Lo primero que hizo Kid antes de ir a ver a su segundo fue darse una ducha en su nueva habitación (ya que la inicial la había destrozado hace unos días y aún no estaba reparada) para limpiarse cualquier rastro de semen y líquido en general. Una parte de su cabeza no quería hacerlo, pues así perdería la esencia del moreno que seguía impregnada en su blanca piel. Su cuerpo aún guardaba el calor que le había embriagado hace unos minutos, el extravagante aroma que había reinado en la habitación. Pero, sobre todo, el pelirrojo no podía quitarse de encima esa mirada felina, esos ojos sibilinos que se le clavaban como dos cuchillas afiladas y le desgarraban el interior sin piedad alguna.
Esos orbes grises como el acero, como el metal que él mismo controlaba. Pero el hierro de sus ojos era imposible de domar. Eran unos ojos salvajes y fríos, como su dueño. Escasos minutos antes, Kid había sentido en todo su esplendor la calidez que ese magnético sacerdote era capaz de dar. Sí, esa era la palabra: magnetismo. Así es como se sentía cuando el moreno aparecía. Era absorbido por el hechicero con algún tipo de magia desconcertante para él, pero que sin duda existía puesto que no cabía otra explicación posible. Era un imán.
Una vez limpio y aseado, el pelirrojo se pasó por el cuarto de Killer para ver si se había despertado de una buena vez. En efecto, el rubio estaba tirado en el sofá a medio vestir fumando en pipa (sin el casco puesto, evidentemente). Kid aún no se acostumbraba a ver a su segundo de esta forma, fumando como un dignatario de la alta sociedad. Se había aficionado al tabaco hacía unos meses, y de vez en cuando fumaba "para relajarse", palabras textuales del propio Killer. Aunque más relajado ya no se podía estar.
El pelirrojo se sentó en un sillón individual y el rubio se irguió esperando atento a que su capitán hablase. Estaba claro que quería contarle algo, y podía apostar su rubia cabellera a que tenía que ver con el sacerdote. Killer no se equivocaba, Kid había ido allí para relatarle lo sucedido esa misma mañana en la habitación del moreno.
Por supuesto que no contaría más de lo necesario, no le hablaría del sinuoso cuerpo del sacerdote, ni de sus brillantes ojos metálicos, ni de su lujuriosa lengua, ni de sus dulces gemidos, ni de que había disfrutado como nunca a pesar de haber estado extrañamente aturdido durante el sexo. Simplemente iba a pedirle su opinión, a fin de cuentas, era su segundo y su mejor amigo. Y estaba claro que tenía más conocimientos en cuanto a relaciones (en general) homosexuales se trataba.
Kid se sorprendió gratamente cuando Killer comenzó a aconsejarle jovial y tranquilo. Había olvidado que su segundo, aunque era igual de sanguinario que él, era más amable y comprensivo. Y menos mal, porque él siempre actuaba por impulsos y necesitaba una voz que le recordase una y otra vez lo que era mejor o más conveniente hacer en cada situación. Killer era su conciencia, su razón, su lógica, pues él las había perdido mucho tiempo atrás.
Ambos acordaron que Kid debía pasar más tiempo con el sacerdote, y no limitarse únicamente al sexo, pues para enamorar a alguien se necesitan más cosas que un buen polvo. El pelirrojo había aceptado a regañadientes, pues no tenía ni puta idea de cómo ser más cariñoso con el moreno. Si lo único que le rondaba la cabeza era cómo se lo iba a follar la próxima vez.
En el fondo, el rubio sabía que era algo casi imposible el que su capitán enamorase a ese sacerdote, pero todo podía pasar. Es decir, si se habían acostado y les había gustado, ¿no era eso un paso importantísimo para crear una relación? Eso es lo que le había pasado a él con Penguin. En realidad, había quedado prendado del pastorcillo nada más verlo en la fuente aquella mañana, pero una vez que había probado su cuerpo, no quería otro más. No creía estar enamorado porque desconocía ese sentimiento, pues nunca lo había estado, pero estaba más que seguro que quería pasar el resto de su vida junto a él. ¿Cómo no iba a estarlo? Con esa sonrisa tan dulce, con esos ojos negros tan hermosos, con ese cabello tan sedoso, con ese cuerpo tan delicado... Todo en él le gustaba. Pero no era amor, ¿no?
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El sacerdote de Ishtar
FanfictionHistoria creada en 2016. Babilonia era una extraña isla que pocos piratas conocían. Eustass Kid era uno de ellos. #2 KidLaw 6/9/20