No estoy solo

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Emilio POV

Baje muy temprano en la mañana a la cocina para poder preparar un desayuno no solo para mí, sino también algo para mi castaño, recordaba vagamente que los sábados su mamá lo dejaba elegir el desayuno, así que no sabía bien que preparar, para mi sorpresa mi madre ya estaba abajo preparando pan francés, ella amaba esas cosas.

―Buenos días. ―exclamó con una sonrisa, le sonreí de vuelta y me acerqué al refrigerador para revisar que podría preparar para Joaquín. ― ¿No quieres tostadas?

―Claro, pero debo preparar algo para Joaquín también, iré a buscarlo después de su cita con el doctor en unas dos horas. ―murmuré, teníamos fresas aún, quizás podría picar diferentes frutas.

―Llévale una tostada, le pondremos fresas y miel encima, seguro le gustan. ―exclamó emocionada, no tenía idea si a Joaquín le gustaría el pan francés, pero supuse que en el peor de los casos podía invitarlo a desayunar otra cosa si es que no le gustaban, asentí sacando las fresas para picarlas. ― ¿Quieres hablarme de que está pasando con ustedes? ―sonreí sin poder evitarlo y mi madre soltó un suspiró de emoción. ―Ay yo sabía, ojala Eli estuviera aquí, siempre hablábamos de lo bonitos que se verían juntos y de nuestros nietos. ―la miré fijamente sorprendido con semejante confesión.

―Somos amigos, vamos lento. ―murmuré recordando mi promesa a mi castaño, él quería mantenerlo como un secreto y era mi deber que estuviera en paz, así que haría lo que me pidiera.

―Lento, pero seguro. ―exclamó mi madre sin perder la sonrisa en su rostro. ―Me alegró que estén juntos ahora, ambos se necesitan para estar bien y estoy segura que van a ser muy felices juntos. ―acababa de decirle que éramos solo amigos, pero mi madre ya se había perdido en su fantasía, que probablemente no estaba muy lejos de la mía, quería que fuéramos felices juntos.

―Somos amigos. ―repetí terminando con las fresas, ella ya no me estaba poniendo atención, suponía que, si Elizabeth estuviera aquí, ahora mismo mi madre estaría en su casa festejando juntas.

Desayunamos con ella hablando de todas esas cosas que solía platicar con la madre de Joaquín, pero mientras la hora de la cita se acercaba más nervioso me ponía, podía sentir el miedo de mi castaño y mi alfa quería ir en su búsqueda. Guarde las tostadas en un tóper como todas las mañanas, preparé un té de canela que puse en un termo y salí de casa rumbo al consultorio.

Joaquín me había enviado la dirección en la noche, pues al parecer los padres de Andrés habían conseguido un doctor especialista para él, así que no estaba en el hospital del pueblo, la cita era a las ocho, así que mientras conducía él debía estar hablando con el médico, cuando llegué no tarde en identificar el auto de Andrés, pensé que lo mejor era esperar afuera, pero la desesperación de mi omega no me dejo permanecer tan lejos, revise en el directorio de la entrada y comencé a seguir el aroma de mi castaño en los pasillos hasta dar con el consultorio.

Para mi sorpresa tanto Andrés como su madre estaban sentados afuera de éste, así que Joaquín debía estar solo adentro, mi viejo amigo que ahora no me apreciaba demasiado, me miró con el ceño fruncido y su madre me dedico una sonrisa, seguramente no tenía idea de lo que había pasado entre nosotros.

La puerta se abrió y un sollozante Joaquín se asomó por la puerta, su mirada se encontró con la mía solo segundos antes de que sus brazos me rodearan con fuerza, lo envolví con mi aroma al igual que lo hice con mis brazos, levantándolo lo suficiente para que pudiera rodearme con las piernas, la madre de Andrés abrió demás los ojos y Andrés suspiró de mal humor, pero ninguna de esas cosas logró importarme cuando mi omega sollozó contra mi cuello.

―Tranquilo, todo está bien, estoy aquí. ―susurré acariciando su espalda con ternura, su cuerpo no tardo en relajarse entre mis brazos, pero aún era capaz de sentir su tristeza, necesitaba saber que estaba pasando. ― ¿Quieres contarme que sucedió? ―murmuré en su oído, él negó cerrando sus manos en mi cuello.

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