Canela marchita

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Joaquín POV

Salí de aquel salón sintiéndome demasiado débil para seguir ahí, mi omega se sentía cansado, era como estar cayendo mientras tratabas de aferrarte al viento, podías tratar con todas tus fuerzas, pero no había forma de que el viento detuviera la caída.

Camine por los pasillos sin saber a donde debía ir, sabía que tenía una clase, pero no podía recordar cual era, mis piernas se movían sin un destino definido, hasta que sonó la campana y todos salieron de los salones, busque con la mirada a Azul o Diego, ellos podían llevarme a mi siguiente clase.

Sin darme cuenta terminé buscando a alguien más, su aroma estaba en aquel pasillo y mi Omega recordó su bonita voz consolándome, su sonrisa mientras hablaba con Ale me trajo una sensación bonita en el vientre, él no iba a rechazarme. Mis pasos me guiaron hasta su cuerpo, mi omega gimoteaba contra su pecho, buscando el calor que tanto anhelaba, un lugar seguro.

― ¿Qué pasa? ―susurró en ese tono que tanto me gustaba, no respondí, solo cerré los ojos y sentí como su aroma me envolvía. Sus brazos me rodearon lentamente y mi omega suspiró sintiéndose protegido. ―Ya está. ―susurró tiernamente.

La campana sonó de nuevo y todos comenzaron a entrar a sus salones, mientras mi omega seguía aferrándose a él, había escuchado a Ale despedirse hacia unos minutos, así que estábamos solos.

―Lo siento. ―murmuré, no quería utilizarlo como un parche para el daño que me causaba Emilio, no quería causarle el mismo dolor que yo sentía.

―No te preocupes, te prometí que iba a estar aquí para ti. ―trate de separarme de su cuerpo, pero mi omega soltó un sollozo lastimero. ―Toma, esto servirá. ―murmuró quitándose la chaqueta y colocándola en mis hombros, lo miré confundido, pero entonces sentí su aroma envolviéndome, como cuando usaba la camisa de Emilio. ―Te llevaré a tu salón y por la tarde iremos al hospital ¿de acuerdo? ―asentí mirándolo a los ojos, metí mis brazos en las mangas de la chaqueta antes de aferrarme a su pulgar como cuando era un niño siguiendo a Emilio por los pasillos, Andrés miró mi agarré curioso, antes de sonreír y llevarme hasta mi clase.

Azul me miró sorprendida en cuanto cruce la puerta del salón, estaba seguro que olía a él, pero eso no era lo que llamaba la atención, sino más bien su chaqueta en mí, todos sabían sobre mi pequeña obsesión con Emilio, verme con la ropa de un alfa diferente era extraño incluso para aquellas personas que nunca antes me habían hablado.

Tome asiento al lado de Diego y las miradas no dejaron de detenerse en mí, había murmullos entre las personas, en especial entre los Alfas de nuestra clase, quienes tenían un olfato más desarrollado que los Omegas y podían percibir el aroma de Andrés en mí.

Trate de ignorarlo, tenía muchas cosas en la cabeza como para preocuparme porque pensarían esas personas, me pase las siguientes horas aferrado al brazo de Azul, explicándole lo que había ocurrido con Emilio y como inconscientemente había buscado a Andrés, ella se prometió que en cuanto tuviera una alfa lo haría golpear a Emilio por idiota y se encargó de cuidar de mí el resto del día.

En la hora del almuerzo tomamos la mesa de siempre, habíamos comprado algo de comer y ambos se esforzaban por distraerme con cualquier conversación que se les viniera a la cabeza, hasta que él cruzo la puerta con ella colgada de su brazo, no supe si fue mi insistente mirada sobre ellos o si él lo hizo conscientemente, pero nuestras miradas se encontraron aun a metros de distancia.

Frunció el ceño y su cuerpo se tensó sin apartar la mirada de la mía, fue la primera vez que percibí el aroma a café amargo, fue tan intenso que me tomo por sorpresa, opacaba aquel aroma a cereza y cualquier otro alrededor, excepto el aroma a chocolate puro que me envolvía.

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