Capítulo 22

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Ya habían pasado algunas semanas con las que se había levantado el castigo de YangYang y algunas más.

Ya eran mediados de noviembre.

Ese día por fin estarían conociendo al tal Renjun, de quien no habían parado de escuchar los últimos días.

Ten preparaba la más especial e internacional cena que había cocinado en su vida. Pero había algo que no lo dejaba en paz. Un pensamiento constante.

Se sentía horrendamente culpable.

¿Por qué? No lo sabía.

Más bien, lo sabía. Pero no tenía ninguna razón para hacerlo.

Había pasado toda la tarde mensajeándose con Bambam, y ahora, por alguna razón, sentía la necesidad de esconder su teléfono, ya que Kun estaba por regresar del trabajo.

Y había dos razones por las que eso era totalmente estúpido.

La primera, era que no habían hecho más que conversar amigablemente. Ocasionalmente, Bambam hacía una que otra sugerencia de que deberían volver a intentarlo, pero él no respondía nada cuando lo hacía y cambiaba de tema en su lugar.

En segunda, no le debía absolutamente nada a Kun. Al contrario.

Pero bueno, ese sería su pequeño secreto.

– Ten – llamó YangYang emocionado – necesito un consejo –

– Dime – preguntó tranquilo, a diferencia del otro.

– Quiero pedirle que sea mi novio –

El tailandés rió.

– ¿Qué no eran novios ya? –

– Sólo salimos informalmente – negó – eso no importa. Lo que digo es que no sé exactamente cómo voy a hacerlo por que es la primera vez que lo hago y todo eso –

– Bueno – se giró, sacudiendo sus manos – cuando llegue a casa, llévalo a la terraza. La señora Xi y yo nos encargamos del resto –

– ¿De verdad? – preguntó sorprendido.

– Ajá. Sólo intenta no tartamudear cuando se lo pidas – sonrió.

– No sé que haría sin ustedes – lloriqueó, corriendo de vuelta por donde había llegado.

Ten sonrió enternecido y, justo en ese momento, el ama de llaves salió de su escondite.

– ¿Qué tiene en mente? – preguntó con cierta complicidad.

– La verdad, nada – se giró relajado – por eso usted va a ayudarme –

La mujer rodó los ojos y asintió.

– No se preocupe. La florería donde el señor Qian hace pedidos sigue abierta – dijo acercándose al directorio que tenían pegado a un lado de la nevera – y tenemos muchas velas aún –

– ¿Qué tal un jade? – sugirió Ten, buscando algún contacto en su teléfono – no le regalé nada a Yang por su cumpleaños. Supongo que puedo regalarle un jade para que se lo de al chico –

La mujer lo miró impresionada.

– ¿Y de dónde piensa sacar un jade en menos de dos horas? –

– Déjemelo a mí – sonrió altanero.

Ok. Tal vez esa no era la mejor idea. Todo lo contrario. Pero lo hacía por YangYang y una parte de sí quería convencerse de que no le quedaba opción.

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