El problema había sido mucho más sencillo de lo que Ten había imaginado, pero nada fácil de resolver para el otro.
El menor tenía un compañero en química con el que rara vez hablaba, ya que se la pasaba mensajeándose en clase. Era de esos que no hacía nada y siempre le robaba los créditos de todo.
YangYang estaba loco por él.
Ese día tuvieron una de esas clases.
El profesor les estaba entregando el examen que habían presentado hacía unos días y, por primera vez en el mes y medio que llevaba el periodo, el otro chico lo saludó. No sólo eso, se puso a conversar con él.
Era precioso.
Muy lindo, educado y, para su sorpresa, era amable. No como sus amigos, que se la pasaban alardeando su supuesta superioridad y sentándose en sus lugares exclusivos donde todo el mundo quería sentarse también.
Y claro, YangYang lo trató de lo más caballeroso. Fue dulce con él y le explicó el tema de los enlaces covalentes (lo que habían aprendido hacía mucho, pero el otro no lo sabía).
Tuvo toda la paciencia del mundo y el otro chico incluso le agradeció que lo ayudara a entender el tema sin pedirle nada a cambio, como hacían todos los demás.
Todo había ido bien hasta que, digno de su mala suerte, se tiró su botella de agua en el pantalón.
Nadie en su clase lo había notado hasta que uno de los amigos del chico que le gustaba se empezó a carcajear y preguntar si se había orinado o algo así.
Luego todos los demás se rieron. Lo último que vio fue la expresión avergonzada de su compañero antes de salir huyendo de su salón para correr al baño.
Ya ahí, mensajeó a su amigo DeJun para que le prestara su ropa de deportes en lo que su pantalón se secaba, y lo demás era historia.
El punto era que, según su joven mente y su inexperiencia, su vida estaba acabada.
Ten sólo se dedicó a escuchar su historia antes de suspirar y asentir compasivo.
– ¿Entonces cuál es el problema? – preguntó finalmente.
El menor frunció el ceño.
– ¿No me escuchaste? – hundió la cabeza en la almohada – ya te lo dije –
– No, me contaste una historia – acarició el cabello del otro – no me dijiste que parte te molestaba más. Si el que tus compañeros se hayan burlado de ti o el que el niño que te gusta estuviera viéndolo –
El otro lo miró, pensativo.
– Creo que esa es la peor parte – asintió – me molestó más que todos se hubieran burlado de mí cuando él estaba ahí –
El rubio suspiró.
– Mira, sé que, diga lo que diga, no vas a cambiar tu opinión en cuanto a ese niño –
– ¿Acaso vas a decirme que él no es para mí y que merezco algo mejor? –
– Hell no – rió – es la preparatoria. Seguramente no hay nada mejor que él ahí – negó – lo que pienso en realidad es que, si es tan amable como dices, lo más seguro es que no le importara que todo el mundo se hubiera burlado de su compañero de clase –
– Es que no viste su expresión – hizo un puchero.
– Exactamente a eso me refiero – tomó su mano – yo sé que sabes lo que pienso. Sé que sabes lo que voy a decirte. Pero también sé lo que es ser el chico popular y, créeme, son más los prejuicios que existen sobre nosotros que lo que la gente en realidad sabe – aseguró – así que, sólo puedo pedirte que dejes de preocuparte y no pienses en eso hasta que vuelvas a tener química y los nervios te consuman. Si alguien te molesta por tu pantalón mojado y es más bajo que tú, golpéalo. Si es más alto, dile a tu amigo el grandote que lo golpeé –
El menor no pudo evitar la risita infantil que soltó antes de asentir e incorporarse.
– ¿Y si él ya no me habla? – preguntó entristecido.
– Si ya no te habla, tienes dos opciones. La primera es esperar a que entres a la universidad y ya nadie te conozca ni recuerde tu embarazoso incidente. La segunda es que le digas que eres millonario para conquistarlo – sonrió – y cualquiera que sea el desenlace de la decisión que tomes, estaré aquí para que me cuentes como te fue y abrazarte si es necesario – aseguró.
El menor, más animado que cuando llegó, asintió.
– Gracias, Ten – sonrió – significa mucho para mí que seas honesto –
– No es problema – se encogió de hombros – ahora, vamos a comer sopa de cangrejo y tu postre favorito después, ¿sí? –
Al castaño le brillaron los ojos.
– ¿Apfelstrudel? –
El tailandés asintió, aún si no estaba seguro de que fuera eso lo que había cocinado la ama de llaves.
– Eso mismo – aseguró – vamos –
Finalmente, el menor aceptó y lo siguió a la cocina.
La mujer y Ten acordaron dejar que YangYang comiera una porción de postre antes de la comida y ninguno de los dos le diría a Kun.
Conforme avanzó la tarde, YangYang cada vez se veía más tranquilo. Incluso si sufría crisis esporádicas de vergüenza, estaba bien.
Ten suspiró aliviado.
Si existieran los premios al cuidador de adolescentes más cool, él habría ganado uno en ese momento.
Pese a que no hubiera querido, se había encariñado mucho con el menor.
Mierda, eso sólo lo había puesto a pensar en lo mucho que iba a a doler cuando se tuviera que ir. Ahora como que no quería hacerlo.
Pero no podía evitar sentirse un extraño en esa casa. Incluso si nadie lo trataba así. Hasta lo habían incluido en sus exclusivos planes de fines de semana.
Bueno. Ya no había nada que hacer.
Esto es el apfelstrudel
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Stand by me
FanficTen era un tipo optimista la mayor parte del tiempo. Siempre pensaba que todo pasaba por algo. Ahora, que su novio lo había dejado, lo despidieron de su trabajo y no tenía donde vivir, no estaba tan seguro. Lo bueno era que tenía a sus amigos, Sic...