Uvas y fresas

5.3K 461 118
                                        

Joaquín POV

Tome mi pastilla como todos los días a las siete antes de volver a la cama, era fin de semana y solo quería dormir unas horas más, el doctor había dicho que debía tratar de salir un poco más y evitar quedarme más tiempo del necesario en la cama, pero cada día era más complicado seguir sus instrucciones.

Últimamente en las noches mi omega se mostraba agitado, como si buscara algo por aquella habitación, el médico decía que era normal por el tiempo de duración de los supresores, en especial si vivía bajo el mismo techo que un alfa, pero tanto Andrés como yo éramos conscientes de que mi omega no lo buscaba a él.

Aun cuando me sentía cómodo con su aroma, mi omega no lo aceptaba de otra manera, no quería que lo tocara más de la cuenta y si traspasaba los límites mi omega se agitaba hasta alejarse, no podía evitar sentirme molesto conmigo mismo, él era bueno conmigo, sin él ahora mismo estaría solo en una casa vacía, pero a pesar de todo era incapaz de sentir su calor, no anhelaba su marca, ni nada parecido.

Desde nuestra última visita al médico él se había mostrado más preocupado, a diario me cuestionaba lo que hacía durante el día, si comía bien o no, cuantas horas había dormido y si estaba tomando mis medicamentos, estaba siguiendo las reglas tanto como me era posible, pero nada había cambiado y podía notar la desesperación en su rostro.

Para mi sorpresa el nombre de Emilio surgió en una de esas conversaciones, Andrés creía que la única solución era que pasara tiempo con él, no tenía la menor intención de hacerlo, pero no dejo de insistir en todo el fin de semana.

Me había pasé toda la mañana del lunes, discutiendo con él sobre su repentino interés en que estuviera cerca de Emilio, sabía lo que estaba intentando, pero no creía que fuera necesario, solo estaba pasando por un periodo complicado, todo mejoraría en unas semanas y quizás mi omega dejaría de hacerlo a un lado.

―No podemos esperar unas semanas, Joaquín, no voy a arriesgarme a que empeore tu salud. ―íbamos camino a la escuela, aparentemente todos estaban de acuerdo con probar su teoría, incluso Azul había aceptado. ―Él quiere ayudar.

―Él solo se siente culpable, lo único que van a lograr con esto es que mi omega vuelva a aferrarse a una persona que no puede amarme de vuelta. ―musité mirando la carretera, su casa estaba más lejos de la escuela que la mía, así que nos tardábamos el doble de tiempo en llegar y no podía ir caminando.

―Prometió comportarse, no va a tratar de traspasar tus límites, solo pasaran un tiempo juntos, si no funciona, volverá a mantener su distancia. ―explicó mirándome de reojo, mi cabeza dolía, pero estaba acostumbrándome a que fuera así todo el tiempo.

―El doctor dijo que podía ser una enfermedad congénita. ―murmuré metiendo mis manos debajo de las mangas, el frío era cada vez peor.

―No perdemos nada con intentarlo. ―entramos al estacionamiento y observe a Emilio parado al lado de su camioneta, Andrés se estaciono a unos lugares de distancia, apago el auto y tomo mi mano antes de bajar. ―Solo serán unos días.

― ¿Cuántos días? ―susurré mirándolo a través de la ventana, había pasado mucho tiempo desde que estuvimos juntos.

―Empecemos con una semana. ―asentí sin muchos ánimos, no quería volver a salir lastimado, pero tenía miedo de terminar igual que mi mamá. ―Bien, Emilio te llevará a tu salón.

Bajamos del auto y lo seguí hasta la camioneta del rizado, su aroma a canela me trajo una sensación confusa entre el miedo y la melancolía, extrañaba cuando su aroma era más bien un afrodisíaco.

―Ambos saben las reglas, no tienen que complicar las cosas. ―sentenció Andrés mirándonos a uno y a otro, ambos asentimos y él se alejó dejándonos solos.

InstintoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora