Capítulo dieciocho

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— Maldito aire acondicionado —se quejó Anne mientras salía de su habitación con ropa gruesa y de tonos oscuros. Sonreí con diversión, la verdad es que hubo un fallo en el aire acondicionado y estaban reparándolo, el frío se colaba dentro del apartamento como el agua entre los dedos.

— Odio el frío —murmuré poniéndome la capucha de mi chaqueta engomada. Me abracé a mí misma, a pesar de tener frío no perdía el estilo. Había combinado la chaqueta de pluma con un pantalón rojo algo desteñido, se me veía el trasero bastante bien con ellos.

— Y que lo digas. Son las cuatro de la tarde y no mejora —se quejó mientras se sentaba en el taburete de la cocina. Serví el chocolate caliente que preparaba en dos tazas y le entregué una—. Gracias —dijo con la voz temblorosa por el frío, sopló y bebió un sorbo.

  Hice lo mismo, estaba ligeramente espeso, era una sensación agradable tener el chocolate caliente en mi lengua. Gimoteé saboreándolo y miré al otro lado de la habitación, habíamos armado un arbolito de navidad en la esquina, y habíamos metido las telas junto con los maniquíes en nuestras habitaciones. Nadie se daría cuenta de que éramos estudiantes de diseño.

  Me senté junto a Anne mientras pensaba en mis hermanas, tenía planeado visitarlas pronto para entregarles los regalos que les compré y confeccioné, estaba segura que Clarissa alucinaría con la gargantilla de oro que tenía para ambas, de esa forma las diferenciarían porque, sí, son gemelas.

  Sonreí lentamente al imaginarlas con las gargantillas puestas. Lucirían hermosas.

— Odio la nieve, joder.

  Di un respingo al oír a Ben hablar. Con Anne giramos bruscamente para ver la puerta, estaba siendo abierta y los chicos entraban con las chaquetas húmedas gracias a la nieve que caía fuera.

— ¡Lola! —Dylan entró corriendo y me abrazó con fuerza, sostuve firmemente la taza de chocolate caliente en mi mano para no derramarla. Sonreí abiertamente—, no sabes lo bueno que es verte. Dime que me darás chocolate caliente y comida calientita.

— Calentaré el caldo que preparé —dije mientras posaba una de mis manos en su espalda y suspiraba aliviada de que estuvieran al fin con nosotras.

— ¿Por qué hace frío aquí? —preguntó y se separó de mí, comenzó a quitarse la chaqueta y los zapatos para lanzarse al sofá y cubrirse con una manta.

  Volteé y miré a Jackson, se quitaba la chaqueta y la gorra, ambas húmedas. No hizo falta que le hiciera una seña para acercarse, lo hizo por sí solo, metió los brazos dentro de mi chaqueta para envolverme la cintura y de paso mantener el calor.

— Estoy aquí —susurró contra mi oído. Cerré los ojos y posé mi boca en su mandíbula.

— Estás aquí —susurré de vuelta rozando con mis labios la piel de aquella zona.

  Anne les entregó mantas a los chicos, todos ellos se sentaron en los sofás esperando que les diéramos algo caliente para comer o beber, temblaban como pollitos. En especial Dylan.

— Odio el invierno, odio la navidad, odio las lucecitas rojas, y a Santa Claus —gruñó Ben airadamente. Mason bufó.

— Cálmate, Grinch —. Sonreí divertida mientras le entregaba un plato con caldo a Jackson y me sentaba a su lado en el sofá.

— Yo digo que el arbolito les quedó fenomenal —opinó Dylan llevándose una cucharada a la boca—, y el caldo está exquisito.

— Gracias —dije mientras me quitaba los botines y subía las piernas al regazo de Jackson para cubrirnos a ambos con la manta.

El piso 17Donde viven las historias. Descúbrelo ahora