Capítulo 17

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Cuando llegó al patio trasero, la nostalgia lo invadió.

Siempre quiso nadar en esa piscina, pero llegó en septiembre y nunca se sintió en confianza suficiente hasta que llegó el mes de octubre, cuando ya hacía frío. Ahora era noviembre, así que ya ni lo consideraba una posibilidad.

– Ten – llamó el chino, haciendo que lo mirara – ¿hay algo que quieras decirme? –

El menor frunció el ceño.

– Un par de cosas – asintió.

– Te escucho –

– Bien – suspiró.

¿Cómo empezar?

– Primero que nada – dijo al fin – no seas tan duro con YangYang, ¿bien? Él sólo lo hizo por que tenía el permiso de hacerlo, pero no es un mal chico –

El mayor levantó una ceja.

– ¿No lo es? –

– Ni un poco – aseguró – segundo... bueno, sé que es mucho pedir, pero esto es algo que de verdad quisiera –

– ¿Qué es? – preguntó curioso.

– Quiero que sigamos siendo amigos – admitió cabizbajo – eso significaría mucho para mí. Siempre hemos sido amigos y en verdad no quisiera perderte. Ahora menos que nunca. Y, siendo sincero, no sé si estoy listo para dejar de ver mi bebé. No importa que tan annoying me resulte algunas veces –

Kun no dijo nada. Se limitó a asentir pensativo.

El menor suspiró desganado.

Había un montón de cosas que quería decir, pero no sabía siquiera como.

– ¿Ya es todo? – preguntó el chino, llamando su atención.

– Lo es – mintió.

El otro asintió una vez más.

– Supongo entonces que no vas a contarme que YangYang te mintió diciendo que yo le había dado permiso de salir y que en realidad jamás le dijiste que podía beber, ¿no? –

El tailandés lo miró boquiabierto.

¿Qué mierda?

– ¿Lo sabías? – preguntó en un susurro.

– Desde hace como diez minutos – asintió – ¿por qué no me dijiste nada? –

– Por que – chasqueó la lengua – de verdad no quería que lo castigaras –

– Voy a castigarlo de todas maneras –

– O – lo tomó de los brazos – puedes simplemente hablar con él e indicarle cómo llevar el buen camino –

– O puedo castigarlo – se encogió hombros, mientras abrazaba el cuerpo del otro.

– No seas tan malo con él – hizo un puchero.

– No se le llama ser malo al castigar a alguien a tu cuidado cuando hizo algo que no está bien –

– Tampoco has hablado con él – comenzó a acariciar perezosamente los bíceps del otro – ¿al menos sabes por qué lo hizo? –

– Me lo dijo – asintió – eso no justifica nada –

– Pero puede que signifique mucho para él – suspiró – mira, YangYang es un chico tranquilo. ¿Te imaginas en qué situación está su enamoramiento para llegar a tales extremos? – rió – entiendo, el otro chico jamás va a hacerle caso de todas maneras, pero él va a intentarlo –

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