CAPÍTULO 41

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Ya saben, no suelten la playlist destroza-vidas

Llevaban demasiado tiempo caminando todos juntos en ese bosque hasta que el profesor Moon los obligó a callarse con señas

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Llevaban demasiado tiempo caminando todos juntos en ese bosque hasta que el profesor Moon los obligó a callarse con señas. Había oído gritos y un familiar llanto.

Cerró los ojos y agudizó el oído tratando de saber de dónde provenía el sonido. Fue entonces que Kim DongYoung abrió la boca, distrayéndolo.

—Creo que conozco este lugar... había una vieja bodega por aquí.

El psicólogo encabezó al grupo adelantándose varios pasos que los demás, apartando ramas y esquivando cualquier obstáculo en su camino hasta que estuvieron lo suficientemente cerca para que oyeran los sollozos de Kun.

TaeIl fue el más alarmado al reconocer esos sonidos, no dudó en aumentar la velocidad de sus pasos hasta terminar corriendo donde el chino estaba.

La escena que ese grupo vio, fue dura de ver.

Moon no creyó que volvería a ver a Kun llorando de manera tan desgarradora sobre la nieve, y mucho menos sosteniendo un cadáver, aferrándose a este como si su vida dependiera de ello.

Sus ojos se cristalizaron en cuanto estuvo lo suficientemente cerca de ellos. La primera lágrima salió, y después otras más seguidas. Sin parar. Sus mejillas estaban empapadas, no fue capaz de retener esas gotas saladas en sus ojos.

No cuando Qian Kun se destrozaba a la par de SiCheng...

—¡Está muerto! —gritó cuando cruzaron miradas. Kun estaba lanzándole navajas por los ojos. Podía ver su dolor a través de ellos. Podía ver como se deshacía en cataratas saladas, como su rostro enrojecido le mostraba lo mucho que había llorado. Y no se limitó a dejarle en claro con su mirada que lo culpaba de todo— ¡SiCheng está muerto! ¡¿No lo ves?!

—Kun...—susurró débil, dedicándole una mirada suplicante mientras negaba con su cabeza.

SiCheng había muerto.

No se molestó en darse vuelta cuando oyó golpes en la puerta de la bodega, ni como Hendery se apresuraba en abrirla para que tres chicos salieran con una cara que gritaba todo lo que habían pasado.

TaeIl estaba concentrado en ver como su hermano lo culpaba en silencio de la muerte de SiCheng, de quien se había enamorado. Y TaeIl aceptaba la culpa.

Jamás podía hacer algo bien.

Siempre dedicó su vida a esos chicos, nunca se preocupó por su propia felicidad con tal de darle todo lo necesario a tres niños huérfanos para que crecieran sanos, en un ambiente seguro.

Sacrificó sus horas de sueño, aguantó hambre y gastó cada centavo en su familia porque no quería que pasaran por lo mismo que él. Y aun así, dedicándose solo a eso... había permitido que dos de ellos murieran.

NEO ACADEMY || PRIMER LIBRODonde viven las historias. Descúbrelo ahora