XXVII

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Ahí estaba Trafalgar Law, quieto, inmóvil, paralizado. Kid lo escrutó de forma exhaustiva, aprendiendo y guardando en su memoria las nuevas características del tatuado. Estaba más delgado, y con ello parecía más alto y esbelto. Sus morenos cabellos también habían crecido, ahora un poco desordenados. Sus ojeras, más prominentes, enmarcaban unos ojos fríos y heladores, pero igualmente hermosos, de ese gris metálico que tan bien recordaba el pirata. Ese gris metálico que tantas noches le había impedido conciliar el sueño. Pero... No sólo el físico había cambiado. Kid lo notaba, lo sentía: Trafalgar estaba diferente.

Vestía una túnica negra únicamente, con el cuello en pico que dejaba al descubierto parte de su pecho, y unas mangas y una cola largas y anchas. Era el mismo tipo de túnicas que llevaba siempre, pero ahora... Era negra. Un negro lúgubre, triste, apagado. Como el aura que despedía el sacerdote. Le miraba aturdido, sorprendido por su presencia.

–Eus-tass-ya... –dijo en un susurro casi imperceptible, moviendo sus carnosos labios de manera automática. No podía creer que después de dos años, Eustass Kid estuviera con él. Después de dos largos años, había regresado.

Y estaba cambiado. Más alto, y mucho más fuerte. Con esos extravagantes ropajes de pirata, ese horrible abrigo de pelo color vino con el que seguro se estaba asando de calor, esos pantalones chillones de topos, esas botas de cuero marrón, esas extrañas gafas de metal que sostenían su desbaratado cabello rojo fuego. Lo tenía más salvaje, ahora toda su cabeza parecía despedir llamas, dándole un aspecto mucho más fiero. Y sus ambarinos ojos, iguales a como los recordaba, aunque ahora tenía unas horribles cicatrices en uno de ellos, rompiendo la finura de su nívea piel. Law siguió el camino de la cicatriz, la cual parecía ya cerrada por completo, de su ojo pasando por su pecho y se escondía hacia su brazo, pero no pudo ver el final por el abrigo. Seguro que llegaba hasta el término de la extremidad.

Le estaba mirando serio, callado, sin inmutarse, pero también con algo de... ¿Pena? Trafalgar no podía descifrar qué escondían esos dorados ojos, pero había algo más. Como también había más de un sentimiento recorriendo su corazón. Estaba... Estaba realmente feliz de verle, de tenerle allí, de comprobar que estaba vivo, y su cabeza ya estaba buscando razones por las que había regresado, razones que le hacían más que feliz. Pero...

–Trafalgar –dijo al fin el pelirrojo, con voz queda. Pero Law le interrumpió.

–Eustass-ya –repitió, esta vez con más seguridad. Y pronto sus ojos reflejaron ira, mucha ira. En un segundo, Law tenía en su mano la copa que había dejado caer minutos antes, y en otro segundo, ésta se dirigía con una velocidad inusitada hacia la cara del pirata–. ¿¡CÓMO TE ATREVES A VOLVER DESPUÉS DE LO QUE HICISTE!? ¡MALDITO PELIRROJO DESCEREBRADO! ¡DESAPARECE DE MI VISTA, EUSTASS KID!

Kid tuvo los reflejos necesarios para esquivar la copa, la cual le podía haber dejado un bonito moratón en el ojo, y miró estupefacto al sacerdote. ¿Y ese cambio de actitud? ¿Por qué no estaba jodido como él? ¿Por qué tenía la arrogancia de gritarle esas palabras a la cara? ¿¡Por qué tenía el valor de gritarle!? Nadie le gritaba, y menos esas cosas.

¿Después de lo que había hecho? ¿¡Qué había hecho!? Él sólo actuó en consecuencia, fue todo culpa de Trafalgar por obligarle a elegir... Y por mentirle. Le había engañado, había jugado con él como si fuera un chiquillo. Y lo peor de todo: había jugado con sus sentimientos. Había maniatado su corazón, la primera vez que se enamoraba, y lo había pisoteado hasta desangrarlo. Y la prueba estaba en que la maldición aún no se había roto. ¿Por qué seguía sin ser recordado? Fácil solución: porque Trafalgar Law nunca le había amado.

–¿¡Qué has dicho!? –gritó el pirata. Nadie le hablaba así, y menos alguien que no tenía razón. Porque Law no tenía derecho alguno a exigirle nada siendo que había jugado con sus sentimientos de esa forma tan cruel–. ¡MALDITO TRAFALGAR! ¿¡CÓMO TE ATREVES A HABLARME DE ESA FORMA!? ¿¡ACASO NO SABES QUIÉN SOY YO!?

El sacerdote de IshtarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora