Capitulo 17

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Él no era el problema, cargaba una bestia la cual ya no dominaba. Miraba el cielo contemplando los inminentes rayos del sol que pronto saldrían y lo que en horas sería motivo de aquel encuentro, su piel estaba erizada, su pulso agitado y sus oídos no podían apartarse de la risa de la rubia rodeada de lobos reclamando su atención. Ninguno tenía oportunidad con ella y eso lo hacía sentirse satisfecho, era libre, ni salvaje ni domestica. Al igual que él aquella loba no pertenecía a ninguna manada vagaba por el mundo conociendo clanes que la hospedaban para continuar sin rumbo alguno.

La había conocido hacia tres inviernos, en el clan Drakwolf, su refugio mas habitual en luna llena, era la primer noche en la que había sido recibido por ellos. Todos los huéspedes dormían en la casa principal del clan y ahí estaba ella corriendo a risas escapando de un joven lobo que solo llevaba una toalla alrededor de su cintura mientras en sus manos ella tenía sus prendas. Se giró para mirar la distancia que los separaba sin dejar de correr hasta que ambos chocaron, una maldición salió de sus labios al derramar el té caliente que tenía manos sobre su pecho.

—Oh, lo siento —se disculpó sin poder contener la risa, estaba loca, se estaba quemando y aquella loba se reía a su costa.

—Pues no lo parece —dijo irritado mientras tiraba el vaso que se hizo añicos al tocar el suelo, se saca los lentes para mirarla donde el verde de sus ojos animal brillaba, la sonrisa de ella se borró al ver unos ojos tan nítidos ajenos al amarillo que acostumbraba a apreciar.

—Tus ojos —susurro y si no fuera porque sus instintos vivían despiertos no la habría escuchado.

—Si, son verdes —dijo con sarcasmo buscando entrar al baño de donde el cachorro había salido y dejado un rastro de agua.

Su pecho no ardía, ni sentía calor solo estaba irritado de que en aquella casa todos los lobos estuvieran locos; sin duda sería la última vez que acudiera a aquel clan para pedir asilo. La puerta del baño se abre dándole paso a la loba que lo había chocado que no se atrevía a apartar sus ojos de él, la aprecio desde el espejo viéndola reír tomando la toalla y humedecerla en el agua. Atento a cada uno de sus movimientos y preparando su calma para el próximo ataque de ella, se sorprendió al encontrar su mano fría posándose en su hombro se giró a verla y ella presiono la toalla fría limpiando el liquido sobre su pecho.

—¿Qué es lo que? —pregunto comenzando a detallarla: piel blanca, risos rubios que llegaban hasta sus pechos, ojos verdes y era tan pequeña que llegaba debajo de su cuello.

—Dije que lo sentía —susurro y pudo jurar que hasta gruñía, lo entendió, esa loba era la que alteraba todo en aquella casa.

Era demasiado liberal y extrovertida, a diferencia de otras lobas, disfrutaba tener el control lo que sería un problema porque nunca lo cedía, y si lo que quería era un lobo manso para satisfacer sus ansias él no era el indicado. No la detuvo en ningún momento, ni mientras limpiaba el café que tenía encima, ni cuando soltó la toalla para pararse de puntas de pie llevando sus manos a su cuello. No iba a aceptar una disculpa, pero si ella estaba dispuesta a compensarlo tampoco se lo iba a negar.

—Sabes, nunca vi unos ojos verdes tan nítidos —susurro y en un acto involuntario llevo sus manos a su estrecha cintura—. Podría contemplarlos todo el día si no los ocultaras bajo esos lentes.

—¿Acaso me estuviste vigilando? —pregunto intrigado a descubrir sus intenciones.

Sentía su pulso relajado bajo la yema de sus dedos mientras presionaba su cintura atrayéndola hacia él. Su sonrisa se borró solo un momento en el que él sonrió al mostrarle que lo que quisiera, él estaba dispuesto a seguir.

Luna Nueva [Eclipse]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora