Capítulo veintitrés

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  El primer mes en nuestro trabajo comprendimos cosas que habíamos hecho mal, elaboramos prendas de vestir que los diseñadores estrellas habían dibujado y aprendimos mucho más que en todos nuestros años de universidad. Llegábamos agotadas todas las tardes al piso y no hacíamos más que comer y ver televisión en silencio, comentando de vez en cuando algunas cosas graciosas de las series y películas que veíamos.

  Elegíamos humor. Siempre era humor.

  Queríamos reír de algo que no fueran los chistes de nuestro amigo Leonardo, un diseñador afeminado que se encargaba de instruirnos en la costura. Era todo un caso, no paraba de hablarme sobre Jackson, me preguntaba un montón de cosas sobre la banda e intentaba sacarme información sobre Ben cada vez que podía.

— ¿Te llamó Mason? —pregunté aquella noche cuando nos acostamos en su cama, nos turnábamos, cambiábamos de habitación constantemente. Incluso dormíamos en la de Ben algunas veces.

— No, me envió un mensaje —me mostró el móvil. Lo leí.

— "¿Era muy tarde cuando terminó el concierto, no quería molestar? ¿Llámame cuando tengas un tiempo libre, tal vez podamos charlar al menos un poco?"

— Sí —susurró cogiendo el móvil para apagar la pantalla. Suspiré pesadamente—, ¿Y Jackson?

— Hablamos un poco mientras me daba un baño —confesé con desánimo—. Me dijo que estaban entrando a una fiesta, eran los invitados de honor así que debían quedarse un rato y luego volverían al hotel donde se hospedan.

— ¿Crees que...?

— No, no lo creo —susurré.

  Y no estaba equivocada. Jackson jamás me engañaría. Lo que él hizo fue algo mucho peor que engañarme con otra persona.

  Él me olvidó junto a todo su pasado de mierda.

+ + + + + + + + +

  Anne tenía razón cuando dijo que los veíamos tres veces al año. Nos visitaron en marzo —cinco días—, en agosto —tres días—, y en noviembre —dos días—. El año pasó volando, Anne y yo no encontrábamos escapatoria, ellos llegaban y todo era tan mágico, tan agradable.

  Mason abrazaba a Anne con anhelo y se la pasaban jugando en el sofá, charlando sin cansancio y encerrándose en la habitación por horas.

  Jackson en cambio, la última vez que nos visitaron, me cogió de la mano y nos llevó a dar un paseo mientras me abrazaba y consolaba. Te preguntarás por qué. Bueno... cuando Dylan y Ben me abrazaron no pude retener las lágrimas, ellos me besaron las mejillas riendo de lo sensible que era y asegurándome que estaban bien.

  Pero al ver a Jackson no pude soportarlo más. Había contenido tanto mi tristeza que él me sacó de allí y me abrazó por mucho tiempo en la calle, lejos de donde los demás nos vieran.

  Supongo que, para entonces, él comprendía lo que su vida me estaba haciendo. Llevábamos un año y medio soportando la distancia, con Anne nos hundíamos en la soledad. Salíamos a bailar, a beber, nos divertíamos trabajando, pero... pero al volver nuestro mundo se quebrajaba y comprendíamos que el fantasma de los chicos siempre nos perseguiría.

  Los dos días que pasaron con nosotras aquella vez fueron los más felices y los más tristes que recordaba, aunque bien sabía que había otros, pero en aquel momento solo tenía cabeza para ellos. Con Jackson hicimos el amor de formas tan diferentes a como acostumbrábamos, no hubo risas, no nos burlamos del otro, solo nos besábamos y nos aferrábamos el uno al otro con todas nuestras fuerzas.

  Cuando miraba a Anne sabía que ella también se sentía como yo.

  El día que se marcharon Dylan y Ben metían un bolso con ropa a la camioneta que los pasó a buscar, eran las cosas de nuestro compañero de piso. No había dicho mucho cuando sacó esos bolsos y salió del apartamento. Huyó para no darnos una explicación.

  Dylan en cambio volvió y me miró desde la puerta con una tristeza que le inundaba los ojos, lucía más fresco con el corte de cabello que yo misma le había hecho. Ya no parecía un niño, se veía más adulto, más maduro... y más cercano a mí.

  Mason y Anne estaban en la habitación, no había chirrido, significaba que hablaban. Y no podía ser nada bueno, no podía.

— Solo dilo —susurré a Jackson. Llevaba una cajetilla de cigarrillos vacía en la mano, se le habían acabado en un solo día. Me miró con dolor y bajó la cabeza, incapaz de seguir viéndome a los ojos.

— Ya no vendremos más —dijo finalmente—. El trabajo es demasiado, no sirve de nada tener nuestras cosas aquí si jamás vendremos.

  En aquel momento Mason salió de la habitación de Anne, lucía agitado cuando se apresuró hacia mí y me abrazó con fuerza. Su boca rozó mi oreja.

— Cuídala... por favor —, besó mi cabeza y se marchó tan rápido que casi corría. Miré a Dylan, se secaba las mejillas con la camiseta.

— Yo sí vendré a verte —aseguró con la voz quebrada, y eso me rompió el corazón.

— No, no vendrás —interrumpió Jackson. Lo miré con terror, él no podía hacerme eso, no podía arrebatarme todo lo que tenía—. Ninguno volverá a aparecerse por aquí otra vez. Es mejor así.

— No, no lo es —dije resistiendo mis ganas de llorar.

— ¿No ves lo que estamos logrando? Mírate, Lorelai. Solo mírate —me apuntó. Su rostro estaba contraído, su mandíbula se tensaba constantemente—. Estás delgada, pálida, te ves triste todo el día... ¿no notas lo que esta vida te hace?

— Estoy así porque ustedes no vienen jamás —dije con firmeza. Apunté a Dylan, estaba llorando—. ¡No puedes arrebatarme todo! ¡No puedes quitarme a Dylan negándole venir a verme!

— ¡Dylan es mi hermano, no el tuyo! —Me cubrí la boca mientras lloraba.

  No sabía cómo hacer para que el dolor que se aferraba a mi pecho se detuviera, no sabía cómo... no sabía. Solo podía llorar en silencio mientras oía a Dylan hipar y sorber su nariz mientras lloraba como un niño al que separan de su madre.

— Es por tu bien, entiéndelo —susurró Jack con la cabeza baja—. No puedo vivir si sé que estás aquí, anhelando que venga a sabiendas de que no puedo hacerlo.

— Estás rompiéndome el corazón —dije con la voz cargada de debilidad. Sus ojos se inundaron, pero ninguna lágrima escapó de ellos.

— Estoy dándote una oportunidad para que seas feliz.

  No era lo suficientemente fuerte para alejarlo y gritarle algo hiriente cuando se acercó y me abrazó, el término fundirse en sus brazos se quedaría corto, él solo me aferró con tanta fuerza que supe lo mucho que estaba doliéndole a él. Me besó las mejillas secándome las lágrimas y depositó un casto beso en mi boca antes de marcharse y llevándose a Dylan con él.

— ¡No! —grité finalmente.

  No sabía cómo, pero encontré en un rincón de mi alma la fuerza para impedirle seguir con aquello.

— ¡No lo arrastres de esa forma, no lo toques así, no le hagas daño! —grité con furia. Me apresuré hacia ellos y atraje a Dylan hacia mi cuerpo. Él tenía diecinueve años, era todo un hombre físicamente, pero él era tan delicado como un niño puede serlo al crecer anhelando el cariño de una madre. Y encontraba en mí ese amor, tal vez no era idéntico, pero se asemejaba bastante.

  Lo abracé mientras lloraba y sin más le susurré contra el oído algo que tendría que guardarse solo para él.

— Vas a visitarme, y nos enviaremos correos. No voy a abandonarte tan fácilmente.

  Dicen por ahí que no sabemos lo que tenemos hasta que lo perdemos. Si en ese entonces ellos hubiesen vuelto un mes después... estoy segura que les habría confiado mi corazón como hice antes de perderlos por completo.

  Sin embargo, luego del plazo de un mes... Anne y yo dejamos el piso diecisiete.

El piso 17Donde viven las historias. Descúbrelo ahora