XXVII

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Sauter tiró su peso contra la puerta una vez más. La madera temblaba con los golpes pero no se rompía, su hombro se había entumecido después del tercer impacto. Respiraba pesadamente sintiéndose encerrado, pateó con fuerza una vez más astillando la madera finalmente.

- ¿Qué hace el futuro rey? - Escuchó a su lado. Su madre estaba ahí mirándole fijamente con el ceño fruncido. Sauter sabía que no era real pero parecía serlo y eso le congeló el corazón. - ¿Cómo va a salvar al reino si no puede ni derribar una puerta?

- Bilia cerró por fuera, seguro dejó caer la barra. - Respondió sintiéndose extraño de hablarle a una ilusión pero ignorando por completo ese hecho. Quería que fuera real. Si su madre estuviera ahí, las cosas serían diferentes. Todo sería diferente. - No hay manera.

- No hay manera... - Repitió Retam caminando a su alrededor. Llevaba el mismo vestido con el que Sauter la había visto la última vez, de tela rosa muy clara y ligera que caía al suelo desde su cintura. - Un príncipe que admite un imposible, ¿es apto para ser rey? Difícilmente.

Sauter terminó de confirmar que tan solo era su angustia hablando. Su madre jamás diría nada en el tono áspero de ese momento, era su voz pero no sus palabras. En un parpadeo ella ya no estaba ahí, Sauter juntó el coraje necesario y estiró sus manos por la cabecera de la puerta columpiándose frente a ella para estampar con sus piernas. Una de las tablas se partió por el medio. Sauter tomó vuelo una vez más golpeando en el centro de la puerta que cayó al suelo causando un estrépito que alertó a los soldados.

- Mi señor, Bilia pidió que no saliera de su habitación. - Dijo uno de los guardias que llegó al instante en que la puerta cayó. - No debe de preocuparse, el rey ha llegado al castillo. Él se encargará del asunto. Regrese adentr-

Sauter avanzó hasta él desenfundando su espada mientras otros guardias se acercaban. El príncipe elevó el puño hasta la altura de su pecho indicándoles detenerse y ellos obedecieron. Apuntó la espada hacía el guardia dejándola cerca de su cuello.

- ¡Sauter! - Escuchó detrás de él. Bilia estaba de pie apretando sus puños detrás de la madera en el suelo. - ¿No podías obedecer una simple orden?

- No una que me haga quedarme sentado mientras mi castillo se tamabalea. - Respondió elevando la voz arrepintiendose de inmediato después de ver su expresión. Sabía que Bilia quería lo mejor para él, lo había cuidado y protegido desde la muerte de su madre, pero algo que ella no comprendía era su papel como rey. Bilia creía que Sauter era un chico normal que viviría hasta ser viejo y moriría con honores como un noble más, pero las cosas no eran así. Un rey vivía con el cuello descubierto, listo para la batalla, arriesgando su vida cuando era necesario. Sauter no podía quedarse dentro de la burbuja que ella le había creado. - Voy a bajar así y tenga que pelear. - Aseguró.

- Si tan solo no fueras como tu madre, Sauter. - Dijo finalmente antes de asentir. Los guardias bajaron sus espadas abriéndole paso y Bilia lo observó irse con velocidad. La espada en su cinturón y su silueta delgada andando por el pasillo del castillo con el cabello alborotado y esos ojos sedientos de la curiosidad que solo el mundo podía saciar, era una imágen que ya había visto antes. El día en que Retam ya no volvió. - Si tan solo no te parecieras a ella. - Repitió en un pensamiento.










Genre, Brosse y Temperance salieron de la cueva buscando con que protegerse. Stella esperó hasta que Coquette se separó de Luna para acercarse, había estado junto a ella desde que los otros se fueron jugueteando extrañamente para tomar su mano o acercarse más de lo necesario. Luna pareció aliviada cuando Eri llamó a Coquette para que viera alguna flor hermosa en la orilla de la cueva. Stella se sentó a su lado sin llamarla mirándola de reojo, había cubierto su rostro entre sus manos, alcanzó a ver su pecho subir y bajar lentamente marcando su respiración. Luna no era buena con el contacto ni la cercanía pero Coquette parecía no querer entenderlo.

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