Capítulo 26

1.3K 125 63
                                    

Cuando Kun llegó a casa, ya no había nerviosismo.

Parte se debía a la conversación que había tenido con Ten esa tarde, y parte a que había conducido por toda la ciudad para buscar tulipanes, y no era temporada. Así que su búsqueda y medio tanque de gasolina, lo despejaron lo suficiente.

Estaba listo.

Frunció el ceño cuando entró. Sólo estaban encendidas las luces de ambientación.

Extrañado, caminó a la cocina, como siempre, sorprendiéndose cuando, al pasar por el comedor, encontró la mesa decorada con pétalos de rosas y las velas del candelabro al centro encendidas.

– Esto es lindo – susurró entusiasmado.

Sin prisa, dejó las flores en uno de los muebles aledaños, se despojó de su chaqueta y aflojó su corbata, observando todo minuciosamente.

Cuando desabotonaba los gemelos de su camisa, sintió las suaves manos de Ten acariciando sus hombros, masajeando toda la tensión fuera de su cuerpo.

– Hmmm, se siente bien –

– Y eso que aún no me ves – comentó divertido.

Kun se giró en su dirección y mordió con fuerza su labio inferior cuando lo encontró vistiendo nada más que su camisa blanca.

– ¿Te gusta? – preguntó el rubio, modelando para él.

– Me fascina – admitió encantado – ven aquí – murmuró antes de atraerlo para besarlo.

Al fin estaba pasando. Esa fantasía que había tenido por semanas se estaba cumpliendo, y empezaba mucho mejor que como lo había imaginado.

Pasó sus manos gentilmente por la espalda del rubio y las detuvo en su trasero, amasándolo con firmeza.

– Percibo un poco de emoción – se burló el tailandés.

– No tienes idea –

– Al grano y sin rodeos – asintió – me gusta – dijo antes de separarse para arrastrar la silla del extremo de la mesa hacia atrás – su asiento, señor Qian –

El chino rió, antes de sentarse.

– ¿Vamos a cenar primero? –

– Yo soy tu cena – respondió mientras se sentaba a horcajadas sobre él.

Lentamente, comenzó a menear la cadera y besarlo sensualmente.

Kun estaba en las nubes, no iba a negarlo, pero estaba comenzando a sentirse ansioso.

– Espera – se separó despacio – dónde están los demás –

– La señora Xi fue a visitar a su nieta y YangYang salió con sus amigos – sonrió – sólo estamos tú y yo –

Ok. La ansiedad se había ido.

El tailandés se inclinó a besarlo de nuevo.

Lentamente, arrastró la boca por la mandíbula del contrario y comenzó a repartir húmedos besos por su cuello.

La respiración del otro fue tornándose más pesada a medida que el más bajo restregaba su cuerpo contra su creciente erección.

Los dedos de Ten se enterraron en su cabello cuando regresó a besar sus labios y lo mordió sin llegar a lastimarlo.

Sus ágiles manos bajaron a la cadera del mayor donde encontró el borde de su camisa y la jaló hacia arriba, antes de desabotonarla para despojarse de ella.

Stand by meDonde viven las historias. Descúbrelo ahora