alguien ni me había pintado las uñas de los pies de color rojo.

  Sí, era toda una chica mala después de... ¿cuánto? ¿Veinticuatro horas desde que abandoné la casa de mis padres?

  Supongo que todo cambió cuando le conocí.

  Anne sabía más que yo sobre el trabajo, ella era algo así como la chica que se la pasaba holgazaneando, pero jamás era atrapada por el jefe, yo en cambio me esforcé por parecer una buena trabajadora. Limpié mesas, barrí, incluso despegué gomas de mascar de debajo de las mesas y las sillas.

  Eso fue antes que todo ocurriera.

  Anne me presentó a Nina, la encargada principal de la barra, la que mandaba a los demás ayudantes. Nina era probablemente la mujer más hermosa que hubiese visto en mi vida, la miraba cada tanto sin poderme creer que tuviera ese rostro y ese cuerpo, y seguramente solía ocurrirle porque sonrió al descubrirme.

— Soy una mujer negra con un rostro bonito y un cuerpo envidiable, pero tengo estrías y celulitis, además me salen demasiados puntos negros en la nariz —dijo fluidamente, como si no le molestara en lo absoluto confesármelo —, ¿te sorprende?

— Lo siento, no quería incomodarte —susurré con las mejillas encendidas, ella me dio un golpecito en el brazo, estaba enseñándome a hacer un shot de tequila así que nos encontrábamos una al lado de la otra.

— No me incomoda, solo no quiero que te sientas abrumada.

— No lo hago —me defendí sonriendo tímidamente. Alcé la mirada hacia ella —, disculpa, pero... ¿no te molesta que te llamen una mujer negra?

— Mi querida madre me enseñó que el poder está en las palabras, y por la misma razón en el tono de voz — explicó —. Tú puedes decirme negra sin ánimo de ofender y por esa razón no me harás sentir mal, pero si una rubia se para aquí y lo dice con maldad entonces tendré que golpearla.

  Sonreí sin poder evitarlo, ella era una mujer realmente poderosa. Todo en ella fluía como el agua, reflejaba tanto poder que me llenaba de una forma extraña, me hacía sentir bien, me hacía sentir fuerte y segura de mí misma. Tal vez fue algo que siempre me faltó, sobre todo durante mi adolescencia, pues jamás nadie me había transmitido tanta seguridad.

  Llevábamos una hora trabajando con bebidas alcohólicas, me enseñó la preparación de los principales pedidos, esos que solían ser repetitivos. Estaba tan centrada aprendiendo todo lo que ella me enseñaba sobre el trabajo tras la barra que no me di cuenta cuando el grupo entró en el club.

  Grupo, sí. Fue lo que dije.

— Hoy toca Starfire —informó Nina mientras secaba algunas copas recién lavadas, la ayudé tomando una y secándola con un paño limpio.

— ¿Qué es eso? —pregunté con ignorancia. Ella entreabrió sus carnosos labios para responder, pero no fue quien lo hizo.

— Intentaré no sentirme ofendido por esa curiosa pregunta —giré en dirección a esa voz, tal vez mi movimiento fue demasiado rápido o brusco, pero de pronto me encontré a escasos centímetros del rostro de un chico.

  Lo primero que vi fueron sus ojos de color verde oscuro, no como los pinos ni como las esmeraldas, era verde terroso, como el color de los lagos. Su nariz rozaba la mía cuando sonrió, aquello me robó el aire.

— Starfire es mi grupo, chica linda —dijo mientras sus ojos se movían recorriendo mi rostro. Pude respirar solo cuando retrocedió y dejó de apoyar los codos en la barra, le dedicó una mirada a Nina y retrocedió metiendo las manos en los bolsillos de sus jeans oscuros.

  Lo seguí con la mirada hasta que llegó del otro lado del club, se reunió con un grupo de chicos que preparaban algunos instrumentos. Volteé y miré a Nina con las mejillas ardiendo.

— ¿Quién es él? —pregunté apretujando en mi puño el húmedo trapo con el que secaba las copas. Ella sonrió y balanceó la cabeza como si fuera una pregunta tonta y graciosa la que le estaba haciendo.

— Él es Jackson Timberlake —comentó con un toque de diversión—. Es guapo, pero no te dejes confundir por su rostro bonito; es el tipo de chico con el que no quieres involucrarte —volví a mirarlo, estaba de espaldas mientras se pasaba una mano por la nuca como si apreciara sentir contra sus dedos el roce de su cabello rapado casi al cero —, en serio, chica, no te metas en eso que será difícil salir.

  Sonreí forzadamente intentando fingir demencia.

— No planeo hacerlo —dije y proseguí a secar copas. Una hora después el club fue abierto así que me dediqué a ayudar a Nina en la barra, serví más cervezas de las que podía contar y eché a correr cuando Anne me llamó.

  La orden era precisa: debía llevar una libretita y un lápiz —me entregó aquello en ese momento— y anotar en ella los pedidos y el número de la mesa, de aquella forma podría servir correctamente.

  Supongo que, de no haber encontrado a los amigos de Peter, jamás se habría vuelto todo tan difícil aquella noche.

  Tal vez habían pasado varios minutos cuando el grupo comenzó a tocar sobre el escenario, Anne se detuvo a mi lado y se cruzó de brazos mientras los observábamos, Ben estaba a la batería, eso me sacó un gesto de sorpresa. No creí que fuera ese tipo de chico. Todos los chicos de la banda tenían una apariencia ridículamente atractiva, incluso el chico que tocaba el bajo; parecía más un niño que un hombre, tal vez tenía diecisiete o dieciocho años, no lo sabía, pero su apariencia era infantil.

  El otro guitarrista que tocaba junto a Jackson era de piel ligeramente oscura, sin embargo, su cabello rizado y despeinado le daba un toque extraño a su apariencia, bajo las luces del club lucía como si estuviera teñido o algo, pero eso no le quitaba el encanto a su rostro. Anne tampoco parecía ignorarlo pues lo miraba con descaro.

— No sabía que Ben tocaba la batería —le dije con la intención de decir algo, lo que fuera, con tal de no mirar demás a esos chicos tan atractivos que comenzaban a tocar sus instrumentos, preparándose.

  Mi piel se erizó cuando comenzaron a tocar, tuve que apoyarme sobre una pierna para no caer y pestañeé un par de veces, espantando las lágrimas que se arremolinaron en mis ojos. No sabía por qué, pero de pronto estaba llorando, no sabía por qué, pero de pronto mi corazón saltaba al ritmo de la batería y mi sangre fluía al unísono de la guitarra y el bajo.

It would be silly to disappear, without leaving a legacy or a broken heart, maybe i should try —cantó Jackson, y el suelo vibró bajo mis pies, incluso el estómago se me subió, la sensación era similar a montarse en una montaña rusa y caer en picada desde el punto más alto—. Maybe you should try.

— Bueno, a trabajar —canturreó Anne sobre la música y giró en su eje para volver a atender. La imité y me apresuré en acercarme a la mesa más cercana. Esa sonrisa que no sabía que tenía en el rostro se me borró de golpe.

  Robin, Scott y Simon estaban sentados a la mesa mientras charlaban. Uno de ellos permaneció mirándome de pies a cabeza y sonrió con burla. Tal vez esa fue la principal razón por la que lo golpeé esa noche, pero no ocurrió en aquel momento, fue cuando intentó propasarse por el tipo de ropa que llevaba.

  Hijo de puta, eso habría dicho si en aquel entonces no fuera tan hijita de papi, eso habría dicho si no hubiese sido tan estúpida, tan inofensiva y tan débil.

  Al menos hubo alguien que lo hizo por mí. 

El piso 17Donde viven las historias. Descúbrelo ahora