Necesidad

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Emilio POV

Apenas lo vi en la entrada a la feria supe que sería una larga noche, había evitado cruzarme con él desde nuestra última conversación a través de la ventana, después del incidente con su celo alterando el mío, decidí que tenía que poner espacio entre nosotros, su aroma me abrumaba el pensamiento y sabía que no iba a lograr mantener a esa cosa en calma mientras estuviéramos durmiendo uno al lado del otro, llame a mi madre para explicarle que Joaquín estaba en celo y ella comprendió de inmediato mi decisión de alejarme.

Creí que el rechazo sería suficiente para quitarle esa tonta idea de la cabeza, tenía que dejar de vernos como un par de enamorados, ni siquiera lo conocía lo suficiente, como demonios iba a amarlo.

Los omegas eran demasiado sensibles cuando estaban en celo, pensé que sentir el aroma de otra persona en mí y comprender que yo no sentía lo mismo lo alejaría, en cambio Joaquín lo tomo como si fuera un reto y esa cosa solo había empeorado desde que su aroma se volvió más intenso.

No podía lidiar con la obsesión de ese animal y de Joaquín, antes la única forma de callar a esa cosa era si lo mantenía alejado del castaño y él no soportaba el aroma de Seidy, así que acepte cada salida que ella proponía, la deje colgarse de mi cuello y bese sus labios frente a él. Con el tiempo comencé a acostumbrarme al aroma a cereza, aun cuando esa cosa parecía tenerle repulsión, ella era diferente.

Al ser una beta no estaba interesada en mi aroma, ni esperaba una marca antes de salir de la preparatoria, mi lado humano se sentía calmado, evitaba que lo percibiera incluso estando en la misma habitación, su cuerpo encajaba bien con el mío, no era pequeña y frágil como él, era un poco más alta y no lloriqueaba por atención.

La cosa, por otro lado, estaba cada día más molesta, no dejaba de murmurar palabras en mi oído de cuanto la odiaba, no soportaba su aroma, se sentía mareado todo el tiempo y le impedía llegar al de Joaquín, tampoco le gustaba la ausencia de calor en su cuerpo, ni que sus labios siempre tuvieran brillo labial.

No comprendía de donde había nacido la obsesión con él, nunca fuimos cercanos, los breves momentos que compartimos fue porque éramos los únicos niños en la cuadra y nuestros padres nos forzaban a estar juntos, no había nada que nos uniera, no teníamos recuerdos juntos, no éramos nada.

Esa noche, mientras nos adentrábamos en los juegos me sentí satisfecho al lograr controlarme mejor de lo que jamás lo había hecho a su alrededor, la cosa no podía olerlo si Seidy estaba a mi lado y permaneció molesto en su pequeña caja al final de mi cabeza.

Andrés estaba emocionado con ese estúpido juego de fuerza, cada año era lo mismo, podía pasarse horas llevándose un regalo tras otro que claramente era más barato que lo que pagaba por jugar.

Seidy se pegó a mi costado cuando la brisa soplo más fuerte y pase mi brazo por su cintura, sabía que mi cuerpo era más caliente que el suyo, así que servía de algo.

Su aroma, suéltala.

La cosa estaba furiosa, pero no se refería al aroma de Seidy, se refería a él, estaba soltando ese olor amargo que soltó en mi camioneta, era parecido a las flores marchitas y esa cosa era incapaz de dejarlo pasar.

Sentí su mirada sobre mí y sin poder evitarlo lo miré de vuelta, aferré aún más el cuerpo de Seidy a mi lado y esa cosa gruño molesta mientras el castaño corría la mirada.

Está triste, ya basta.

Las campanas anunciaron que Andrés había ganado y mientras elegía su premio, Seidy me abrazó por la cintura, sonreí atrapando su mirada, todo comenzó como una forma de quitarme a Joaquín de encima, pero quizás podía funcionar.

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