XXII

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Kid se revolvió entre las sábanas buscando a su amante, pero Law hacía minutos que se había despertado. El moreno seguía en la cama, sentado, observando al pirata dormir. Así, el pelirrojo, tan dormido y relajado, parecía un bendito. Era la calma que precedía a la tormenta. Hacía horas que debían haberse levantado, pero al sacerdote le daba lástima despertar a su amante después de la noche tan agitada que habían tenido. Nunca lo había visto tan entregado al amor, y los recuerdos que venían a su mente sólo conseguían sonrojarle porque él tampoco se había quedado atrás. La magia del alcohol.

Sus tripas rugían con ganas, era ya hora de comer. Con todo el cariño y el cuidado que raramente mostraba Law, se acurrucó de nuevo junto al pelirrojo y le zarandeó levemente, susurrando su nombre dulcemente. El pirata se revolvió algo molesto, pero no pudo resistir la llamada amorosa de su pareja. Abrió un ojo con lentitud, y lo primero que hizo fue enroscarse en la cintura del mayor, dándole un beso en su desnudo vientre.

–Buenos días, Eustass-ya —sonrió el sacerdote mientras acariciaba los cabellos de fuego de su hombre–. Es hora de levantarse, nos traerán la comida enseguida.

–¿Por qué no me has despertado antes? —inquirió el pirata incorporándose para besar a su amante–. Quería tener un poco de sexo vespertino.

–¿Todavía quieres más, Eustass-ya? —preguntó Trafalgar entre risas, y esta vez fue él quien se acercó a los labios del menor–. Resérvate para la noche, es más placentero.

Kid no dijo nada, sabía que su pareja tenía razón. Cuando caía la noche, Law se volvía una persona completamente desinhibida y salvaje. Era como si sacase a relucir su verdadero yo. Permanecieron en la cama comiéndose a besos hasta que una esclava llegó con la comida quien, al ver la repetida escena desde hacía unas semanas, simplemente dejó las bandejas con los platos en la mesa de café y salió de la habitación sin decir ni mu. Estaba acostumbrada, pero sabía que no debía interrumpir algo tan íntimo y que al Sumo Sacerdote gustaba tanto.

Cuando los platos estuvieron servidos, la pareja se sentó a comer disfrutando de los deliciosos manjares que el cocinero rubio de cejas rizadas hacía. La sesión de besos mañanera había continuado con mimos y arrumacos durante la comida, pues uno y otro daban de comer a su pareja de una forma demasiado cariñosa para ambos. Después de comer, descansaron sus cuerpos en el sofá y reposaron la comida sin dormirse, volviendo a hacerse cariñitos y mimos. Era una sensación extraña, pero ambos estaban realmente cómodos disfrutando con las caricias delicadas del otro sin pasar de ahí.

Cuando el calor hubo frenado su intensidad, se ducharon y vistieron porque Law debía asistir a las ceremonias de nacimiento de los dioses. El moreno le dijo al pelirrojo que podía quedarse en la habitación hasta que éste acabara de rezar, pero el pirata insistió en acompañarle y verlo durante toda la ceremonia. Ese gesto sobreprotector encantó al sacerdote, pues no quería alejarse de su amante ni un segundo. Kid volvió a repetir modelito, parecía que le había gustado la túnica de corte griego de la noche anterior. Trafalgar escogió una toga que el pelirrojo todavía no había visto, una de color azul celeste con detalles en blanco y plata.

Los tórtolos salieron de la mano de la habitación rumbo al patio porticado, donde el moreno debía practicar rezos en honor a la Diosa Madre mientras la población acudía a llevar ofrendas a la estatua que habían movido desde la sala de detrás del trono. La imagen de la diosa se colocó sobre un pedestal amplio, donde el mayor se situó para practicar sus rezos. Pronto, los pies de la efigie se llenaron de velas, flores, cerámicas, fruta y cereales, así como pieles y objetos más elaborados, como pulseras y anillos de bronce. El sacerdote se colocó a sus pies, rodeado por un círculo de velas perfumadas, y rezó durante toda la tarde.

Los habitantes debían recorrer todos los templos de la ciudad dejando ofrendas a los pies de cada dios, conmemorando así su nacimiento. Law no podía hacer rezos a todos ellos, por lo que se quedaba sólo en el templo de Ishtar como Sumo Sacerdote suyo. Del resto de dioses se ocuparían las sacerdotisas.

El sacerdote de IshtarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora