Lose It All

1.1K 114 217
                                    

"Nuestras almas eran una, debes saber, y nunca estarán separadas. En un amanecer espléndido y ante tu rostro fulgurante, te busqué para encontrar mi corazón."

Nicholas Sparks


— Lorna quiere que se llame Nicholas, no la quiero contradecir porque está muy sensible, pero me gustaría que se llame Ricky, como mi amigo que ya no está con nosotros Nicky conversaba amenamente con Celeste mientras tomaban el té en el cobertizo de la casa de la mujer mayor, como todas las tardes.

— Cariño, creo que debes decírselo, el nombre del bebé es algo muy importante — le aconsejó Celeste.

Cuando Nicky iba a contestar ambas se quedaron en silencio, absortas con lo que veían, el teléfono estaba sonando por tercera vez en menos de una hora, entonces, la rubia con evidente mal humor, apareció en la sala y desconectó el aparato con furia. Estaba vistiendo nada más un pijama, atuendo con el que pasaba todo el día, además tenía los ojos enrojecidos y el cabello despeinado, miró a su abuela y a Nicky bajó la mirada y regresó a su habitación.

— Oye, abuela Celeste, no debería meterme, pero ¿por qué no la llevas al hospital? Llevo días viéndola muy mal, no ha comido y la única vez que la vi hacerlo le cayó mal, además tiene mal color y solo se la pasa llorando — Celeste solo escuchaba con su rostro serio y los brazos cruzados — Vause, creo que también la está pasando mal, la muy tóxica me llama todos los días para preguntar por ella, que si la vi, que como está, no me he atrevido a decirle, que... está enferma.

Celeste rodó los ojos y se rió de lo que decía su amiga — Nicky, por Dios, no está enferma no seas ingenua, querida.

— Celeste, entiendo que estés un poco molesta, pero...

— Pero nada Nicky, no voy a lidiar con una malcriada, lleva más de dos semanas metida en su cuarto odiando al mundo por sus decisiones, ella se cree una mujer capaz de enfrentar las cosas solas, pues que lo haga, que aprenda de sus errores y que asuma las consecuencias — bebió un sorbo de té para relajarse.

— ¿Y la niña cómo está?

— Está muy triste, le gusta mucho New York, extraña a sus amiguitos, a la otra idiota y está enojada con su madre.

— ¿Has hablado con Alex?

— No quiero saber nada de ninguna de las dos. Odio a las cobardes — sostuvo Celeste.

— ¿Crees que esta vez no regresen? Digo... Alex está muy ocupada y la rubia...

— No, lo sé, no está en mis manos. Ellas son o eran una pareja, es su decisión.

Por la noche Celeste preparó la cena y comió nada más con Amy, que estaba un poco desanimada. La abuela no se quería meter en las decisiones de su nieta, pero ver a la niña triste y saber que ella estaba encerrada en su cuarto llorando como una adolescente inmadura rebalsó sus estribos. Llevó a la pequeña a la cama, fue por una bandeja con leche y galletas. Encendió intrusamente las luces de la habitación de su nieta que estaba en una esquina de la cama con la mirada perdida acostada en posición fetal.

— Te levantas ahora mismo y te comes esto — le exigió, pero la rubia parecía no escuchar — ¡ahora, Piper Elizabeth Chapman! — su nieta tembló asustada con ese tono — No lo digo por ti, a ti que te consuma tu inmadurez y tus caprichos, pero no voy permitir que continúes afectando a una criatura inocente que necesita a su madre y no tiene porqué pagar los platos rotos de tus brillantes decisiones — al escuchar esas palabras llenas de ira la rubia se movió lentamente para sentarse en la cama.

— Ya basta, abuela, vine a mi casa en busca de paz ¿Y qué me encuentro? ¿Que tú estés de su lado? — expresó con la voz apagada pasándose las manos por el rostro.

LLEGASTE TÚDonde viven las historias. Descúbrelo ahora