Lucky Ones

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"Y para estar total, completa, absolutamente enamorado, hay que tener plena conciencia de que uno también es querido, que uno también inspira amor."

Mario Benedetti






Una nueva mañana anunciaba el cambio mágico que había ocurrido en esa casa, en esa familia, con la reconciliación de esa pareja que desbordaba tanta ternura. La llegada de un nuevo ser fruto de ese amor. Tener la conexión maravillosa que solo el calor de las personas que más amaban le podían dar, las hacía soltar sonrisas sinceras mientras estaban reunidas en el desayuno.

— Ayúdenme ustedes a convérsela, es una testaruda — manifestaba la rubia tras tomar un sorbo de su jugo — es su libro y tiene muchos invitados que estarán mañana ahí por ella. Alex se limitaba a continuar comiendo sus frutas.

— Hija, ya hablé con Fahri y dice que no te despidieron, simplemente están preguntando mucho por ti — Alex solo continuaba comiendo y su madre se sintió un poco molesta con esa actitud — ¿sabes qué? Si no quieres ir está bien, pero es algo en lo que tú pusiste todo tu corazón — la apuntó con un tenedor y le hablaba con vos firme — en ese libro pusiste el amor que sientes por la mujer de tu vida, ¿acaso eso no tiene valor para ti? — le preguntó su madre.

— Alex Vause, en serio ¿Tú? — ahora era el turno de Celeste que provocó nerviosismo en la periodista que movió el cabello frenética — ¿Vas a dejar que te roben tus ideas? ¿Permitirás que le pertenezca al periódico y no a ti, algo que te ha costado tanto? Si lo haces continúas siendo una cobarde a la que no le tendré respeto — la reprendió la abuela Celeste.

Alex bebió un poco de café para tratar de explicar su decisión.

— Bien, no voy ir porque ahí estará Artesian y no quiero que haya ningún inconveniente con mi rubia bonita. Es por nuestro bebé — miró con ternura a su novia —, pero conseguí copias del libro para todas.

— Alex, si quieres no voy, pero ve tú — dijo la rubia comprensiva.

— No, claro que no, tienes que ir tú y nosotras también, ¿verdad, Celeste? — contradijo Diane.

— Por supuesto, al menos a la fiesta tenemos que ir — agregó Celeste —, pero tú Alex, vas o vas — le dijo tan firme que parecía una orden — demuéstrale a esa mujer que no le temes, que tú si seguiste tu vida y sobre todo que eres feliz.

Las palabras de la abuela Celeste siempre eran como reiniciar la cabeza y tenían el poder de hacer ver las cosas de una manera distinta. Alex tenía su rostro bajo jugando con su desayuno y de pronto sonrió levemente.

— ¿De verdad quieren ir? — les preguntó tímida.

— Claro, tonta sabes que te apoyamos muchísimo — contestó la rubia acariciándole la mano.

— Disculpen haré una llamada — se levantó de la mesa.

Alex llamó a su jefe estaba un poco nerviosa, pero el cariño y seguridad con que la apoyaban las mujeres más importantes de su vida la animó a hacer un último intento.

— ¿En dónde te metiste, mujer? Creí que te había pasado algo — soltó Caputo apenas contestó la llamada.

— Estoy bien, yo...

— Te quiero mañana en la noche brillando, ¿ya tienes tu discurso listo? — expresó de manera afable.

— ¿No estoy despedida? — cuestionó dubitativa.

— Claro que no, creí que estabas nerviosa, por el libro — bromeó su jefe.

— No, estoy bien, feliz, más feliz que nunca, Joe, te quiero pedir un favor.

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