IX

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- ¡¿Qué?! ¿Cómo es que no te gusta el brunneis? Es la mejor bebida del mundo. - Decía Stella. Su conversación había viajado hasta preguntarse por gustos y aficiones acompañadas de risas como si la tensión entre ellas hace un rato no hubiese existido. - ¿Cómo a alguien aliado de Sirenas no le gusta el brunneis?

- Así nada más. - Reía Luna al responder, era la primer que Stella escuchaba su risa durante tanto tiempo. Descubrió que tenía varias perforaciones en las orejas, en Unanimious no eran muy bien vistas pero a ella le parecían bonitas. Al parecer en la tribu de la noche era común hacerse un orificio más con cada victoria de batalla o de vida y al parecer por los significados que tenían, Luna consideraba muchas cosas pequeñas victorias, como la primera vez que cazó un pez, por ejemplo. - Nunca me ha gustado, prefiero el atratum. Seguramente a ti no te gusta por que es demasiado salado, ¿no?

El brunneis y atratum era bebidas de mar, las sirenas las habían ofrecido como ofrenda de alianza a los dos reinos en sus respectivo momento. El primero era de un amarillo o naranja brillante endulzado con alguna semilla de alga extraña, Luna recordaba haberlo tomado a la fuerza la primera vez que se lo dieron. Era empalagoso y denso. El atratum por otro lado era tallado de rocas submarinas y luego revuelto con agua, sabía a sal y no tenía más color que un simple gris.

- ¡Ugh! Aún sirven esa cosa en algunas casas de Unanimious, ya no se tallan piedras del fondo, claro, pero igual es horrible. Eso si debió haber desaparecido con la alianza. - Dijo Stella y ambas se rieron. - Tienes gustos muy extraños.

- Unanimious conserva muchas costumbres de las sirenas, ¿no? - Preguntó Luna un poco más seria. - Cuando estuvimos ahí, vi algunos adornos y cosas así.

- Si, a pesar de que ya no somos aliados, mi gente no las rechaza. Al contrario, muchos aún creen que en algún momento regresarán. - Respondió Stella. - Culpan más a la tribu de la noche por "robar" la alianza. - Stella se arrepintió después de decirlo, no quería molestar a Luna ahora que parecían empezar a llevarse bien. - Aún que yo no creo que fuera así... ¿Ha cambiado mucho la tribu de la noche?

- No viví antes de la alianza. - Dijo Luna, Stella se sintió aliviada por que no parecía enojada. - Pero según mi abuela, antes éramos más libres. Ahora todo lo que dice la reina debe hacerse al pie de la letra. - Explicó Luna levantándose. - Ya se tardaron esos tres, deberíamos ir a buscarlos, no quiero llegar tarde al Adamantio. Tal vez podamos hablar hoy mismo con el rey.

- Si... - Dijo Stella un poco decepcionada, a pesar de que sabía el motivo del viaje, una parte de ella no quería que terminara tan rápido. Apartó esos sentimientos una vez más. - Ojalá podamos llegar hoy.





- ¡Ya saquenme! - Gritó Eri por milésima vez. Brosse comenzaba a cansarse de escucharla. - ¡Quise robar manzanas, no joyas reales!

- Robar es robar. - Insistió Aria. - Y robar está mal.

- ¿Ustedes también tenían hambre? - Escucharon del otro lado de la pared. Las celdas eran como cuartos cerrados, solamente tenían rejas en la parte media de la puerta, de donde Eri había estado sujetada todo el tiempo. - ¿También son del Adamantio?

Brosse sintió un escalofrío y se acercó a los barrotes pero seguía sin poder ver al dueño de la voz. Solo divisaba el pasillo claro.

- Yo soy del Adamantio. - Respondió rápidamente. - ¿De qué reino eres?

- Quinto. - Dijo el desconocido. Su voz era muy aguda, seguramente un niño. Brosse recordó a los peqieños del noveno reino buscando comida hasta por debajo de las rocas. Seguro él era igual. - ¿Y tú?

- El noveno reino. - Respondió Brosse. Eri se había apartado de la reja para darle espacio. - El bastardo.

- ¿Bastardo? - Preguntó el niño confundido. - El quinto reino es el bastardo.







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