Enfermo

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Emilio POV

Desde que me enteré de la muerte de Elizabeth, no deje de buscarlo, mi madre decía que no tenía idea donde se estaba quedando y lo poco que sabía era gracias a Alejandra, ella no estaba muy feliz conmigo, pero era la única que aun contestaba mis llamadas.

―Emilio, no creo que sea buen momento para que vayas a buscarlo, ya la está pasando muy mal para que te presentes frente a él después de todo lo que le dijiste. ―sabía que no, pero ahora cuando todas las piezas caían en su lugar y era capaz de comprender porque me necesitaba, no podía quedarme sentado ahí sin hacer nada, necesitaba llegar a él.

―Por favor, sé que lo arruine de muchas maneras, pero necesito estar con él ahora. ―mi alfa gimoteaba desesperado por llegar a él, aun después de todo seguía sintiendo que me necesitaba. ―Sé que me necesita.

―Pensé que no creías en esas cosas. ―murmuró confundida, suspiré pesadamente, había un montón de cosas en las que me había equivocado.

―Llevo semanas enteras sintiendo que me necesita, podía sentir su miedo, su tristeza y ahora puedo sentir el dolor por el que está pasando, sabes que un omega en su estado necesita a su alfa. ―musité desesperado, sabía la clase de persona que me consideraban todos en ese momento, yo no me tenía en mejor estima, pero no me importaba si tenía que rogarle a cualquiera de ellos por llegar a él, iba a hacerlo.

―Está en casa de Andrés. ―tomé mis llaves decidido a ir a buscarlo cuando ella siguió hablando. ―Pero Andrés dice que se desmayo desde que se enteró y no creo que te deje pasar a verlo. ―me tensé en mitad de mi habitación.

― ¿Cómo que se desmayó? ―exclamé desesperado.

―Su papá lo revisó, está bien, pero no ha despertado. Lleva todas estas semanas cuidando de su mamá y con lo que paso hoy llegó a su límite. ―era mi culpa, debí estar con él. ―No sé si él vaya a querer verte, Emilio.

...

Me pase la vida pensando que la necesidad no era mutua, me repetí mil veces que no significaba nada y que incluso mi vida sería mejor sin él en ella, no necesitaba su aroma, ni su calor, no quería verlo al otro lado de la ventana y tampoco deseaba escucharlo decir que estábamos destinados a estar juntos.

Siempre creí que el día en que me fuera de aquel pueblo y dejara de verlo cada mañana y cada noche, todo mejoraría, ahora estaba parado frente a un ventana cerrada sosteniendo una camisa con aroma a suavizante y consciente de quien la había dejado ahí y porque lo había hecho. Era su forma de terminar con esto.

Era raro como podías desear algo por demasiado tiempo y entonces cuando ocurría te dabas cuenta que no era realmente lo que querías.

En catorce años esas ventanas jamás estuvieron cerradas, incluso mientras me llenaba la cabeza de lo mucho que odiaba que él me quisiera, jamás me atreví a cerrarla. En el fondo me gustaba encontrarlo ahí, su sonrisa al verme llegar aceleraba mis latidos y sin importar las cosas que decía, su persistencia siempre lograba sacarme una sonrisa.

Nunca me detuve a pensar en las cosas que echaría de menos el día que se rindiera conmigo, quizás porque nunca creí que las extrañaría, pero ahora que ya no estaba era imposible no darme cuenta de las pequeñas cosas.

Extrañaba sus ojitos brillantes en mitad de la noche, mirándome como si fuera lo más preciado que tenía. Sus mejillas sonrojadas cuando le sonreía de vuelta, su inocente manera de quererme, su manita aferrándose a la mía, extrañaba la suave brisa que traía su aroma a mi habitación.

¿En que momento me convencí de que no significabas nada?

Mientras más atrás iba en mis recuerdos, más difícil era comprender como nunca me di cuenta que siempre estuvo ahí, Joaquín no se aferró a nosotros el día en que se enteró que era omega, él me quiso muchos años antes, cuando éramos solo dos niños sentados en el pórtico.

InstintoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora