Capítulo 7: El caminante sobre el mar de nubes.

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Las alturas son magníficas, puedes observar todo lo que pasa a tu alrededor, ahí no eres menos y son pocas las personas que se atreverán a tocarte, incluso alcanzarte.

Las alturas son magníficas porque estás más cerca del cielo, más lejos de la humanidad. Ahí no eres como los demás, ahí eres parte de la naturaleza; el todo te vuelve uno y al mismo tiempo tú te conviertes en todo...

Sólo para justificar la soledad.

11 de septiembre de 1814:

El aire abandonó su cuerpo y todo a su alrededor le daba vueltas. El impactó contra el piso fue fuerte, incluyendo el peso del varón sobre ella, el martirio momentáneo aumentaba. Trataba de salir de aquella pequeña prisión sin embargo se lamentaba no tener la fuerza suficiente para hacerlo: lo tomó de los hombros, inhaló profundamente para oxigenar sus músculos y poder ejercer más fuerza empero el aroma a alcohol se impregnó en sus vías respiratorias causándole náuseas.

—Señor Kurosaki, n-no...

—Orihime, mi vida. — sollozaba. Él movía las manos de manera aleatoria, ignoraba al cuerpo pequeño que estaba debajo de él.

—Se-señor, po-r... — repentinamente sintió una mano varonil sobre su hombro. Ichigo seguía llorando pero sus lamentos habían cesado.

Todo estaba en absoluto silencio, ni siquiera afuera el viento removía las ramas de lo árboles. Parecía que el exterior había dejado de existir, sólo estaban ellos dos en la habitación de Ichigo. Rukia logró acompasar su respiración y deslizarse lentamente por debajo de su cuerpo.

La mano de Ichigo se fue deslizando por el brazo de la chica hasta llegar a su mano, para sorpresa de la azabache, él entrelazó sus dedos con los de ella. Los latidos de Rukia eran tan fuertes que podía ver a través de su pequeño pecho el movimiento de su corazón, sentía en su cabeza la pesada respiración del varón la cual removía sus cabellos.

El pelinaranja empezó a moverse, permitiéndole a Rukia introducir más aire a sus pulmones. El comenzó a descender por el cuerpo de la fémina: segundos después ya no sentía la respiración embriagante del varón sobre su cabeza sino cerca de su mejilla y después por su cuello. Ella no sabía qué hacer, por alguna extraña razón Ichigo no le daba miedo, de hecho todo lo contrario: sentía una inmensa confianza hacia él.

Si el tiempo fuera un líquido en ese momento era miel: dulce y lenta.

Con la mano libre se separó del piso y de ella, sólo lo necesario para poder seguir vagando por el cuerpo de la fémina desconocida para su cerebro. Rozó la mejilla sonrojada con la punta de su nariz, después pasó sus labios impregnados de whisky por su frente; le dio cortos besos por la quijada hasta llegar al mentón. El pecho de ambos subía y bajaba. Las ansias consumían el interior de Ichigo así que sin más besó a Rukia.

Al principio fue un simple toque entre sus epidermis sin embargo él no se iba a conformar con poca cosa. Soltó la mano de la azabache para pasarla por debajo de su cintura y atraerla más hacia él. Intentaba abrir los labios de su acompañante sin embargo ella parecía resistirse como un conejo asustado al encontrarse en las garras del lobo; tomó la fina barbilla e hizo que lo viera directamente a los ojos. Miradas avellanas y violetas se conectaron. Sin poner más trabas, Rukia entre abrió sus labios ligeramente, él aprovechó la situación para darle otro beso.

Ichigo pasó su lengua con cuidado, tenía miedo a que aquella imagen tan viva de ella se desvaneciera: quería estar con ella al unos segundos más. Se fueron reincorporando poco a poco hasta poder sentar a la azabache en sus piernas, era tan liviana como un fantasma pero a la vez su figura despedía un grato calor. Puso ambas manos en la cintura de la chica y lo atrajo más hacia él.

[+18] [AU ICHIRUKI] † Dolorosa † [BLEACH]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora