Capítulo 01

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– ¿Terminar? – preguntó atónito – ¿por qué? –

No quería hacer un drama. Estaban en la mesa central de una cafetería que ambos frecuentaban. Supuso que era por eso que lo estaba terminando en un lugar público.

Lamentablemente, sus ojos le delataban.

– No llores – pidió Bambam – voy a ser honesto contigo – suspiró – ya no me siento como antes. Por un tiempo eso estuvo ahí, pero estábamos bien. Ahora... no sé. Todo se siente raro –

Ten asintió. Era verdad, después de todo. Pero el que lo supiera no lo volvía menos doloroso.

Tratando de conservar la poca dignidad que le quedaba, abanicó sus ojos para no ponerse a llorar ahí mismo.

Ese mismo día debió haber advertido que todo saldría mal.

Primero, el auto que le prestaba su novio... ex novio, se averió a media carretera. Tuvo que llamar a una grúa, firmar papeleo y tomar un taxi.

Como llegó tarde a su trabajo, fue reprendido.

Era maestro en una escuela de arte para niños pequeños. Él amaba a los niños en grupos de tres o cuatro, pero en masa...

En fin, peleó con su jefe hasta que fue despedido.

Claro, no pudo importarle menos. Tenía un novio con un trabajo perfectamente estable que ya lo mantenía a causa de su miserable sueldo y que lo ayudaría en lo que conseguía algo mejor, así que, cuando se reunieran en el café para ir a casa después, le daría la noticia.

No estaba esperando esto en absoluto.

– Está bien – asintió – no te preocupes por mí –

El menor suspiró. Parecía estar profundamente culpable, pero no debía estarlo tanto para haberlo dejado ahí mismo.

– Entonces... –

Ten lo miró con los ojos entrecerrados.

– ¿Qué? –

– No quiero ser un puto insensible – rascó su nuca – pero, ¿vas a necesitar que te ayude con tu mudanza? –

– Ah, eso –

Puta madre. Encima se tenía que ir.

Pero claro que tenía. Ese pequeño departamento que tanto amaba era de su novio... su exnovio, maldita sea.

– S-si no es molestia – pidió abochornado.

El otro lo miró dubitativo.

– ¿Tienes a donde ir? –

Mierda. Esperaba que no preguntara.

– Claro que sí – mintió.

– Ten – tomó su mano sobre la mesa – por favor. Tú y yo nos decimos todo. Si no tienes a donde ir, no tienes por que irte ahora –

El otro se soltó lentamente.

– Tengo a donde ir – insistió – no te preocupes –

– ¿Y vas a estar bien? –

El mayor rodó los ojos y sonrió suavemente.

– Si no lo estuviera, te lo diría. Lo sabes –

Otra mentira.

No estaba bien en absoluto.

Si repartieran premios al mentiroso del año, ganaría uno ese mismo día.

Y tal vez un Oscar, por su actuación tan convincente, ya que el otro parecía conforme con la respuesta.

– Entonces – miró fijamente su taza de café – supongo que es todo –

– Supongo que lo es – asintió de acuerdo.

Jodida mierda.







Sicheng, tan pronto le abrió la puerta de su casa, lo recibió con los brazos abiertos.

Ahí sí se permitió llorar a todo pulmón.

Él amaba mucho a Bambam. Sabía que no iba a superarlo en un futuro próximo, y sabía también que Sicheng entendería, así que fue el primero en el que pensó cuando salió del departamento.

– No puedo creer esto – negó con tristeza – ni siquiera se les veía mal –

– No estábamos mal – sollozó – no sé por que me mandó al diablo –

Sicheng perdió la mirada en algún punto de su sala.

– Tal vez... – negó – olvídalo. Es imposible –

El tailandés lo miró con los ojos llorosos.

– Tal vez, ¿qué? –

El otro lo miró también.

Mierda, esa mirada tan triste no merecía ni siquiera imaginarse lo que sea que estuviera en sus pensamientos, pero Ten era su mejor amigo. Tenía que decírselo.

– ¿Has considerado que tal vez conoció a otra persona? –

El mayor palideció.

– ¿Otra persona? – susurró apenas.

– No necesariamente – se apresuró a negar – es solamente una posibilidad que tienes que... –

– ¡Oh por Dios! – comenzó a hipar histéricamente – ¡me dejó por alguien más! –

– Tal vez no sea así – insistió desesperado – puede que sólo estuviera cansado –

– ¡¿De mí?! –

– O no – sonrió nervioso – uno nunca sabe, ¿quieres helado? –

– ¡Soy un desastre! – se dejó caer en el sillón – el amor de mi vida conoció a alguien y se cansó de mí –

Sicheng soltó un suspiro pesado.

Era el peor consolando. Sus amigos se lo decían todo el tiempo.

Decepcionado de su lamentable intento de hacer a su amigo sentir mejor, se acercó a él y se acurrucó junto a su cuerpo menudo.

– Ya, ya – susurró.

El tailandés se refugió contra su pecho.

Al menos era el mejor abrazando. De eso podían dar fe muchas personas.

– No puedo decir nada para que te sientas mejor – admitió – pero estaré aquí todo lo que necesites. Y esta es tu casa con tu comida y con tu propia habitación –

– ¿Pero qué voy a hacer ahora? – murmuró con la voz congestionada.

– Vas a intentar dejar de pensar en lo que perdiste y concentrarte en lo que tienes –

– No tengo nada –

– Claro que sí – sonrió – me tienes a mí, a tus otros amigos, a tus estudiantes –

El tailandés se desató en llanto de nuevo.

– ¡Mi empleo! – se lamentó.

El otro apretó los ojos.

Había olvidado totalmente que Ten le contó que lo habían despedido.

Definitivamente, era el peor consolando a las personas.

– Ya, ya – repitió, dando palmaditas en su espalda.

Era todo lo que iba a decir si no quería joderla otra vez.

Stand by meDonde viven las historias. Descúbrelo ahora