Zoro se removió adormilado entre las sábanas. Su mano tocó el cuerpo caliente de otra persona, y abrió un ojo con dificultad. Apenas veía nada en la penumbra, pero enseguida pudo distinguir el rubio cabello de Sanji, quien dormía plácidamente a su lado. El espadachín sonrió levemente y se acurrucó más contra el delgado cuerpo de su pareja. Aunque llevaban ya casi dos años de relación, aún no se había acostumbrado a compartir la cama con otro más. Había anhelado tanto estar con Sanji, que ahora todo le parecía un sueño. Con el perfume del cabello del cocinero entrando por su nariz, Zoro se volvió a dormir.
Despertaron con el amanecer, aunque Sanji siempre tenía mejor despertar que Zoro. El rubio se removió entre los brazos del espadachín para soltarse de su agarre y le besó en la frente.
–Buenos días, Zoro –dijo sonriente, pero sólo obtuvo un bufido del otro porque no quería moverse de la cama–. No tardes, el desayuno estará listo y si no te quedarás sin nada.
Sanji encendió una vela y comenzó a vestirse. Inevitablemente, el peli-verde posó sus ojos sobre aquel cuerpo que tanto le gustaba, pero no pudo deleitarse mucho tiempo con él porque sus orbes enseguida se fijaron en el tatuaje. Zoro suspiró, esa mancha negra no tenía que estar ensuciando el precioso cuerpo del cocinero.
De repente, le agarró por la cintura y le obligó a sentarse en la cama, rodeado por sus brazos y piernas. Sanji se iba a quejar, no quería sexo tan pronto, pero no dijo nada cuando giró la cabeza y vio como Zoro dejaba un delicado beso en aquella mancha de tinta imborrable que tenía en su omoplato derecho. Ahora fue él quien suspiró.
–Han pasado dos años y todavía no puedes verlo –comentó con cierta gracia mientras entrelazaba sus dedos con los del peli-verde–. Tendré que ponerme un vendaje...
–No es eso, Sanji –respondió el otro algo molesto. No le gustaba que hiciese bromas con cosas tan serias–. Es solo que...
–Zoro –le cortó el rubio encarándole–, olvídate de eso. Han pasado dos años, y mi opinión sigue siendo la misma –dejó un suave beso en los labios del otro–. Te lo dije entonces y te lo repito ahora: no me importa ser un maldito si con ello puedo pasar el resto de mi vida contigo –le sonrió dulcemente–. Prefiero mil veces morir entre tus brazos que vivir eternamente solo. Así que deja de preocuparte tanto –le estiró cariñosamente de los mofletes para dibujarle una sonrisa en la cara–. ¡Y no me beses el tatuaje que duele!
Zoro se mesó los mofletes algo doloridos y, haciendo caso omiso a su pareja, volvió a besar el extraño tatuaje que le unía a Kali para siempre, un fino círculo con la letra 'K' en sánscrito, el idioma materno del espadachín. Cuando lo besaba, el peli-verde sentía cómo ardían sus labios, señal inequívoca de la presencia de la diosa, pero no dejaría de hacerlo por mucho que le doliera.
–Ayer vi a Ace –comentó el espadachín entre besos en la nuca.
–¿A sí? –se sorprendió el rubio–. ¿Y no te miró con cara de odio por robarle a su pareja?
–Él me la robó a mí –bufó molesto–. Yo sólo la recuperé.
–No te pongas celoso, marimo-kun –le picó Sanji mientras le incitaba a que siguiera besando su cuello–. Sabes que el tiempo que estuve con él no pude olvidarte.
–Eso no quita para que no te hayas acostado con él –refunfuñó de nuevo el peli-verde. Le costaba reconocerlo, pero imaginar a esos dos en la cama le producía urticaria.
–¡Pero qué niño eres, Zoro! –se rio Sanji mientras movía los brazos de éste para abrazarse con ellos–. Me canso de repetirte que el sexo con él no fue nada espectacular –mintió, no quería contarle la verdad porque, aunque Sanji prefiriera estar en la cama con Zoro, reconocía que con Ace se lo pasó muy bien. Y si se lo decía, el peli-verde vería tan hundido su orgullo que seguro le mataba a polvos hasta que olvidara al moreno pecoso–. Venga, tengo que irme.
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El sacerdote de Ishtar
FanfictionHistoria creada en 2016. Babilonia era una extraña isla que pocos piratas conocían. Eustass Kid era uno de ellos. #2 KidLaw 6/9/20