Té de canela

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Joaquín POV

Era martes por la noche, los padres de Andrés tenían turno en el hospital y él acababa de llegar, había comprado pizza para los dos, tuvo que sacarme de la cama por la fuerza, pero terminé por seguirlo aun cuando prefería volver a dormir.

―No tengo hambre. ―murmuré aferrándome a su mano mientras bajábamos las escaleras juntos.

― ¿Comiste algo hoy? ―exclamó regalándome una sonrisa, sonreí a medias.

―Me comí mis peras con miel. ―respondí sentándome sobre la alfombra, el aroma de la pizza era maravilloso, quizás podía comer un pedazo.

― ¿Peras con miel? ―tomo asiento a mi lado y abrió la caja, era de peperoni, en casa siempre la pedíamos de extra-queso.

―Emilio me trajo peras con miel a la escuela. ―expliqué, sirvió una rebanada para cada uno. Él le puso salsa a la suya y comió las orillas primero, lo miré fijamente, su aroma a chocolate nos envolvía a ambos, podía notar como su mirada caía sobre mi plato que seguía sin ser tocado, siempre estaba preocupado.

Mordí un pedazo con la esperanza de que su mirada dejara de ser tan inquieta.

―El sábado iremos a la cita con el médico. ―murmuró estirándose para quitar un poco de salsa de la orilla de mis labios. Su toque era dulce, mi omega lo disfrutaba, hasta que trato de acercarse más, mi cuerpo se tensó y mi omega se agitó molesto.

No sabía porque actuaba así, desde el beso en el hospital había intentado en más de una ocasión hacerlo de nuevo, pero mi omega no parecía querer que fuera así, Andrés decía que mi aroma cambiaba todo el tiempo, a veces era dulce cuando estábamos juntos y otras era un frenesí de aromas confusos que no lograba descifrar, pero cada que trataba de ir más lejos, un olor a flores marchitas predominaba sobre todos los demás.

―Lo siento. ―susurré dejando el plato sobre la mesa de café, el suspiró sonriéndome con tristeza, odiaba lastimarlo.

―Está bien. ―nos quedamos en silencio de nuevo y tome su mano para calmarlo, su aroma se volvía amargo cuando esto pasaba y mi omega no podía aguantarlo por mucho tiempo, pero me obligue a permanecer a su lado, era lo menos que podía hacer. ― ¿Has sentido algún cambio? ―sabía que se refería al tema de Emilio.

―Solo han sido dos días. ―murmuré restándole importancia, realmente no me sentía diferente.

―Podemos detenernos si no te sientes cómodo. ―negué de inmediato sorprendiéndome incluso a mí, la sola idea de terminar antes el experimento no le agrado a mi omega y un escalofrío me recorrió la espalda, no quería volver a aferrarme a él, no iba a soportar otro rechazo.

―Dijimos que sería una semana. ―murmuré soltando su mano, el olor amargo se estaba poniendo más fuerte y mi omega estaba en su límite. ―He comido en la escuela estos dos días. ―musité mirándolo a los ojos, eso debía ser un signo de mejora. Él me miraba de manera diferente ahora y yo tenía una revoltura de emociones contradictorias en el estómago.

Regresé a la cama un rato después, no había logrado terminar mi rebanada de pizza, estaba cansado de nuevo y eso que ponía nervioso a mi omega por las noches me tuvo dando vueltas un par de horas, hasta que finalmente me venció el sueño.

Por la mañana salimos más tarde que de costumbre, nos topamos con sus padres que iban cruzando la puerta a la par que nosotros salíamos corriendo, me despedí de ambos con una ligera sonrisa y Andrés me apuro a subir al auto.

Cuando llegamos no había nadie en el estacionamiento, observe la camioneta de Emilio ansiosamente esperando verlo ahí, pero no estaba y mi omega frunció el ceño, entramos apurados a la escuela, los pasillos estaban prácticamente vacíos, le asegure a Andrés que podía ir solo hasta mi salón, para que él no llegara más tarde a su clase, pero no me creyó y terminó llevándome, repitiendo que sería peor si me mareaba estando solo.

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