Celo

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Emilio POV

Los nuevos supresores estaban funcionando mejor, el médico había dicho que debía dejar de tomarlos a diario o terminaría volviéndome inmune a su efecto como con los anteriores, eran una dosis más alta de la recomendada para alguien de mi edad, pero no estaba dispuesto a pasar un solo día sin ellos en mi sistema, esa maldita cosa en mi interior se estaba poniendo violenta y no dejaba de exigir algo que no estaba dispuesto a darle.

El único problema eran las noches, cuando el efecto era casi inexistente, pero no podía tomar una nueva dosis sino hasta pasadas las veinticuatro horas, era entonces que esa cosa trataba de llegar a él, su misterioso aroma era apenas perceptible la mayor parte del tiempo, pero el asqueroso alfa lo encontraba siempre que estaba despierto, dejándome hambriento y necesitado, no entendía que tenía que lo volvía loco, ningún otro omega lograba ponerlo así, pero sabía que no iba a dejarlo decidir por mí, Joaquín no me interesaba de esa manera, era solo el chico de al lado, un conocido al que no podía considerar mi amigo, mucho menos un posible amante.

Esa cosa podía ahogarse en su propia desesperación antes de que yo cediera a sus bajos instintos.

Precisamente por eso había cambiado de medicina, cada vez era más grande su necesidad por él y esos supresores ya no cumplían con su función correctamente, despertaba agitado por sueños controlados por esa cosa, fantasías aberrantes con su cuerpo y sus pequeños labios.

Aun así la última noche había sido diferente, esa cosa no estaba sedienta, sino furiosa, había un aroma nuevo que salía del cuarto de Joaquín, lo percibí al llegar a casa, mi primer pensamiento fue que finalmente había tenido su celo por la intensidad con que inundaba mis sentidos, hasta que entre a mi cuarto y esa cosa me golpeo con fuerza, como si acabara de reconocer de donde provenía el aroma, esperaba sus sueños raros y deseos enfermizos molestándome hasta despertar, pero no fue así.

No era el aroma de Joaquín, ni el de su madre, mucho menos el de su pequeño grupo de amigos, no, ese aroma le pertenecía a alguien que conocía mejor de lo que me hubiera gustado y la cosa que creía suyo al castaño al otro lado de la ventana, no estuvo feliz con que otro alfa lo hubiera marcado con su aroma.

El nombre de Andrés ensombrecía el resto de mis pensamientos, me costo como el infierno mantener a esa bestia dentro de esas cuatro paredes, quería llegar a Joaquín y quitarle ese asqueroso aroma a chocolate puro, casi tanto como quería salir a buscar a Andrés para partirle la cara por tocarlo.

Controlar sus instintos era cada vez peor, podía impedir que cometiera una locura, incluso había aprendido a evitar que esparciera sus feromonas alrededor de Joaquín, pero esa noche, estaba dispuesto a tomar el maldito control de alguna manera.

―Basta. ―murmuré tendido en la cama sintiéndolo arder por dentro, la cosa rugía y jadeaba furioso, sentía como si estuviera mirándome fijamente frustrado por mis acciones. Mío, mi Omega. ―No. ―rugí ya harto de escucharlo, Joaquín no era suyo, nunca lo tendría como quería y debía malditamente aceptarlo.

Desperté agotado, tomé mis pastillas de nuevo y volví a sentirme en calma, de reojo observe su habitación, como si buscara rastros de lo ocurrido la noche anterior, pero él ya ni siquiera estaba ahí.

El camino al escuela me sirvió para terminar de relajarme, había salido tarde así que no me dio tiempo de desayunar, tendría que comprar algo en la cafetería, cruce el estacionamiento sin detenerme a buscar a mis amigos, no estaba de humor para ver a Andrés y escucharlo hablar de lo adorable que le parecía Joaquín, iba a terminar por golpearlo yo mismo por molestar a esa maldita cosa.

Apenas entre al pasillo lo vi charlando con su amiga de la cual siempre olvidaba el nombre, pase a su lado sin problemas, en el fondo se sentía como una prueba, si él no despertaba a esa cosa, nada lo haría y estaría bien el resto del día.

InstintoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora